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LA MÚSICA SE RESISTE A MORIR 

Zappa, el músico vanguardista que se reía de la contracultura

24/06/2021 - 

VALÈNCIA. Hay muchas razones por las que Frank Zappa (1940, Baltimore - 1993, Los Angeles) despierta sentimientos encontrados. Fue una figura admirable por su hambre insaciable de innovación; por su inveterada apuesta por las ideas propias (aunque estas le pusiesen a la contra del resto del mundo); por su compromiso radical con el arte. Al mismo tiempo, por momentos una siente cierta ojeriza por un personaje que, en hechos y palabras, se mostró a menudo extremadamente vehemente y carente de empatía. No era una persona fácil, ni lo pretendía. 

Su vida y su trayectoria resulta fascinante porque, como apunta su biógrafo “no oficial” Manuel de la Fuente, “es un personaje que explica muy bien la historia de la cultura popular del siglo XX. Participó en todas las batallas ideológicas, sociales y culturales de su tiempo, desde principios de los años sesenta, con la escena freak californiana, hasta los noventa”.

Desde el punto de vista musical, Zappa disolvió muchas barreras y abrió a mazazos muchas ventanas. No fue ortodoxo, ni como músico de rock ni como compositor contemporáneo. Prácticamente autodidacta y aun así dueño de un conocimiento muy avanzado de teoría musical y de las interioridades de la música de otras culturas, se atrevió a mezclarlo todo -blues, jazz, rock, contemporánea, electrónica, country, doo-wop- y a pasarse los géneros puros y las distinciones entre alta y baja cultura por el arco del triunfo. Siempre se movió según sus propias reglas. Toda su música estaba revestida de humor sarcástico, y nadie estaba a salvo de sus aguijonazos.

Manuel de la Fuente, profesor de Comunicación Audiovisual de la Universitat de València, lleva veinte años analizando la figura del músico, productor, director de cine y empresario norteamericano, al que debemos añadir la coletilla de “agitador cultural y político”. “Zappa no expresaba sus sentimientos, sino sus opiniones -nos dice Manuel de la Fuente-. Estudiar su música y sus entrevistas (concedió muchísimas) es un medio para explicar la historia de la censura, los conflictos con la industria musical o la deriva política de su país en distintos momentos de la historia”.

Además de la biografía La música se resiste a morir: Frank Zappa (Alianza Editorial, 2021), este experto fue el responsable de traducir al castellano la autobiografía de Frank Zappa y la que escribió después su secretaria Pauline Butcher. Además de organizar congresos y ponencias, es el autor del ensayo Frank Zappa en el infierno. El rock como movilización para la disidencia política (2006). Con toda esta literatura sobre Zappa a sus espaldas, ¿qué trae de nuevo esta biografía? “Hasta ahora solo había aproximaciones parciales a su figura -explica-. Sin ánimo ninguno de criticarlas, creo que les faltaba contexto. Además, aporto algunos datos inéditos, citas y enfoques nuevos que serán de interés para aquellos que ya conozcan en profundidad a Zappa”.

El libro tiene un estilo divulgativo y cuenta muchas anécdotas interesantes para aquellos que se introducen por primera vez en la figura del músico. Por ejemplo, sus desavenencias con la Velvet Underground, con quienes compartían sello (un relato que constata el poco entendimiento que había entre las escenas musicales de la Costa Este y Oeste a finales de los sesenta y principios de los setenta). Sus múltiples vendettas en forma de canción, como la que le “regaló” a Bowie cuando este quiso birlarle al guitarrista Adrian Belew. Es fácil detectar el manierismo con retranca de “Be in my video”, donde se mofa de canciones del músico británico como “Let’s Dance”. También es interesante conocer más detalles de la relación de altos y bajos de Zappa con su amigo de adolescencia, Don Glen Vliet, también conocido como Captain Beefheart, a quien produjo discos tan maravillosos como Trout Mask Replica (1969). O sobre cómo fue el único que creyó en Alice Cooper, cuya propuesta de rock teatral tenía en su mentor un claro antecedente. 

La ideología de Zappa

Zappa era un revolucionario, pero no de la forma que se esperaba de un músico de rock al uso. Fue muy crítico con el hippismo y pensaba que era naif e hipócrita pretender que las manifestaciones en la calle pudiesen cambiar las cosas. “Él decía que cómo podía haber contracultura en un país que no tiene cultura -apunta Manuel de la Fuente-. Era un individualista acérrimo, y por eso se escapa a todas las etiquetas. Se reía de los fenómenos contraculturales y se identificaba a sí mismo como conservador pragmático. No era un antisistema. Criticaba la gestión de los políticos en Estados Unidos, pero decía que era el mejor país para vivir. Decía que había que vigilar las políticas neoliberales porque empobrecían el sistema educativo y hacían más estúpida a la población. Para él, eso de demoler el sistema era una tontería; lo que tenía que hacer la gente era estudiar, trabajar, elevar su nivel cultural y ejercer el derecho al voto. Defendía los impuestos bajos y la existencia de un Estado poco intervencionista. Y combatía a los comunistas tanto como a Reagan. Tenía un discurso propio muy articulado. No militaba en ningún partido concreto, se situaba más bien como un señalador de la estupidez y defensor del sentido común. Su objetivo era huir de todos los dogmas y defender el espíritu crítico”. 

Si te drogas, estás fuera

Además, Zappa era probablemente el único habitante de las colinas de Laurel Canyon que no se drogaba jamás. “Su postura contra las drogas fue sostenida a lo largo de su vida, ya en pleno movimiento hippie en la California de los años sesenta. Ya en ese momento dice que los hippies son niños de papá que se dedican a ir a comunas a tener sexo, drogarse, y cuando se termina el dinero vuelven a casa. Aseguraba que la CIA les utilizaba facilitando el acceso a las drogas para que los jóvenes no combatieran el sistema. Lo mismo que se decía antes de la heroína en el País Vasco. Él defendía la legalización de las drogas y el consumo en la esfera privada, para que al menos fuese obligatorio pagar impuestos. Pero, a la hora de crear, pensaba que estar drogado te anulaba. Él exigía a sus músicos que estuviesen centrados. De hecho, despidió a varios de ellos cuando vio que no rendían al 100% . Este posicionamiento contra las drogas era muy llamativo en ese momento y es la razón por la que, en su opinión, no llegó nunca a ser verdaderamente famoso. Otra de las razones fue su burla a los Beatles”. (Su álbum We’re only in it for the money era una parodia muy descarada del Sgt Pepper’s Lonely Hearts Club Band del cuarteto de Liverpool).

Zappa ejercía la burla como estrategia de distanciamiento. Pero lo cierto es no dejaba títere con cabeza. Se metía con los Beatles en los sesenta; con la cultura disco en los 70; con Michael Jackson (“y su naricilla ridícula”) y la escena new wave en los 80. Le metía caña a todo lo que se movía, ya fuese Carlos Santana o Bowie. Por momentos, las burlas como disidencia parecen más bien rabietas similares a las de los insufribles “ofendiditos” de las redes sociales, solo que en su caso daban frutos artísticos de mucha más enjundia. Manuel de la Fuente disiente: “En realidad no se metía con todo el mundo. A los Rolling Stones los respetaba. A Bob Dylan lo parodió un poco, pero solo al principio. Él digamos que se metía con movimientos que creía que iban contra el sistema por las razones equivocadas, como el movimiento punk. Criticaba a los que dicen defender el interés general, pero que roban y solo atienden a sus intereses. Por ejemplo, se metía con la MTV por no velar por los intereses de los artistas y por no darles libertad”.

Sus grandes “amores”: Varèse y Stravinski

Su trayectoria musical, registrada en decenas de discos, tuvo muchos hitos. Desde la creación del primer álbum conceptual de la historia (Freak Out!, 1966) hasta sus colaboraciones con compositores de clásica contemporánea como Boulez o Slonimsky. “Él se consideraba un compositor contemporáneo, y de hecho antes del rock intentó dedicarse a ello. Sus mayores ídolos eran Edgard Varèse y Stravinski. Se sentía más próximo a los compositores de las vanguardias de principios del siglo XX que a los roqueros de su momento. Empezó a escribir partituras para orquesta a los 14 años, mientras que su primera canción de rock la compuso a los 22. Se dio cuenta de que para llegar a un público masivo tenía que pasarse al rock. Por eso no tenía en su repertorio canciones típicas de tres minutos, sino suites donde cambiaba todo el tiempo la melodía, el tempo y el ritmo. Zappa borraba todas las fronteras expresivas. Entendía que la distinción entre rock y clásica contemporánea era puro marketing. No le importaban los géneros, sino la expresión musical”.

Esta inclinación por la música orquestal no le impidió organizar alguna gamberrada ante el envarado público de los auditorios de música clásica. Como el playback a traición que llevó a cabo en 1984 con la orquesta de cámara E.A.R. Unit -y de la que no se percató ni el crítico de Los Angeles Times- para demostrar “que nadie se entera de una mierda en un concierto de música contemporánea”. “La escena de la música culta es un chiste -zanjaba-. Es un sistema que sobrevive a base de música cadavérica, interpretada por cadáveres para cadáveres”. A pesar de este tipo de declaraciones, “Zappa es un músico respetado en el entorno de la música clásica. Mehta y Boulez decían que era el único músico de rock al que entendía su lenguaje”.

Dueño de su propia música

Zappa peleó desde el principio por la propiedad del master de sus discos, que por supuesto producía él. Montó sus propios sellos y no tenía ningún problema en considerarse empresario, además de compositor. “Él era el jefe, el que contrataba a los músicos, cerraba los conciertos y supervisaba las fechas de lanzamiento o los diseños de las carátulas de los discos. Era el artista total. Quería controlar todas las fases del proceso creativo”. Se negaba a ceder frente a las discográficas, por eso tuvo litigios con algunas de ellas, como Warner. “Éra un empleador de músicos, a los que elegía en virtud de las necesidades que tenía en cada momento, como hacía Miles Davis. Sus obras no son colaborativas. Es la obra de una especie de dictador”.

En consecuencia, su disciplina era férrea. “Él no hacía lo típico de ensayar dos semanas y salir de gira. A lo mejor exigía cuatro meses de ensayos. Sus músicos tenían que aprenderse un repertorio de unas cien canciones, todas complicadas, y nunca les daba el set list de cada concierto, que cada noche era distinto. Lo decidía media hora antes de la actuación. Quería que cada noche fuese una experiencia única para el espectador. Fue el primero que hizo performances con público; sus conciertos mezclaban surrealismo, dadaísmo, vodevil. Grupos como The Residents primero, y Mr. Bungle después, tomaron nota claramente de este enfoque.

Otra peculiaridad de Zappa tenía que ver con su modus operandi para la grabación de discos. Lo habitual es lanzar un disco y salir de gira a promocionarlo. Él, sin embargo, escribía canciones que después estrenaba en conciertos, que siempre grababa. Paralelamente, publicaba discos en los que utilizaba canciones de distintos directos. Les incorporaba después todo tipo de sonidos y extractos de conversaciones con sus músicos y entrevistas con medios de comunicación. “En su discografía no hay distinción entre álbumes de estudio y directos. Todo se combina. La idea de fondo siempre fue romper las expectativas del oyente”. 

Zappa murió de cáncer de próstata muy joven, a los 52 años. Si siguiese vivo tendría 81 años. ¿Cómo sería en 2021? ¿Habrían encontrado un límite sus ansias constantes de producir, innovar y provocar? “Él siempre se adhirió a las innovaciones tecnológicas, y tenía visión de futuro -apunta Manuel de la Fuente-. En los 80 presentó un proyecto a un empresario para distribuir canciones a través de la televisión y la conexión telefónica. Lo único contra lo que sí estaba muy en contra fue la piratería”. En los noventa, después de que el FBI desoyera sus denuncias por la venta de bootlegs (copias ilegales) de sus discos, decidió contraatacar, publicando él mismo discos no oficiales sin cambiar la caratula. Con Zappa no se juega.

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