«La mayoría son mujeres», dice la doctora Ana Lluch, uno de los grandes referentes en la lucha contra el cáncer de mama en España. Alude a los componentes del equipo de 150 personas, fundamentalmente investigadores, que lidera desde la jefatura del Servicio de Hematología y Oncología Médica del Hospital Clínico de València. También son mujeres la mayoría de las que ocupan los pasillos de la planta ocho del edificio Materno-Infantil. Junto a ellas combate al dragón del cáncer. En una mano, la tecnología; la otra la tiene extendida. Mueve su bata por pasillos de dolor e incertidumbre, pero lo que se ve es una sonrisa
VALÈNCIA. Ana Lluch sigue viviendo en Bonrepòs i Mirambell, el pueblo en el que se crio. Viajó al Istituto Nazionale dei Tumori de Milán por su cuenta, en una roulotte junto a su familia, para aprender una revolucionaria técnica de lucha contra el cáncer de mama. Completó su formación en el Hospital MD Anderson Cancer Center de Houston. Medalla de la Universitat de València y doctora honoris causa por la Jaume I de Castelló, ha recibido multitud de reconocimientos por su labor investigadora.
— ¿Ha vivido el cáncer de cerca?
— Sí.
— ¿Y cómo se combina la parte profesional y personal en esas circunstancias?
— He actuado como cuando actúo con mis pacientes, haciendo que se integre el diagnóstico y pensando que hoy, gracias a los avances en investigación, tenemos medios para poder tratarlo y curarlo en muchos casos. Cuando eso no es posible, podemos ayudar mucho a paralizar el proceso del crecimiento y, por tanto, a mejorar la calidad de vida de los pacientes. Tenemos que dar gracias por estar en el país en el que estamos, por tener los medios para tratar cualquier situación. Debemos olvidar esa concepción que tiene la sociedad de que cáncer es igual a muerte. Alrededor de un 60% o 65% de los casos se pueden curar, pueden estar sin enfermedad más de diez años. La suerte que tengo en mi área es que en el cáncer de mama podemos decir que en el 85% o 90% de los casos pueden no tener la enfermedad más allá de los ocho o diez años.
— Ha visto lo mejor y lo peor de la enfermedad, los casos en los que se supera y los que no. ¿Cuál es su aprendizaje desde el punto de vista humano?
— Las que más me han ayudado son las pacientes con diagnóstico de cáncer. Ver el altruismo, el desprendimiento que tienen, ver que lo que les preocupa no es su vida solo, sino el entorno. Si tienen hijos, los padres, la pareja, es decir, se han preocupado siempre por «¿veré crecer a mis hijos, les veré tomar la comunión, veré casarse a mi hija?». Es decir, siempre están preocupadas por el entorno. Las mujeres con cáncer, que son a las que yo me he dedicado mayoritariamente, a mí me han enseñado a vivir. Totalmente.
— ¿Y desde el punto de vista profesional?
— He aprendido que las pacientes con cáncer no sé de dónde sacan las fuerzas, pero cuando se les da el diagnóstico son mujeres muy fuertes, muy valientes, que incluso quisieran llevar la enfermedad ellas solas, sin que nadie de su entorno se pudiera enterar, cosa que no puede ser. Además, el entorno ayuda, tener un entorno agradable, que las comprenda, que no las atosigue, que entienda su problema. No van a ayudarles en otra cosa. Les van a ayudar a recorrer ese camino que, cuando se les diagnostica, tienen que recorrer, y es largo. A los profesionales nos ayuda muchísimo ver cómo lo acogen ellas, la entereza y la valentía que tienen para enfrentar esa enfermedad.
— Recientemente, el excirujano jefe de EEUU Jerome Adams decía: «Solo el 20% de la salud está determinado por el hospital o la clínica, el otro 80% depende de tu comunidad, de cosas que pasan fuera del sistema de salud».
— El entorno, la alimentación, el ejercicio físico son todo parámetros que nos ayudan, en primer lugar, a no coger tantos cánceres como vamos a tener diagnosticados, porque vamos a duplicar el número de cánceres en los años cincuenta. Por tanto, ese entorno ambiental, el cambio climático, todas las infraestructuras, el estrés, todo ello va a hacer que se diagnostiquen muchos más cánceres.
— Pensé que me diría que íbamos a acabar con el cáncer.
— No, vamos a acabar con muchos cánceres, vamos a controlar muchas enfermedades diagnosticadas como cáncer, pero acabar con ellas todavía no.
— ¿Ni siquiera a veinte o treinta años vista?
— En ese plazo de años yo ya me conformaría con curar más del 70% u 80% de los cánceres.
— En las grandes reuniones de biotecnología y biomedicina, con esto de la inteligencia artificial, el análisis genético o la edición de bases, nos hemos venido arriba y se da por hecho el fin del cáncer en unas pocas décadas.
— Todo esto nos va a ayudar muchísimo. La inteligencia artificial va a ser un arma que todos vamos a utilizar y que va a ser de gran utilidad, pero se necesita la parte humana de los médicos para interpretarla.
— El año pasado usted participó en un paper sobre micro ARN, una de las áreas de investigación que ha experimentado un fuerte crecimiento a raíz de las vacunas de la covid-19. De todas las nuevas posibilidades tecnológicas, ¿cuáles son las que más le ilusionan?
— Interpretar el genoma humano ha sido fundamental. Eso fue en el 2001 y los avances que hemos hecho en cáncer han sido extraordinarios. Hoy sabemos qué alteraciones tiene un tumor, no solo lo grande o lo pequeño que es. Hacemos una secuenciación, extendemos el genoma del tumor, lo comparamos con el genoma normal humano y sabemos qué alteraciones tiene. A continuación, los nuevos fármacos van directos a ellas. Seguimos utilizando la quimioterapia, pero de forma mucho menos frecuente. Los avances en quimioterapia son mínimos; en cambio, los avances en terapia personalizada, el tratamiento dirigido a esas alteraciones moleculares, son fabulosos.
— Un grupo de investigadores chinos acaba de anunciar una vacuna contra el cáncer basada en ARN. En vuestra investigación, utilizáis un nanodispositivo de nanopartículas de sílice mesoporosa.
— Sí, exacto. Hemos trabajado junto al departamento de Nanotecnología de la Universitat Politècnica de València para ver si con nanomoléculas podemos actuar de forma más precisa sobre el tumor.
— ¿Y nos puede decir algo de hacia dónde vamos a llegar con esto?
— Vamos a llegar a que no se trata de una sola cosa, no va a haber una tecnología que nos dé la solución, sino que tenemos que trabajar en equipo, conjuntamente, actuar de forma multidisciplinar. No va a ser solo una vacuna, ni solo un gen, ni solo un micro ARN, sino que va a ser el conjunto de conocimiento que estamos adquiriendo con todas las nuevas tecnologías. Sin investigación no va a haber avances en el futuro.
— La científica María José Alonso, premio nacional de Investigación, me decía que estaba viviendo en un momento apasionante; ahora trabaja con informáticos, matemáticos, ingenieros…
— El compuesto que tenía para decir que trabajamos de forma multidisciplinaria, hace tan solo diez o quince años, eran el patólogo, el ginecólogo, el cirujano, el radiólogo y el oncólogo. Ahora eso se ha ampliado, no solamente son las personas clínicas o de laboratorio las que intervienen, sino también el bioestadístico, los expertos en genómica e inteligencia artificial… Tenemos que trabajar para poder tener verdaderamente una visión con todas las nuevas tecnologías a nuestro alcance.
— ¿Cómo definiría al Her2 positivo, su gran caballo de batalla histórico?
— En 2005 no teníamos una diana terapéutica exacta en cáncer de mama. Sabíamos que existían tres tipos de tumores genómicamente: los luminales, los triples negativos y los Her2. Cuando entraba una paciente que era Her2+, es decir, cuyas células expresaban unos receptores en la superficie que las hacían más malignas y hacía que el tumor tuviera una evolución mucho más peyorativa, pensabas: «Dios mío, una Her2, ¿qué voy a hacer con ella si solo tengo quimioterapia?». Hoy, casi les doy la enhorabuena, porque tenemos cantidad de moléculas, de tratamientos, para ellas y tienen muchas probabilidades de curación. Nuestro caballo de batalla son las que llamamos triples negativas, porque no expresan receptores de hormonas, ni Her2; son las pacientes que más investigación requieren en estos momentos. Necesitamos progresar como en el Her2.
— Le imagino como san Jorge con el dragón del Her2. Ya le ha clavado la lanza.
— Atacando, atacando, por supuesto.
— Usted convenció a los políticos y a los gobiernos de impulsar la determinación genómica de las mujeres. No sé qué puede resultar más fácil, si matar al Her2 o convencer a los políticos y a los gobiernos.
— Convencer a los políticos es más difícil. Eso fue hace diez años; hoy tenemos muchas más posibilidades de hacer determinaciones genómicas a nuestros pacientes, porque si consigues algo para un grupo, es más sencillo extenderlo a otros y a nuevos medicamentos. Nos costó convencerles, pero lo hicimos. Tuvimos la gran suerte en aquel momento de que en la Conselleria de Sanidad había unos gestores que nos entendieron perfectamente y nos ayudaron mucho. En otras comunidades iban detrás de nosotros.
— En el ámbito de la genómica, el obstáculo regulatorio es todavía enorme. El mismo producto recibe distinta categorización en función del uso.
— El Estado tiene que coger la sartén por el mango.
— Es un problema europeo.
— Ojalá fuera a nivel europeo. Para probar aquí cualquier plataforma genómica o los nuevos fármacos tienen que estar aprobados por la EMA (Agencia Europea del Medicamento). Si no nos lo aprueban, nuestros gobiernos no pueden autorizarlo. Pero en cuanto la EMA da luz verde, ya queda la discusión entre la industria farmacéutica y el Ministerio, que tiene que velar por la economía de los españoles y conseguir esos fármacos de innovación a un precio asequible, porque van a ser muchos los pacientes que los van a utilizar. Esto es lo que quizás nos cuesta más.
— Desde que los aprueba la EMA hasta que lo hace España pasa una media de 450 días.
— Tienen que negociar los precios y esto es difícil.
— En el ámbito genético, además, muchos avances están relacionados con la población con la que se experimenta. Se ha escrito mucho sobre la selección de pacientes. ¿Existe un sesgo especial en el caso de las mujeres?
— En los nuevos fármacos sí que hay un vacío en lo que es la inclusión de mujeres o de mayor edad, porque la edad también es un factor discriminatorio. Y la raza, que tampoco está representada en los ensayos clínicos, es decir, tenemos la raza blanca y los caucásicos y se acabó el asunto; no hay inclusión de pacientes de otras etnias. Esto y la condición del género va a ser importante.
— Aunque obviamente usted es el gran referente, los avances de su equipo de investigación son también un éxito del ecosistema valenciano. Tenemos investigación, grupos de trabajo, ¿qué nos falta para ser un hub de tratamiento del cáncer a nivel global?
— Yo creo que lo somos. A mí me remiten pacientes desde Estados Unidos, del MD Anderson, que es donde yo me formé. Verdaderamente no hay ninguna diferencia. Hoy no hace falta que nuestros pacientes vayan a Estados Unidos. En el Incliva tenemos una unidad de Fases 1; es decir, de nuevos medicamentos que todavía no están probados en humanos, que se encuentran en la primera etapa de la investigación. Muchos pacientes de esta comunidad y de otras vienen a los ensayos clínicos en fase experimental porque verdaderamente se han acabado sus posibilidades de tratamiento y los remiten aquí. En Barcelona, todo es Vall d’Hebron. En Valencia, tenemos un Vall d’Hebron más pequeño.
— La investigadora del CSIC Margarita del Val suele comentar que, cuando llegó la vacuna de la covid, no había una industria en España para producir la vacuna, pese a tener fantásticos investigadores.
— Lo que nos falta es que se invierta más en todos los elementos de investigación, pero verdaderamente hoy, entre la Fundación de Incliva más el Instituto de Salud Carlos III, donde tenemos convocatorias competitivas, nosotros recibimos mucho dinero para infraestructuras. Tenemos un secuenciador y elementos para poder hacer una investigación de nivel adecuado. Y si no, solicitamos fondos de Europa.
— Pero ¿qué tendríamos que hacer para que, en lugar de recibir tres pacientes de EEUU, llegaran treinta o trescientos?
— Lo que tenemos que hacer también es formar buenos investigadores que consigan estas becas europeas, que son de un montante mucho mayor que las españolas. En nuestra fundación, tenemos bastantes becas europeas y bastantes millones para poder hacer. Y luego, la solidaridad de la gente, aunque no sea el montante más grande. Las asociaciones de pacientes, los mismos pacientes, nos dan cantidades de dinero para investigación. Hacen una marcha contra el cáncer y nos dan el dinero.
— El presidente de Inditex regaló equipamiento, ¿está de acuerdo con las críticas que recibió?
— No, no. Fue bueno lo que hizo. Aquí nos llegó un aparato de PET TAC. Lógicamente no tenemos que pensar que es el salvador del mundo porque él también lo saca de lo que gana, pero unos se lo embolsan todo y otras personas comparten para investigación. Es de justicia reconocer que hizo una inversión bastante buena.
— Hablemos de diagnóstico, ¿qué porcentaje le asigna en la curación del cáncer?
— Le doy una parte, pero no toda. Hoy el diagnóstico genómico es más importante todavía que el diagnóstico clínico. Hay que diagnosticar lo más precoz posible para que los tumores sean más pequeños, pero verdaderamente lo importante es la parte genómica. ¿Qué tipo de genoma tiene ese tumor y cómo vamos a actuar sobre él? Es importante a un paciente hacerle su hoja de ruta y no podemos hacérsela si no tenemos el estudio genómico. Es el que nos dice: hay que hacer primero esto, luego esto, luego esto. Antes era el estadío, si era más grande, más pequeño, más extenso o menos extenso. Eso no ha dejado de tener importancia, pero es más secundario. Hoy la importancia fundamental es el genoma del tumor.
— En la parte de monitorización, la tecnología digital que va mucho de la mano de la clínica.
— Va mucho de la mano y además tenemos y utilizamos la tecnología digital, es decir, ya contamos con cuatro o cinco bioinformáticos en el instituto de investigación. No solo tenemos genetistas, sino también bioinformáticos y bioestadísticos.
— A principios de año, hubo una reunión de inversores del sector biotecnológico y médico en la JP Morgan Health Conference. La genómica ha perdido interés, incluso el CRISPR y el ARN. El tema estrella fue el Ozempic, el medicamento para adelgazar. La empresa que lo produce, la danesa Novo Nordisk, era en aquel momento la de más valor en Bolsa de Europa, más que
Volkswagen.
— Qué barbaridad. Yo creo que somos personas y tenemos que pensar mucho mejor lo que verdaderamente ayuda a la humanidad. Y no centrarnos solo en problemas de estética o de adelgazamiento. También es un problema de salud, pero no tan importante como otros.
* Este artículo se publicó originalmente en el número 119 (septiembre 2024) de la revista Plaza