CASTELLÓN. El emprendimiento tiene hoy un papel clave, no siempre bien ponderado por la sociedad. La creación de nuevas empresas es una semilla de riqueza, un proceso que requiere de sus protagonistas un gran esfuerzo y buenas dosis de compromiso. Más allá de conseguir el objetivo de la viabilidad a corto y medio plazo, el camino de los emprendedores siempre implica aprendizaje. Sobre el mercado, sobre su entorno y sobre sí mismos.
Al potencial transformador del emprendimiento obedece la importancia que, poco a poco, le concede el sistema educativo, con iniciativas que acercan la realidad económica a las aulas. En institutos como el IES Vicent Castell de Castellón, desde hace años los alumnos desde 2º de Secundaria cuentan con la asignatura optativa de Iniciación a la Actividad Emprendedora y Empresarial (IAEE). Y en este centro de la capital, el alumnado de 3º que elige esta materia participa en la organización de un mercadillo navideño con fines solidarios, experimentando en carne propia las preocupaciones e inquietudes del emprendedor del siglo XXI. La edición de 2018 se desarrolló hace solo un par de semanas.
"El alumnado se divide en grupos de 12 personas, y cada grupo crea una cooperativa ficticia, que gestiona todo el proceso de participación en el mercadillo", explica la profesora Mª Vicenta Montón. "Ellos se dividen el trabajo en subgrupos como logística, tesorería, comunicación… y durante todo el mes previo se realiza el trabajo de los preparativos; la idea es que aprendan a tener iniciativa por sí mismos, a llevar algo adelante, más allá de las habilidades concretas, que también, por supuesto, están conectadas con la asignatura".
En el mercadillo del Vicent Castell, los clientes son los propios compañeros de los emprendedores y los productos son básicamente alimentos, bien elaborados por los propios alumnos a partir de compras de materias primas, bien conseguidos a través de donaciones de empresas del barrio, como la Papelería l'Ocell de Paper, Darma, Papelería Rubén o Granier, entre otras. "De este modo -argumenta Montón- los estudiantes también conocen la vertiente de la Responsabilidad Social Corporativa por parte de las empresas". Este año, los beneficios -unos cientos de euros, descontados los gastos- se han destinado a la Fundación Aspropace, cuyo AMPA está formado por los padres y madres de menores con parálisis cerebral.
Para los participantes, la experiencia resulta estimulante en todos los casos. "Bonita a la vez que estresante", en palabras de la alumna Adara Sánchez (3º D), que subraya la motivación social como motor de su trabajo: "Nos parece la mejor manera de ayudar en un caso así, una forma rápida y un dinero que puede ayudar un poco". Asimismo, destaca que también "pudimos ver cómo era más o menos el ser un empresario que tiene que preparar todo y luego vender a los clientes, tengan estos la actitud que tengan".
Por su parte, su compañera Clara Tena (3º A) hace hincapié "en la posibilidad de vivir muchas experiencias, desde hablar con comercios hasta el estrés de que no queden crepes, o de comprobar que en un grupo grande no todo el mundo colabora igual de intensamente. Me lo pasaba muy bien haciendo las cosas, y creo que si fuera por mí lo repetiría en cuarto curso". Finalmente, Alejandro Ruiz (3º A), califica la experiencia de "increíble": "Hemos tenido que ir todos a una porque si no, habría sido un desastre". Para Ruiz, "el hecho de quedar todos, cocinar y luego ver que nuestro trabajo gusta a la gente y se ve recompensado con las compras en el mercadillo es supergratificante. Sin duda alguna repetiría sin pensármelo".
El siguiente paso, explica la profesora Montón, está a la vuelta de las vacaciones de Navidad: "En las clases del segundo semestre tienen que crear su propia empresa, y con esta experiencia ya tendrán una base real en la que apoyarse". El aprendizaje continúa.