Desde que la política española sufriera hace unos días la revolución de las mociones, lo único en claro tras los diversos gatillazos es que habrá elecciones en la Comunidad de Madrid y se han convertido en una especie de elecciones generales
La presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso convocó elecciones nada más conocer que en Murcia se iba a presentar una moción de censura, que horas después no prosperó como tampoco la de Castilla y León, demostrando que quizá eran iniciativas frágiles sustentadas más en un arrebato momentáneo para desgastar al gobierno que en una verdadera situación de crisis que exigía una alternativa de poder. En cualquier caso, el terremoto ha dejado una convocatoria electoral en Madrid, que una vez más, se convierte en reflejo de todo el país y parecen más unas elecciones generales que autonómicas.
Algunos partidos, como Podemos o Ciudadanos, se han volcado en presentar candidatos de ámbito nacional para darle relevancia y notoriedad a su campaña electoral. La actual presidenta en funciones, cuando compareció ante la empresa para anunciar la convocatoria de elecciones, finalizó su intervención con el que de facto se ha convertido en su eslogan de campaña: ‘Socialismo o libertad’. Aclaro esto para que no se malinterprete el título de este Tintero, pues no pretende tomar parte en dicha contienda pese a su sonado título, lo cual no significa que uno no prefiera la libertad por encima de casi todo.
En cualquier caso, el título lo tomo prestado de una película que vi hace unos días y que me pareció que nos deja una enseñanza brillante y a la vez preocupante. Viva la libertà, título original en italiano, está dirigida por Roberto Andó y doblemente protagonizada por el gran Toni Servillo, sí, el fantástico Jep Gambardella en la icónica La Grande Bellezza del maestro Sorrentino. Digo doblemente, y me permito un destripe total, porque el protagonista Enrico Oliveri, es el líder del partido de la oposición y tiene un hermano gemelo, ambos papeles están encarnados por Servillo. El político sufre un rotundo fracaso ante sus bases y se siente derrotado y decide hacer un mutis por el foro, desaparece de un día para otro y se retira. Imagino que alguno está ahora imaginando si más de uno de nuestros gobernantes hiciera eso, qué sensación de paz está sintiendo, pero despierte, eso no va a ocurrir.
Cuando el político, Oliveri, desaparece del mapa, uno de sus asesores (que gran universo el de la asesoría política), tiene la gran idea de buscar al hermano gemelo y sustituirlo. Este acaba de salir de un psiquiátrico y por lo tanto la película lo presenta como el hermano loco del político serio. Su comportamiento es natural y honesto, es decir, lo opuesto al de un político al uso, rechaza los discursos escritos y enlatados, sonríe en los comités del partido y en cualquier instante decide ausentarse de una reunión si su cuerpo le pide hacerlo. Lógicamente la teatralidad del género cinematográfico y la necesaria exageración, le dan ese toque irreal y divertido al personaje, pero hay algo realmente interesante. Tras algunas de sus intervenciones sinceras y sin leer un discurso, su popularidad asciende y el partido sube en las encuestas de manera sorprendente, demostrando así que la teórica locura, cuando se traduce en sinceridad y naturalidad es valorada por la ciudadanía, frente a la seriedad y el cálculo que tantas veces esconden hipocresía y cobardía.
Este film y su título me hicieron pensar que, en demasiadas situaciones de nuestra vida, y especialmente, quienes se dedican a la actividad pública, siento que falta mucha libertad: de expresión, de opinión, de pensamiento, de acción, etc. Se actúa dentro de unos estándares tantas veces ridículos, cuando no contraproducentes, que cada vez más ha impuesto la dictadura de lo políticamente correcto. Lo curioso de todo esto es que cuando tienes la ocasión de conversar con el político de turno en un ámbito de cercanía y privacidad, descubres que es una persona normal, es decir, que la mitad de las cosas que dice en público o propone en campaña, él no las quiere ni las practica en su vida privada, pero siente que debe decir lo que toca y no lo que piensa. Los ejemplos son variados pero el más habitual, con diferencia en los partidos de izquierda y/o nacionalistas es abogar por todo lo público y ellos utilizar la sanidad privada, los colegios privados o concertados para sus hijos y usar el transporte público un par de veces al año. Así que acabaré diciendo ¡Viva la libertad!