¿Son necesarios el método y el excel para que tu proyecto artístico se haga realidad? ¿Puede un exceso de monotonía marchitar la inspiración? ¿Qué horarios tiene el ‘cole’ de los oficios culturales?
VALÈNCIA. Lo silban los tubos de escape, los árboles, los timbres, las sillas de oficina, los supermercados. Es el mantra oficial de septiembre; maldición para algunos, reconfortante salmo para otros. El conjuro con el que decimos adiós definitivamente a la temporada estival. Encuentres en ella tedio o refugio, estamos ya instalados en la manoseadísima ‘vuelta a la rutina’. Y, sin embargo, cuando hablamos de creatividad y oficios que chapotean en la producción cultural, no parece que el campo semántico de la costumbre, el hábito y el horario metódico sea lo primero que se nos viene a la mente. ¿Se trata de un prejuicio o son dos realidades que no acaban de empastar demasiado bien? Solo hay una manera de descubrir cómo se relacionan monotonía, calendarios y prácticas artísticas: preguntar a quienes las transitan.
Empecemos por el principio: identificar qué papel ocupan las rutinas diarias en las necesidades de los oficios creativos. Al cuarto propio y el vil metal, ¿debemos sumarle un reloj y un excel? Spoiler: no hay acuerdo al respecto ni manuales infalibles, tan solo un puñado de experiencias esperando a ser taxonomizadas.
Abre fuego la diseñadora gráfica Pilar Estrada: “soy bastante caótica en ese sentido y, aunque mi horario de vida está muy marcado, mi rutina laboral no lo está para nada. Puedo pasarme horas y horas mirando Photoshop o Indesign sin ser capaz de sacar nada en claro y luego, de golpe, tienes un momento de lucidez y realizas las tareas de esa semana en 10 minutos. Al final, eso es una forma de trabajar que va con tu personalidad, cada profesional es un mundo”. En el otro extremo del ring, armada con un puñado de lápices, está la ilustradora Laura Díez, quien subraya que crear exige “una gran energía y, para lidiar con ello, es mucho mejor mantener una rutina, es decir, un día a día único, que se repita al gusto del artista, pero regularmente. La perseverancia, el fallo, el volver a intentarlo una y otra vez son necesarios. Las grandes ideas surgen de transformar un error en una genialidad. De hecho, cometer errores supone una liberación, porque es condición necesaria para que suceda la creatividad”.
La escritora, periodista y docente Lourdes Toledo incorpora aquí otra derivada en cuanto a disciplina y tenacidad se refiere: “si realmente quieres sacar adelante tus obras, es esencial evitar interrupciones. En la actualidad, es muy difícil concentrarse por todos los estímulos a los que nos vemos expuestos. Yo llego al punto de desconectar el teléfono y aislarme de todo para escribir”. Por otra parte, la autora de libros como Amèrica endins (Bromera, 2019) o La inquietud (Pagès, 2021), diferencia entre distintos tipos de actividad textual: “cuantos más encargos periodísticos realizas, aunque en ellos puedas ser muy creativa, menos energía te queda para proyectos literarios más personales; es importante encontrar un equilibrio”.
Por su parte, el dramaturgo y director Jaume Policarpo, fundador de Bambalina Teatre Practicable, propone una enmienda a la totalidad: “nunca utilizaría la palabra rutina en referencia al trabajo creativo. Perseverancia, quizás. Insistencia. Voluntad. Rutina parece llevar implícita una idea de repetición, monotonía y disciplina. Conceptos todos, que desde mi punto de vista, asfixian la creatividad. El arte surge de lo imprevisto. Le puedes decidir dedicar un tiempo concreto y regular, pero eso no tiene nada que ver con la rutina. Cada pequeña ramificación de tu imaginación te lleva a un lugar nuevo y desconocido que debes capturar y comprender para conseguir que tu obra siga creciendo”.
Pero, ojo, que nos quedaba otra vuelta de tuerca, pues el escultor y artista plástico Cristian Gil, enfoca la rutina como “un proceso metodológico estructurado y continuado en el tiempo que nos puede ayudar a mantener la mente activa. Es decir, cuantos más estímulos creativos incorporemos a nuestra producción, más amplio será el abanico de posibilidades que nos permita identificar y darle forma a lo que queremos transmitir. Por mucho que queramos idear una obra en dos días, si la mente no está preparada, quizá no salga nada que nos convenza”. Eso sí, aclara que “no de las mejores rutinas salen siempre los mejores proyectos. A veces de cualquier imprevisto o contratiempo surge la inspiración. Aun así, los procesos metodológicos nos pueden ayudar a dar coherencia y significado a esas ideas que no son premeditadas”.
Una vez esbozado el pulso entre costumbre e iniciativa artística, el roedor cotilla que habita en nosotros quiere ir más allá. Ansiamos saber qué rituales practican y qué cotidianidades atraviesan nuestros creadores. Primera parada: los biorritmos. “Suelo levantarme temprano. Eso me ayuda a organizar el día y a acumular energía que después voy liberando a lo largo de la mañana (además me ayuda a mantener una disciplina los días flojos) – explica Díez—. Las siestas son de gran ayuda, dormir un poco regenera las ideas, para mí el descanso puede ser igual de importante que el trabajo. De vez en cuando dibujo de noche porque lo encuentro inspirador, pero reconozco que no es posible mantener ese hábito como rutina, simplemente porque al día siguiente necesitas seguir en el mismo buen estado que lo dejaste la noche anterior”. Una senda que, de nuevo, va en dirección contraria de la que emprende Estrada: “dentro de mi proceso creativo no tengo una rutina concreta, sino que me van surgiendo ideas y las voy ejecutando. Creo que esto viene por el simple hecho de que consumo mucho material audiovisual, así que siempre hay algo ahí dando vueltas. Lo que sí intento es encontrar un rato al día para desconectar de todo, porque cuando tu profesión se convierte en el 100% de tu vida, el cerebro se colapsa”.
Por su parte, Policarpo apuesta por un tratamiento intensivo de la inspiración, una zambullida total en el acto artístico: “cuando me pongo a escribir, escribo todos los días hasta que acabo la obra. Si sufro una interrupción me cuesta muchísimo volver a conseguir el estado de concentración necesario para poder continuar. Por eso intento evitar las paradas. Cuando ensayo sigo un calendario y un horario a los que obliga el trabajo en equipo. Cuando pinto, dibujo o diseño me dejo llevar y el proceso me posee. No es nada rutinario, es un no poder parar”. De hecho, admite que le resulta imposible compaginar propuestas creativas: “tengo que acabar un proyecto para empezar otro y siempre establecer un periodo de comprensión y asunción de la pieza antes de poder plantear la siguiente”.
Al aparato Toledo para agitar un asunto clave para abordar el arte y sus periferias: la pulsión creativa. “Cuando tengo una idea que lleva días rondándome la cabeza, hay un momento en el que el cuerpo me pide sentarme y ponerme a desarrollarla, es algo muy impulsivo –explica–No soy muy metódica: tengo identificados ciertos lugares que me ayudan mucho a trabajar, pero en realidad, puedo escribir en cualquier sitio y momento”.
Igual que regarlas demasiado acaba por matar a tus plantas (cosa que cualquier jardinera doméstica ha aprendido a base de involuntarios homicidios vegetales), ¿un exceso de rutina puede también marchitar la creatividad? ¿Se resiente el arte cuando depende demasiado de un reloj? Y en ese caso, ¿cómo evitar la pochez de los tiempos tasados y la repetición de gestos? Gil lo tiene claro, “como en cualquier cosa, por mucho que nos apasione algo, siempre es necesaria una pausa, un respiro. También aquí. Pero esto no es malo, al revés, puede ser enriquecedor porque en cualquier parte encontramos algo que nos estimula y que necesitamos contar mediante la producción plástica. La creatividad nunca está de vacaciones”.
Turno para Díez, quien, como ilustrar, considera que una sobredosis de costumbre puede provocar, entre otros efectos secundarios, “que se te vicie el trazo, lo cual no es muy agradable porque parece que dibujes siempre lo mismo”. Identificada la dolencia, buscamos soluciones, como “retomar un hobby que siempre te ha gustado o volver al libro o serie que te apasiona. Para tener ideas también es bueno nutrirse de ellas, entender cómo funcionan otros campos culturales. También ayuda a evadirse tener proyectos personales, que son espacios donde equivocarse y dejarse fluir”. En el caso de Toledo, señala “el encuentro con lo inesperado” como una de sus mayores fuentes de inspiración. Y claro, para ello resulta imprescindible fugarse temporalmente de la monotonía “y mirar con ojos nuevos lo que te rodea. Para escribir hay que observar mucho- En ese sentido, los viajes pueden ser muy inspiradores, pues rompes con tus automatismos diarios”.
A veces es la propia naturaleza del proyecto la que dinamita esa dictadura de la inercia y el método. Así le sucede a Estrada: “mi profesión también se desarrolla a pie de calle. Eso me ayuda mucho porque cuando estoy en un evento preparando, por ejemplo, la señalética, salgo de mi área de confort, dentro de casa, donde me siento más a gusto porque tengo mi ordenador, mi mesa, mi gato… Es mi espacio seguro, pero cuando estoy fuera me doy cuenta de que hay vida más allá del ordenador. Tras una semana trabajando en la calle, cuando vuelvo a la pantalla me doy cuenta de que estoy fresca, más ágil mentalmente porque he salido del bucle, como reseteada”.
En cuanto a su vía de escape favorita para desconectar de la creación, lanza un rotundo “a mí me gusta consumir basura. A veces lo que me apetece es enchufarme al ordenador o a la tele y ver un vídeo de una banda de pop coreano o un programa de supervivencia… Tengo derecho a poner el cerebro en piloto automático y no sentir la necesidad constante de ser artística y productiva todo el rato”. “¡Ah! Y también es fundamental salir a pasear para estirar las piernas”.