VALÈNCIA. Empecemos dejando las cosas claras. Tú, persona adulta que estás leyendo esto, no eres tan importante como crees. No eres la medida de todas las cosas ni el centro del mundo. Tampoco tienes que ser siempre el protagonista. Ala, ya lo hemos dicho. De hecho, hay universos creativos que no te tienen a ti como referencia suprema. Efectivamente, hablamos de la literatura infantil y juvenil, en el que los amos y señores son esas personas con pocos años acumulados en el DNI. El pasado dos de abril se celebró el Día Internacional de la LIJ, así que aprovechamos la efeméride para esbozar una radiografía sobre esta parcela literaria. ¿Crees que esos libros solo pueden ser disfrutados por niños y adolescentes? ¿Piensas que la LIJ se reduce a un cúmulo de cursiladas azucaradas? ¿Consideras que el tema solo incumbe a quienes tienen a un cachorro de humano a su cargo? Pues desde Castellón Plaza tenemos una mala y una buena noticia para ti. La mala es que eres un equivocado de la vida, la buena es que gracias a los siguientes párrafos podrás salir de tu error. ¡Suerte!
Arrancamos con un minuto y resultado del sector. Y lo hacemos de la mano de Lirios Bou, autora de Ramiro el boxeador (Andana). “La situación actual de la LIJ me genera sentimientos encontrados –confiesa–. Me preocupa cierta tendencia a instrumentalizar los libros infantiles, a que ‘sirvan para algo’. Cada día me encuentro más cuentos para que los niños coman verduras, dejen el chupete, usen el orinal, gestionen el enfado... Puedo entender que crezca ese mercado porque es evidente que los libros infantiles tienen un gran poder didáctico y los adultos nos beneficiamos de ello, pero no creo que debamos ofrecer este tipo de libros como literatura”. Y es que, para la ilustradora, la LIJ debe ser sinónimo “de risa, disfrute, aventura. Si nos encontramos alguna enseñanza por el camino, genial. La parte positiva es que hay editoriales como Blackie Books, que avanzan en la dirección contraria: apuestan por el humor y las historias gamberras”.
Al aparato, Juan Romero, editor en Litera y con un diagnóstico más optimista sobre este negociado: “En los últimos tiempos ha habido una explosión y una expansión del álbum ilustrado, que se ha normalizado a todos los niveles: lectores, bibliotecas y escuelas los han incorporado a sus fondos. También está creciendo el cómic, que ya ocupaba un papel en el ámbito adulto, y ahora lo hace también en el infantil y juvenil…”. Por su parte, Mercè Pérez, responsable de Sembra Llibres, destaca tanto las piezas “de autores en catalán que están renovando el canon” como las traducciones de autores extranjeros “que han tenido mucha repercusión en sus países. Además, hay mucha más diversidad en cuanto a personajes, pero de una forma natural, no forzada. Y se está publicando mucha LIJ no destinada exclusivamente al mundo escolar”.
Delimitadas las coordenadas de este terreno, toca hacer un registro de los riesgos que acechan en el horizonte. Para ello, consultamos a Mar Benegas, escritora, formadora y especialista en poesía infantil y LIJ, destaca “la necesidad de blanquear todo lo referente a la infancia, alejarla de peligros imaginados, protegerla de palabras, enfermedades, muerte, violencia... Por suerte, resiste la literatura de combate, libre, insurrecta, provocadora, juguetona y profunda”. El problema, continúa, es que “la mayoría de personas que median entre el libro y la infancia no reciben una formación específica. Tener criterio es una decisión consciente que requiere de voluntad, esfuerzo y disposición para romper esquemas”.
En la misma línea, Lirios Bou señala dos peligros que asoman las orejas. El primero, “la censura (y la autocensura) y la tendencia a subestimar la capacidad intelectual de la infancia. Lo hemos visto con la iniciativa de eliminar ciertas cuestiones de las obras de Roald Dahl”. ¿Y el segundo? Pues “dar pasos atrás en cuanto a la calidad literaria y la riqueza léxica en la LIJ por ese miedo incomprensible a que los niños no lo entiendan. Recuerdo leer de pequeña preguntando constantemente a mis padres el significado de las palabras, o subrayar las que no entendía para buscarlas en el diccionario. Eso es lo que enriquece el cerebro de un niño”. Precisamente respecto al affaire Dahl se pronuncia también Romero: “como editor me parece bien que ese debate se esté dando. Considero que no hay que tocar los textos del Dahl, pero no podemos seguir editando sin tener en cuenta los cambios sociales que se están dando. Ahí hay un debate muy interesante que, si se hace en buenos términos, será provechoso para todos”.
Para algunos, la LIJ constituye un magma de obras ñoñas y planas, moralinas encuadernadas e historias aleccionadoras. ¿Cómo combatir esas creencias que reducen una galaxia literaria a unos cuantos tópicos almibarados? Abre fuego Pèrez. “hay una serie de obras que refuerzan esas ideas de ‘literatura con valores’ o literatura ‘para hablar de’. Esto todavía existe con éxito, así que hay que plantearse que hay un público que lo demanda. Pero también hay muchos títulos que huyen de esas etiquetas y ofrecen lecturas que pueden entender lectores de distintas etapas, que les pueden interpelar y con las que se pueden identificar”. Así, cada vez más, se buscan volúmenes que “si abordan temas ‘pedagógicos’, lo hacen envueltos en una escritura de calidad. Hay títulos con los que el profesorado puede introducir debates al aula y eso también es positivo. Con la literatura enfocada a los adultos también pasa: te lees un libro y sacas de él reflexiones”.
Su opinión rima con la de Bou, quien señala que en la mente de los adultos sí pervive la idea de la LIJ como bosque de la piruleta empalagosa, “pero los niños y niñas saben que no es así. El humor está ganando a la ñoñería. Respecto a los libros aleccionadores... es complicado. Resulta maravilloso que se traten temas profundos en la LIJ y que inviten a reflexionar, pero esa ‘enseñanza’ nunca puede estar por encima de la calidad literaria ni del disfrute del lector. Las historias pueden hablar de ciertos temas y transmitir ciertos valores sin que escondan una lección moral o una reprimenda. Los niños y niñas están preparadísimos para llegar a sus propias conclusiones”.
Y ahora, turno para una reivindicación histórica de esos libros que toman a las personas pequeñas como centro de gravedad permanente: la falta de reconocimiento social, mediático e institucional. ¿Sigue la LIJ arrinconada en lo que a prestigio público se refiere? Para Romero, la respuesta es un ‘sí’ del tamaño de la Patagonia: “se considera que la literatura para adultos es ‘la de verdad’, la de Primera División, y la infantil y juvenil se sigue viendo como una Segunda División. Solo hay que ver las diferencias entre el Premio Cervantes y el Cervantes Chico. Incluso autoras y autores de LIJ que venden un montón no reciben el reconocimiento público”.
Benegas también lo tiene claro como el agua más cristalina: “si la comparamos con otros sectores de la industria editorial sigue siendo la hermana pequeña: no se la valora en prensa, no hay repercusión más allá de los límites de su propia realidad... Mientras no se valore a la infancia, se menosprecie todo lo que tiene que ver con ella y con los cuidados, seguiremos con el mismo problema”. Así, aunque hay muchas autoras dedicadas la LIJ, “ni de lejos se encuentran en el mismo lugar que alguien que escribe para adultos. De hecho, se lanzan colecciones ‘para la infancia’ con la premisa de ser literatura ‘de verdad’ porque la escriben autores de narrativa de adultos, como si la LIJ fuese literatura de fogueo”, lamenta la poeta, en cuya hoja de servicios figuran títulos como A lo bestia (Litera) o ¿Qué soñarán las camas? (Libre Albedrío). Como prueba, Romero lanza un reto: “¿Cuánta gente fuera del sector es capaz de nombrar a varios autores de LIJ?”.
En ese sentido, Pèrez critica que, pese “al gran esfuerzo” de editoriales, librerías y biblioteca, “todavía queda mucho prejuicio por romper: en la prensa en general no se suele hablar de LIJ excepto en momentos puntuales. Ya en esa etiquetas de qué se engloba en libros para adultos y qué no hay un prejuicio: los álbumes ilustrados y la literatura juvenil pueden ser para todas las edades”.
Y aquí la responsable de Sembra introduce otra derivada: si ya la literatura para chiquillos recibe poco foco, la que toma como unidad de medida los vaivenes juveniles se encuentra casi en el ostracismo. “Muchas campañas públicas están enfocadas a ‘primeros lectores’ y dejan de lado a la audiencia adolescente. Es una etapa complicada: la mediación se ha de hacer de forma diferente que la destinada al público infantil, se tiene acceso a otras propuestas de ocio... En cualquier caso, existe la falsa creencia de que los adolescentes no leen, pero las últimas estadísticas lo desmienten. La juventud lee, pero hay que ver qué historias les interesan y les atraen”, defiende.
Cerramos esta expedición a las cuatro esquinas de la LIJ con Mar Benegas, quien recuerda que, sea cual sea el tamaño del lector, la literatura constituye “un espejo en el que se refleja el mundo, pero también una ventana por la que podemos asomarnos a otros lugares. No conozco una herramienta más útil para ofrecer luz a las zonas oscuras. Pero también para hacerse preguntas, identificarse, regocijarse, jugar... Todo lo concierne a la vida queda reflejado en los libros”.
Como bola extra, un atraco a mano armada: hemos pedido un puñado de recomendaciones que naveguen en las aguas de la LIJ. Aquí van:
Mercè Pérez
“Jason Reynolds es uno de los autores más importantes de la literatura juvenil en Estados Unidos y aquí están teniendo muy buena acogida libros suyos como Pàtina, Ghost o Tot per l’aire (Sembra). Sus obras no infantilizan, sino que recurren a la ironía y el humor. Habla de temas complicados, como el racismo, el clasismo o la enfermedad, pero desde una visión muy fresca. También recomiendo Com la bogeria em va explicar el món, de Dita Zipfel y Rán Flygenring (L’altra tribu).
Por otra parte, están autoras como Muriel Villanueva, que lleva muchos años trabajando en el campo de la literatura juvenil. O Mercè Climent con No hi havia a València…(Sembra), una obra innovadora que ha sido un éxito. Además, Indòmita ha recuperado El castell ambulant, de Diana Wynne Jones, un libro importantísimo de la literatura que no estaba en catalán. También destaco el trabajo de Mai Més con M de monstre, de Talia Dutton, un cómic con temática LGTBI”.
Mar Benegas
-Cuando la muerte vino a nuestra casa, de Jürg Schubiger y Rotraut Susanne Berner (Lóguez Ediciones).
-Pippi Calzaslargas, de Astrid Lindgren.
-44 poemas para leer con niños, de Mar Benegas (Litera)
Lirios Bou
-Ana y Froga, de Anouk Ricard (Blackie Books). “Soy fan de este cómic. Un dibujo fresquísimo y un humor maravilloso, apto de 0 a 100 años”.
- “Cualquier álbum ilustrado de Benji Davies. Sus historias son pura poesía y, gráficamente, una obra de arte”.
- Caperucita Roja, Verde, Amarilla, Azul y Blanca, de Bruno Munari y Enrica Agostinelli (Anaya). “Un clásico que descubrí hace muy poquito. Son cinco relatos cortos que versionan Caperucita Roja situándola en nuevos escenarios y jugando maravillosamente con los colores”.
Juan Romero
“Un clásico fundamental es Gianni Rodari. Me parece maravilloso y siempre está bien reivindicarlo. También recomiendo a Rocio Araya, una ilustradora cuyo trabajo me parece increíble. Y, por supuesto, a Mar Benegas”.
Asegura sentirse afortunada, ya que siempre ha podido vivir de las palabras. Periodista, escritora y correctora literaria, Irene Genovés (Valencia, 1974) aprendió muy pronto a compaginar su carrera como reportera con la escritura para niños, con más de medio centenar de relatos publicados en los proyectos educativos de la editorial Santillana. Ahora acaba de salir a la luz su primer libro infantil en solitario, De Tutucán a Cantutú, un viaje al mundo de la imaginación «para todas las edades»