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reflexionando en frío / OPINIÓN

Alguien llamó a Soler y a Bielsa

6/02/2024 - 

Hemos pasado del dóberman del PSOE de 1996 al chihuahua de 2024. Alejandro Soler y Carlos Fernández Bielsa parecían decididos a disputar la secretaría general del PSPV. Se habían dado su respectivo baño de masas. Estaban calentando para el combate, convirtiendo sus defectos en virtudes, sus puntos débiles en los fuertes; preparados para todo, asimilando aquello que decía Rocky de que lo importante no son las veces que te golpean sino las veces que te levantas. Habían considerado cada uno de los frentes, todos menos el de una llamada de Ferraz; ese telefonazo desde Madrid se convirtió en su kriptonita, en el derechazo que les tumbó en la lona perdiendo por KO frente a Diana Morant. Todo el carácter, la euforia acumulada, la bravura de la que ambos estaban haciendo gala se evaporó ante un leve sonido de su móvil que les avisó de que les reclamaba Santos Cerdán. Los instintos renovadores quedaron neutralizados, se les había quitado el apetito, el hambre de comerse el mundo, los impulsos depredadores del dóberman mutaron en ladridos inofensivos de un chihuahua.

Qué tendrán las ondas telefónicas que tan solo con una llamada se puede convencer a alguien de que la idea que creía genial era en realidad un disparate. Un toque a tiempo es capaz de intimidar hasta tal punto de arrepentirte de lo que has dicho o hecho horas atrás. El presidente de Castilla La Mancha, Emiliano García-Paje, se confesó a gusto con los barones del Partido Popular en una conversación de corrillo que estaba grabada por un Gran Hermano, y al día siguiente, cuando se abalanzó todo el PSOE en tromba contra él, compareció ante los medios como si le hubieran sentado mal las migas que había comido la jornada anterior; alguien le puso en vereda, recibió algún telefonazo coaccionador que le desfiguró el semblante. El arrojo inicial se convirtió en timidez, habían castrado toda virilidad de la que siempre hace gala. Se estaba dando cuenta de que había metido la pata, ahora tocaba trabajar en el gabinete de crisis, rectificar y destacar que estaba de acuerdo con el 90% de lo que hace el Gobierno de Pedro Sánchez. 

Se dice aquello de "cuerpo a tierra que vienen los nuestros" porque los miembros de los partidos políticos son los que más se irritan cuando otros colegas toman determinadas decisiones o iniciativas internas. Cuando estaba en Ciudadanos, un compañero de partido me ofreció acompañarle como el segundo de a bordo en una ejecutiva de una agrupación local. Yo acepté encantado. Al enterarse cierta camarilla, me quemaron el teléfono a llamadas para decirme que no aceptase la propuesta; sentía que veían como una amenaza mi enrolamiento en una candidatura no oficialista. Si a mí me presionaron para no formar parte de una estructura de un órgano con menos capacidad ejecutiva que una junta vecinal, qué no harán cuando está en juego una influencia real. Creo que ya conté en una ocasión cómo defenestraron a un profesor de Universidad con un currículum impecable cuando se presentó a las primarias a las elecciones europeas en contra del criterio del aparato; lo condenaron al ostracismo absoluto frustrando cualquier aspiración de ocupar puesto alguno en una lista electoral.

El cáncer de la política española es que no vivimos en una democracia sino en una partitocracia. No debería haber ningún problema en que haya disputas sanas en los partidos políticos. El miedo se ha apoderado del aparato del PSOE, temerosos de que las vanidades de unos y de otros hiciesen saltar por los aires la estructura. Bielsa y Soler se han amilanado porque son fieles a las siglas, García Paje se ha arrepentido en sus adentros de su pataleta contra Pedro Sánchez porque su corazón socialista le ha despertado cierto remordimiento de conciencia. No se enteran de que el partido no es un fin en sí mismo sino un medio con el que cambiar las cosas. El partitocentrismo explica que a la hora de la verdad priorizan el interés particular de sus siglas al del interés general; da sentido al peloteo los que se apresuran en subir fotos con Diana Morant cuando hace semanas cerraban filas entorno a Soler.

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