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MINORÍA ABSOLUTA / OPINIÓN

Y ya puestos, un adelanto electoral

25/02/2021 - 

Mientras estamos deseando salir de este letargo vital, rogando para que reabran los bares y podamos retomar algo de vida social, aunque sea en forma de espejismo. En el ala oeste de la Moncloa, tras el éxito de las elecciones catalanas siguen moviendo los hilos para planificar su siguiente estrategia.

El artífice, Iván Redondo, experto en anticiparse y controlar los tiempos para moldear la realidad a su interés, sabe que trabajar en el medio-largo plazo es clave. Desde que Pedro Sánchez endosó la gestión de la pandemia a las autonomías, llevan barruntado la mejor manera de salir airosos y reforzados de esta crisis. Y calculadora electoral en mano, les sobran los motivos para precipitar unas elecciones generales antes de mayo del 2023.

Una depresión económica in crescendo. Lo peor, dicen, está aún por llegar. Cuando acaben los ERTES, el número de parados se estima que superará los 6 millones. La mayor crisis económica y social desde la Segunda Guerra Mundial, según la ONU.

Los socialistas están negociando en el UE que se mantengan en suspenso las reglas de ajuste durante el 2022 para no tener que hacer recortes antes del año 2023. La idea es tirar de ayudas y fondos europeos para mantener cierta paz social, aunque el déficit español vaya a duplicar la media europea.

Además, cuentan con la hibernación social que padecemos. Este bucle pandémico nos mantiene impasibles ante lo que ocurre a nuestro alrededor. Pero, aunque observemos con cierta desidia los disturbios violentos que, con el pretexto de Hasel, han incendiado las calles de Barcelona y Madrid, son un aviso de la crispación soterrada y de la fragilidad de la sociedad. Un teaser de lo que puede venir.

De hecho, el Fondo Monetario Internacional asegura que irán a más. Según su estudio “el riesgo de disturbios y manifestaciones contra el gobierno va en aumento, y sube el riesgo de graves crisis políticas que, normalmente ocurren en los dos años posteriores a la epidemia”. Prevén el pico máximo en el verano del 22.

Ante este panorama, electoralmente les interesa adelantarse antes de que el cataclismo económico reviente y las consecuencias se solidifiquen en los estratos de la sociedad y, los electores, como han hecho tradicionalmente, busquen al PP para que les saquen del agujero negro.

Además, si ya lo hizo Zapatero, aunque con un mal resultado, cómo no lo va a hacer Sánchez de subidón tras el triunfo de la operación Illa en Cataluña. Saben que bien jugado, cualquier problema se puede convertir en una oportunidad, sino ahí está su Manual de Resistencia. Para ello, lo más importante es ver la jugada y adelantarse. Además, el actual tablero político también les beneficia.

En el bloque de la derecha, Ciudadanos y el PP están relamiéndose las heridas, recuperándose del varapalo de las catalanas tras el sorpasso de Vox. Un importante golpe psicológico, veremos que alcance tendrá en unos comicios nacionales, aunque no parece factible que lleguen a liderar la derecha, la crispación y la polarización social juegan a favor de los de Abascal.

La fragmentación de la derecha, el debilitamiento del PP y una posible abstención alta dejan al PSOE en una posición aventajada.

Mientras los socialistas van mejorando en intención de voto, PP y Ciudadanos se encuentran ensimismados discutiendo sobre su fusión, o haciendo cajas para la mudanza de la calle Génova.

Pero para que tampoco puedan llegar a entenderse a corto plazo, Sánchez llega a un acuerdo con PP para renovar el Consejo General del Poder Judicial, escenificando la vuelta al bipartidismo, por lo menos, en el reparto de cromos.

Una doble jugada para alejar a Ciudadanos del PP y para cabrear a Podemos. Una más, porque las fricciones públicas entre los socios del Gobierno no han cesado.

Hasta ahora esta dinámica les ha servido a ambos para reforzarse en sus postulados. En las encuestas salen bien parados. Podemos ha visto en la estrategia de ‘gobernamos juntos, pero no revueltos’ la solución para no ser engullido por el abrazo del oso y, además, le permite mantener esa bipolaridad discursiva de ser gobierno y oposición al mismo tiempo. Y cuando la cosa se tensa mucho, pues se escenifica otra reconciliación.

Pero, evidentemente, siempre hay margen de reacción y cuando en Presidencia necesiten lo contrario, estas diferencias pasarán de ser ‘normalidad democrática en un gobierno de coalición’ a ser ‘insostenibles’. Se convertirán en la razón principal para crear un relato que justifique la necesidad y urgencia de convocar unas elecciones ante la ingobernabilidad del país.

Porque la idea es mantener el Gobierno hasta que interese y convocar entonces unos nuevos comicios. El caldo de cultivo está, y no dudo que siguiendo el pensamiento de Maquiavelo pensarán:

Pocos ven lo que somos, pero todos ven lo que aparentamos. Vale más hacer y arrepentirse, que no hacer y arrepentirse.

Pues eso, igual en un año vuelven las campañas electorales.

Y veremos si solo serán generales o si Ximo Puig se vuelve a apuntar a la jugada y adelanta las autonómicas. Un cambio de escenario que también trastocaría la convivencia del Botànic. Todo está abierto. Tras la llegada del coronavirus a nuestras vidas, ya nada es imposible.

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