Los países europeos carecen de una visión común sobre los riesgos para su seguridad. Mantienen, además, criterios y formas distintas sobre cómo abordarlos. De todo ello se desprende la paralización de hecho de la creación de estructuras operativas de seguridad y defensa. La invasión de Ucrania parece haberles despertado del amodorramiento. Incluida España.
La guerra nos ha pillado con las manos en la masa de la elaboración de la llamada “Brújula Estratégica” cuyo propósito es dirigir y orientar la seguridad y defensa europeas en los próximos diez años. Llega tarde. Coincidiendo con el despliegue de unidades militares rusas en la frontera con Ucrania frente al que no parece que se supo cómo actuar ni si procedía, de alguna forma, responder.
La Unión Europea, sus países miembros, sigue aferrada a los tráficos mercantiles y los gobiernos aparecen anclados en la necesaria recuperación y los fondos repartibles, sin enterarse del todo de qué va la fiesta pese a los avisos de amenazas que se producen y sin adoptar acciones que le distingan como “proveedor de seguridad” sin la cual no existe progreso posible.
Por enésima vez se ha propuesto la creación, esta vez para 2025, de una unidad con capacidad de despliegue rápido compuesta de cinco mil militares. Esta medida ya fue objeto de consideración y debate en la Asamblea Parlamentaria de la Unión Europea Occidental (UEO) de la que formé parte asumiendo una Presidencia de Comisión (Técnica y Aeroespacial) a la que me referiré.
Es suficiente una mención a la composición de las llamadas” amenazas híbridas” para cerciorarnos de a qué nos estamos oponiendo cuando hablamos de garantizar nuestra seguridad. Las mismas entrañan una combinación de posibles ataques biológicos, químicos, nucleares, conflictos armados, ciberataques, espionajes, presión económica, desestabilización macroeconómica y comercial, terrorismo contra estructuras estatales…y otros.
Me atrevo a decir que si indagamos en los Presupuestos públicos y, más allá, en los debates que los partidos de aquí mantienen, no apreciaremos idea alguna de riesgo ni de prevención del mismo que nos permita confirmar que los responsables políticos mantienen la prioridad de su atención en las personas y en sus derechos.
El respeto del Derecho del mar y de un orden internacional basado en normas, siendo importantes, es lo único que prácticamente se propone la UE en sus diálogos con China. Ocasión perdida para centrar el diálogo con este país precisamente en las materias preferidas por Bruselas: la economía.
Las amenazas emergentes son, en mi criterio, las que deberían ocupar la mayor parte de la atención política de la Unión Europea junto con las relaciones con la OTAN que nunca han sido satisfactorias cuando se trata de resolver un conflicto de forma multilateral.
Americanos y europeos, según encuestas anteriores al 9S, coincidían, con acierto, en que el futuro iba a ser un “lugar más peligroso” (more dangerous place). Sin embargo, diferían en la percepción de las previsibles amenazas.
Para los europeos los mayores riesgos los constituían el ataque nuclear, el narcotráfico, la desestabilización macroeconómica y los medioambientales. Para los americanos, en cambio, la mayor amenaza provenía del cibervandalismo contra sus estructuras comerciales.
Hace años se pensaba, por otra parte, que los Estados debían ser los verdaderos guardianes de la seguridad porque las amenazas se producían de forma territorializada. Esta concepción tradicional de la defensa ya no se sostiene pese al caso de Ucrania provocado por un desequilibrado a quien, debo decir, ayudamos los europeos en sus sueños imperiales aceptando que era un personaje “pragmático” (The Economist): La invasión de Polonia por Hitler ya no era el caso. El Estado de Bienestar se comparte entre Estados, la interdependencia se universaliza y, quiérase o no, la identidad colectiva se intercomunica. El Estado ha dejado de ser el paraguas protector de las amenazas exteriores cualquiera que sea la forma que adopte.
La demostración del poderío nuclear mediante la práctica de ejercicios militares llamados de “disuasión nuclear” las llevan a cabo tanto Estados Unidos como Rusia. En este último caso hasta la misma víspera de la invasión de Ucrania y mediante la llamada Operación Trueno (Grom) y los americanos hasta unos meses antes con el mismo nombre (Thunder). Mientras Europa mueve la cabeza a derecha e izquierda como si de un espectador de un partido de tenis se tratara.
Sólo he querido subrayar una mínima parte de los nuevos peligros que acechan vidas y civilizaciones y la consiguiente necesidad de que quienes nos gobiernan prioricen debidamente sus obligaciones. Es de orden sarcástico llegar a pensar que las armas nucleares son la mayor garantía de la paz mundial cuando constituyen su principal amenaza.
Demasiadas veces el afán político por innovar suprimiendo lo existente se impone sobre el más racional de mejorarlo. Es la extendida pasión que oscurece el sentido común de quienes gobiernan por pasar a la historia aunque sea en letra pequeña. Nada se innova sobre el vacío.
Terminada la segunda guerra mundial asistimos a la creación de organizaciones e instrumentos internacionales orientados hacia la cooperación evitando hegemonías de unos sobre los otros. En este escenario fue creada la Unión Europea Occidental (UEO) en el año 1948, que asoció a 10 países miembros (España entre ellos), 6 asociados, 5 observadores y 7 países socios.
La UEO hasta su disolución en 2011 fue una organización europea de defensa y seguridad, pasando a integrarse en la Unión Europea sin que esta, en la práctica, haya asumido de verdad todas sus funciones.
Una nota personal: La presidencia que ostenté de su Comisión Técnica y Aeroespacial me permitió, al frente de una delegación de 20 parlamentarios de otros países, adentrarme en la burocracia china de la Dirección General para Europa para plantear las posibilidades en “empresas mixtas” con las azulejeras castellonenses. De lo que di cuenta a ASCER. No fue fácil, entre otros motivos por los obstáculos puestos por el Embajador de España. Habrá que contarlo.
El autor, Paco Arnau fue diputado y senador socialista por Castellón.