En un mercado de series sobresaturado con obras de género sobre crímenes, thrillers, detectives y unidades especiales antiterroristas, en Sundance TV se emitió recientemente Upright, una serie diferente que reflexionaba sobre la condición humana en un mundo en el que los sucesos que marcan nuestra vida suelen ser de origen aleatorio. Un cuarentón que se niega a aceptar su edad, tendrá que cruzar toda Australia con un piano a cuestas. Una serie imprevisible
VALÈNCIA. A la hora de repasar las novedades para ver qué serie de calidad echarse al gaznate, es abrumadora la cantidad de propuestas relacionadas con el crimen. Ya sea en versión documentada o documental de asesinatos reales, asesinos en serie o simplemente organizaciones mafiosas. También, una misma cantidad se sirve sobre investigadores, policías, detectives y unidades antiterroristas. Nada de esto es sinónimo de mala calidad, pero sí es cansina la poca originalidad de las apuestas de las productoras. Desde que las series se convirtieran en un producto de consumo compulsivo hace dos décadas hay que currárselo para dar con ideas que marquen la diferencia.
Upright, sin embargo, era todo lo contrario a lo habitual. Dos personajes se encuentran en el desierto en un accidente fortuito y deciden recorrer juntos el resto del camino: llevar un piano de una punta de Australia a la otra. El espectador en los primeros capítulos solo sabe esto y, a partir de ahí, irá conociendo a los personajes, su pasado y por qué están haciendo con tanta cabezonería y perseverancia algo que aparentemente no tiene sentido. La duración de la serie es de ocho episodios, comprende un día cada uno, los que te harían falta para cruzar ese enorme país.
La trama más importante es la que protagoniza Tim Minchin, actor y creador de Upright. Es un hombre de cuarenta y dos años de edad, músico, que no ha sido capaz de asentar la cabeza después de haber tenido éxito con un grupo de rock que tenía con su hermano, el cual dejó la música para hacerse project manager y ganarse bien la vida. La Generación X es en España la franja demográfica más amplia. A partir de ella, los millennials empiezan a descender hasta los niveles de la Gen Z, que remontan mínimamente. Por eso hay una "dictadura" cultural con iconos del siglo XX y vuelta y revuelta a símbolos de aquella época, porque aquí mandan los X y sus antecesores boomers, que son el mayor número de consumidores. La democracia del mercado funciona así.
A la Generación X la mimó el mercado desde que empezó a consumir. Todo se orientó hacia ella, aún prevalece buena parte de su estética y por eso es tan difícil que sus miembros asuman las debilidades inherentes al paso del tiempo. La generación de la posguerra que hizo la Transición dio la lata con sus carreras delante de los grises y sus infancias y adolescencias pobres de solemnidad, sus padres con la guerra civil, de ahí el término "batallitas" que se extiende su uso a partir de los 80, los de la Movida y movidas han tenido un perfil bajo para la matraca que han dado los medios con sus vivencias, pero la Generación X sin duda es totalmente estalinista con su ego. El cine ochentero, sus series de sobremesa, sus grupos y su dichosa EGB conforman una teocracia.
Por eso no es frecuente que se rían de ellos, lo que ha servido para que series como Peep Show, que estaban inspiradas por el cómic Odio -dedicado precisamente a hacer escarnio de la Generación X desde los 90- donde se aprecia la decadencia y miseria de estos cuarentones, ahora sean rarezas. En esta línea, Upright recurre a ese personaje estancado en los 22 años mentales, cuya vida licenciosa, cuando dobla esa cantidad de años, adquiere tintes de tragedia. El personaje es Lucky y la obra trata, básicamente, de su simpática redención.
Como contrapunto, está Meg. Una cría menor de edad que ha escapado de casa. Con acierto se muestra que es, en líneas generales, más inteligente y despierta que su compañero de viaje. También tiene sentimientos más auténticos aparentemente, aunque el peso de su personaje se encuentre en que, pese a ser tan lista, no deja de ser una niña. Los dos cruzan el desierto dándose lecciones el uno al otro, con la belleza de Australia y su fauna.
Es una road movie cargada de situaciones genuinamente australianas. Ya hablamos aquí de la complejidad de la autopercepción de los australianos, su deseo de aparentar ser europeos civilizados u occidentales de pro y su constatación de que son diferentes y seguramente más sanos mentalmente. En la serie hay incluso un homenaje a la obra magna del cine popular australiano, la saga de Mad Max, y la Cúpula del Trueno de Negociudad.
Sin spoilers, al acabar la serie lo que se encontrará el espectador es el final de una película de cuatro horas preciosa, cargada de sentimientos positivos y una visión de la vida alegre y entusiasta, como se suele reflejar en las expresiones culturales de este país, particularmente su música. También, con una experiencia de ocho capítulos que ha sido completamente imprevisible. El juego con los flashbacks y la composición de los personajes pieza a pieza está llevada con maestría hasta el clímax final. Nada es, de todos modos, nuevo. Es una cinta con el espíritu del viejo cine indie, como Box of Moonlight de Tom DiCillo. Algo que no resulta casual cuando la serie se ha emitido en Sundance TV.
Es relevante que el creador, Minchin, llegara a esta historia por una depresión. Un amigo le propuso escribir un guión sobre dos personas que tienen que trasladar un piano en coche por Australia y él le añadió todas las crisis y sentido dramático. Antes de eso, había tenido un desencuentro con Universal. Estuvo cinco años trabajando en Larrikins, una película animada que iba a protagonizar Hugh Jackman. Después de cinco años, la productora decidió cancelar el proyecto. Netflix quiso salir al rescate, pero no le vendieron los derechos porque, si triunfaban, los directivos de Universal parecerían "idiotas". Esa explicación le dieron a Minchin en un despacho y se tuvo que volver a Sídney después de haber perdido cinco años para nada, algo que le ocurrió justo cuando cumplió cuarenta años. Sintió que le habían robado una parte fundamental de su vida y todo eso quiso reflejarlo en una serie diferente y no sujeta a los rigores del mercado. Ahora considera que Upright es "lo más hermoso que surgió de la adversidad de sus años en Hollywood".
La serie también se ha querido comparar con El corazón de las tinieblas, la Odisea o una parábola bíblica. El autor ha explicado que sí que hay una reflexión existencial sobre la condición humana en un mundo caótico donde los sucesos que marcan nuestras vidas pueden ser de origen aleatorio. La pregunta que Minchin quería que se hiciera el espectador era ¿Cómo podemos encontrar la paz si no podemos controlarlo todo". No tenemos la respuesta, pero una historia tan bonita como la suya son un alivio ante la negrura de mundo.