Con la pandemia, llegó la Segunda Era de las Máquinas, la Cuarta Revolución Industrial 4.0. El Parlamento Europeo encargó un informe a la Universidad de Leeds, el “Digital automation and the future of work”, para analizar el rápido progreso tecnológico que estaban experimentado las economías capitalistas modernas. Fue en la primavera del Año I d.C.- después de la Covid-, cuando algunos predecían que los avances en las tecnologías digitales, incluida la inteligencia artificial (IA), crearían el potencial para una gran reducción en el volumen de trabajo o para transformar la calidad del trabajo.
Efectivamente, este informe identificaba las amenazas a la calidad del trabajo, y una distribución desigual de los riesgos y beneficios asociados con la automatización digital. ¿Ayudarían los robots a aprovechar la tecnología para fines económicos y sociales positivamente? Ésta era la clave de este siglo.
El crack de 2008 ya había dejado fuera del mercado de trabajo a los trabajadores manuales cualificados, cuadros intermedios que podían ser sustituidos fácilmente por programas de ordenador, el eslabón entre el ejecutivo y el peón. Con la Revolución 4.0, se comenzó primero sustituyendo a los peones. Lo recordaba la Tieta cuando empezaron a llegar los robots limpiadores a las zonas covid de los hospitales. Quedaba por delimitar el espcio que dejarían los robots autómatas, hasta dónde iban a pensar por nosotros.
Las opciones políticas iban desde la industria y las alianzas de competencias sectoriales, que se centraron en facilitar la transición de los trabajadores en puestos de trabajo "en riesgo", hasta propuestas para la reducción del tiempo de trabajo. El informe abogaba por un nuevo contrato social digital. En un momento de crisis, las opciones políticas debían ofrecer la esperanza de un futuro digital para todos.
Los avances en inteligencia artificial (IA) predecían un “mundo sin trabajo”. Se consideraba que los robots serían los futuros trabajadores, no los humanos. El desempleo tecnológico fue inmediato. El impacto pronto se hizo sentir en la automatización de tareas no rutinarias que involucraban “percepción y manipulación”, "inteligencia creativa” e “inteligencia social”. También se produjo una recesión en el número de gerentes, mientras aumentaban los trabajadores de servicios y ventas.
Las diferencias en los trabajos por género desplazaron a los hombres en favor de las mujeres, lo que provocó revueltas sociales fascistas que pretendían una recesión en las políticas de igualdad marcadas por el siglo anterior. Así, por ejemplo, la disminución del trabajo manual fue especialmente clara en la reducción durante la segunda década del siglo XXI del empleo masculino en la artesanía y oficios afines, y en los operadores y ensambladores de plantas y máquinas. Hasta que desaparecieron definitivamente en 2030, con la llegada definitiva de los robots.
-“Hi” David, me contaba la Tieta que los que no se adaptaron fueron expulsados del sistema y terminaron sus vidas confinados o en la clandestinidad. Algunos fueron los precursores de LaResistencia y las revueltas sociales que marcaron la siguientes décadas… Recordaba siempre a uno de sus líderes, Clarke Kent, que desapareció en los albores de la pandemia tras resistirse al control de los smartphones y de la iCloud.
-Sí…, eso fue hasta la GranRevolución de 2050, con el advenimiento del PartidoÚnico implantado desde LaGranFábrica. “Sorry”, Laura, no te he avisado de que he entrado en tus pensamientos. Estaba liado con el eMind. Los nuevos ManPower han cambiado la configuración y tengo que reprogramarlos con la clave global. O me quedaré sin trabajo…