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la nave de los locos / OPINIÓN

Amargo cáliz para Albertiño

Foto: Eusebio García del Castillo/EP

A los héroes que combaten la dictadura lingüística en Cataluña

El discreto Alberto sigue emperrado en forjarse una imagen de político centrista y moderado. El gallego templa gaitas con el nacionalismo. Lo fía todo a la economía. No quiere batallas culturales. Le van a faltar votos

26/09/2022 - 

La política, como la vida, te obliga a elegir. El líder de la oposición pudo estar en Barcelona hace una semana, acompañando a los miles de manifestantes que defendían sus derechos civiles, pero eligió presidir un cónclave de su partido en Toledo, a 689 kilómetros de la Ciudad Condal.

La estrategia política, o simplemente una decisión táctica, prevaleció sobre la defensa de los principios. No quería otra foto de Colón y no hubo tal foto. En su lugar mandó a Cuca, la mujer que nos hace añorar a Cayetana.  

“El discreto Alberto es un huevo sin sal que aspira a la presidencia del Gobierno. Puede que le salga bien la jugada”

Se equivocó el discreto Alberto al no ir a Barcelona. Erró el tiro. Esos miles de héroes que salieron en defensa del castellano en Cataluña necesitaban su presencia. Quien se ofrece como alternativa al Gobierno ominoso debería haber estado a su lado, haciendo suya la lucha contra la dictadura lingüística impuesta por el nacionalismo reaccionario, clasista y totalitario. Pero el discreto Alberto eligió el camino más cómodo para no comprometer su imagen de político centrista, centrado y centrante. Un huevo sin sal que aspira a la presidencia del Gobierno.

¿Puede un huevo sin sal ser presidente en esta España en descomposición? Puede serlo, sin duda. Las cosas están tan rematadamente mal —y peor que se van a poner según los cuervos de la economía— que hasta un tipo soso e insípido como el señor Feijóo podría concitar una mayoría social para ganar el poder. Y en ello está, y es posible que le salga bien la jugada porque el Sistema que permitió gobernar al perverso Dorian Gray apuesta por un cambio para que todo, salvo la economía, siga igual. Las élites españolas, que ponen y quitan gobiernos, son gatopardescas sin haber leído a Lampedusa.

¡No es sólo la economía, estúpidos!

La derecha finolis aspira a reeditar el éxito de Rajoy en 2011, que fue posible gracias a la crisis iniciada tres años antes. Pero aquella pantalla ya pasó. Han sucedido muchas cosas desde entonces —entre ellas, un golpe de Estado y el encierro ilegal de todo un país— como para que nos conformemos con otra reforma fiscal que, dicen los muy ladinos, nos llenará los bolsillos. Acabará siendo calderilla porque las promesas del PP siempre esconden alguna trampa. ¡No es sólo la economía, estúpidos! Es toda la agenda legislativa de ingeniería social de este Gobierno infame la que muchos españoles pretendemos ver enterrada. Y esas leyes —memoria democrática, aborto, ‘trans’, eutanasia, educación, etc. — no se tocarán en lo esencial. Rajoy pudo hacerlo y no lo hizo. Con su sucesor ocurrirá lo mismo.

Foto: David Oller/EP

Y cuando los conservadores hayan saneado la economía, en lo que demuestran una eficacia encomiable, todo hay que decirlo, los volverán a desalojar del poder de cualquier manera, quizá con otro atentado organizado por los servicios secretos de potencias cercanas. Se podría decir de nuestros conservadores lo que pensaba Borges de los peronistas: que son incorregibles. No aprenden. Son los capataces que le guardan la finca a los señoritos hasta que estos vuelven de sus vacaciones. Ese es su papel subalterno en el Régimen del 78.

Los judas de la chapela

La vida, como decía antes, obliga a elegir. La esperanza blanca de la derechina ha escogido como aliados a los judas de la chapela y a la sórdida burguesía catalana que el 1 de octubre de 2017 puso una vela a Dios (España) y otra al diablo (independencia). Albertiño, ingenuo o cínico, busca sumar “catalanistas constitucionalistas” a su proyecto templado. Que siga buscando. Se desconoce si queda alguno en una población de siete millones y medio de habitantes. Otra ocurrencia es su apelación a la “cordialidad lingüística”, cuando lo que debería hacer es cumplir la ley hasta las últimas consecuencias, incluida la aplicación del 155, en el caso de ser presidente.

Con seguridad muchos de los catalanes que se manifestaron en Barcelona el 18 de septiembre se sintieron defraudados con la ‘espantá’ del gallego. Yo también comparto esta decepción, como tantos otros ciudadanos que consideran inaceptable la persecución y el arrinconamiento del español en algunas regiones bilingües.  

Si el señor Feijóo sigue cortejando al nacionalismo en su eterno viaje al centro (¿de dónde vendrá?), le aconsejo que eche mano de su experiencia de gestor y saque la calculadora. Le hará falta. Es posible que no le salgan los números, y el día de la investidura le falten votos para ser presidente. Eso le obligará, lo quiera o no, a beber el amargo cáliz de negociar con el partido maldito de Santi el Asirio, algo decaído en los últimos tiempos. Sería delicioso que al final se diese esa fascinante circunstancia.

Foto: E. PARRA/EP

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