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tribuna libre / OPINIÓN

Año 2174

Foto: EDUARDO MANZANA
7/05/2024 - 

Buenas tardes.

Antes de nada, me presentaré. Soy Ignacio Cuartero, Ingeniero Civil trabajando para el Ente Paneuropeo de Obras contra el Cambio Climático, organismo público que se encarga de todo lo relacionado con las infraestructuras del Continente desde la quiebra, hace más de un siglo, de las grandes constructoras que, tras la crisis de deuda de 2066, dejaron de recibir contratos públicos en lo que se llamó, eufemísticamente, "El Gran Aterrizaje"...

En esta calurosa tarde de mayo, a más de 40 grados de temperatura, me hallo en las oficinas de obra del segundo recrecimiento de los muelles del Puerto de Valencia, y más concretamente, en el muelle Norte. Ya hace cincuenta años que se elevó la cota de los muelles en un metro, y ahora lo estamos elevando en dos metros más. Aunque el incremento del nivel del mar (unos dos metros y medio desde el año 2000 ) parece estabilizado por el radical parón de emisiones decretado por el Gobierno Mundial en 2100, la inercia del calentamiento, que no ha podido aún ser compensada por la reforestación global emprendida desde entonces, nos mantiene en un nivel de incertidumbre elevado.

Y comento esto porque, en mi familia, se ha conservado de generación en generación (con el  oportuno trasvase de datos entre los sucesivos soportes de memoria digital), un archivo de documentos de mi tatarabuelo, a la sazón con mi mismo nombre y apellido y la misma formación académica y profesión, que hace siglo y medio tenía como preocupaciones su futura pensión y, precisamente, el desarrollo del proyecto de la ampliación Norte del Puerto de Valencia. Su pensión, aunque bastante recortada por las exigencias de la Comisión Europea, le llegó; y la ampliación del Puerto la vio construir, por lo que guardó todo un archivo de noticias, desde las iniciales discusiones sobre su idoneidad, necesidad y virtudes, hasta la efectiva puesta en servicio. De ahí no pasó, ley de vida.

Parece ser que, en aquel entonces, cuando aún subsistía el Estado Autonómico, se consumía petróleo y carbón a manos llenas y se vivía del turismo de sol y playa, un pequeño grupo de presión ciudadana, conocido como Comissió Ciutat-Port, se oponía con armas y bagajes a la ampliación, esgrimiendo los daños que ocasionaría al Parque Natural de la Albufera y a la ciudad en su conjunto, por el incremento de tráfico, emisiones, daños al pequeño comercio y no sé cuántas afecciones más a nuestra pequeña Arcadia Feliz. Su formación técnica no debía ser, por lo que leo, muy allá, puesto que les daba igual dique, muelle, dragado, relleno o cornucopia. Llegaron a tener como lema "Tot per l'aire", refiriéndose al dique Norte, aunque la violencia no aparece en los papeles de mi antecesor, sino más bien un adanismo recalcitrante...

Foto: EDUARDO MANZANA

E incluso el fenómeno se reprodujo en la comarca de La Safor, por la afección del Puerto de Gandía a las playas del sur, y en el resto de puertos del Mediterráneo. Eterna lucha entre progreso y cuidado del Medio Ambiente, cosa que a ojos de nuestro tiempo felizmente hemos superado, pues quién construye, el EPOCC, es quien evalúa el impacto de lo proyectado.

Qué sería de ellos si vivieran ahora. La restinga de la Albufera ha desaparecido bajo las aguas, quedando solamente una carretera sobre pilotes que une las poblaciones costeras, semivacías, convertidas en islas rodeadas de muros de escollera para defenderlas de las olas y los temporales. Como protegidos están también el resto de pueblos costeros, arrambladas sus urbanizaciones de primera línea de costa. Por no hablar de los destrozos en infraestructuras, inundaciones y problemas de todo tipo que ha provocado el calentamiento global, incluyendo el abandono de cultivos y la hambruna que, de no ser por los sucesivos Planes Quinquenales de Alimentación del Gobierno Mundial, estaríamos soportando.

Al menos, su lucha parece que sirvió para sucesivas obras de regeneración de las playas del Sur, al construirse diques sumergidos paralelos a la costa y rellenos de arena que, por tres veces, mantuvieron el perfil costero durante décadas, hasta que una altura de ola creciente se los llevó por delante hace algunas décadas.

También consiguieron extremar las medidas correctoras del impacto Ambiental, la descarbonización del muelle, se amplió la terminal ferroviaria y se construyó el Acceso Norte submarino, dando soporte a una escollera de resguardo de la playa de las Arenas que se mantiene hasta hoy.

Cierro el archivo y lo grabo en el nuevo adminículo al uso, no vaya a ser que mi hijo, que aún está decidiendo si dedica su vida a las obras públicas o a la música, pierda el recuerdo de una ciudad que, aunque distinta, es la que siempre fue.

Valentia Edetanorum, 2 de mayo de 2174

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