El curso, y casi el año real, comenzó este lunes 5 de septiembre y en apenas tres días la actividad política, social y mediática lleva un ritmo frenético. No sé si es mejor meterse de golpe en la piscina cuando creemos que el agua está fría o entrar poco a poco. Pero habrá que saltar al ruedo.
El inicio de septiembre a mitad semana o a final, suele trasladar al primer lunes de este “odiado” mes la fecha de inicio del curso. ¿El escolar? ¿El judicial? Pues realmente al inicio de todo, aunque los días no coincidan, pero sin duda esta semana asistimos a la vuelta a la realidad y la cotidianeidad. Los colegios se dan una semana de margen, pero los políticos han comenzado con demasiada energía y con demasiados actos. Quizá tenga algo que ver las elecciones que en los próximos meses se celebrarán. El año judicial también arranca hoy mismo. Se levanta la persiana colectiva de un agosto, que un año más, sirve de bálsamo reparador para detener nuestro frenesí y volver a algo que olvidamos demasiado y que con genialidad los italianos llaman, el ‘dolce far niente’, algo así como el ‘dulce placer de no hacer nada’.
El lunes a primera hora el Molt Honorable President de la Generalitat estaba en el atril de la tribuna mediterránea que organiza Nueva Economía Fórum y que vuelve a nuestra tierra. En esos desayunos informativos tan habituales en la villa y corte el ponente se luce y luego responde a algunas preguntas de los invitados, pero siempre marcan la agenda política y sin duda Ximo Puig hizo honor a los que hablan de ‘Ximoanuncios’, porque habló de una “Alianza Valenciana contra la Inflación”, y para demostrar la capacidad de gestión que el gobierno autonómico puede realizar, llegó a afirmar: "'Que lo arregle el Gobierno de España', 'Que lo arregle Europa'". Abdicar del ejercicio democrático del autogobierno nunca será para mí una opción"; es decir, que podemos estar tranquilos porque la cesta de la compra (de lujo) y la gasolina a precio de caviar, lo puede arreglar nuestro president.
La cuestión es que la mayoría de las veces, ante crisis como la actual, la culpa si no es de España, es de Europa y ahora casi todo es culpa de Putin. Lo habitual es decir que un simple gobierno autonómico no tiene toda la responsabilidad ni la capacidad de solventar los problemas macroeconómicos, pero curiosamente en este curso que nos llevará a las elecciones de mayo, nuestros gobernantes se ponen la capa de super héroes y nos prometen todo.
Al día siguiente, ayer martes, debate en el Senado entre el presidente del gobierno y el líder de la oposición, al más puro estilo del Debate sobre el Estado de la Nación. Una demostración de demagogia y cinismo sin igual por parte de Sánchez, acusando al PP de todo lo que hace él y su partido como no querer pactar con los populares y aferrarse a cualquier partido minoritario nacionalista, independentista y de extrema izquierda. Un debate desagradable de escuchar, aunque muy útil para conocer mejor a nuestros políticos.
La capacidad de Sánchez para decir lo contrario a lo que hace y para poner en el centro de todos los problemas a Putin es insuperable, y especialmente perverso es repetir que su máxima preocupación es ayudar a los “trabajadores y trabajadoras (sic) de este país”, mientras vemos colas del hambre en toda España y problemas para llegar a fin de mes a millones de familias, mientras sale descorbatado en una muestra de falta de decoro y lo considera su manera de luchar contra la emergencia climática. Como repitió una y otra vez, la mala fe de nuestro máximo representante empieza a ser preocupante.
La última propuesta de la ministra comunista Díaz ha sido la de generar una cesta de la compra básica con productos y precios limitados, algo que su colega de gobierno Planas consideraba jurídica y legalmente imposible. Muchos alertan de que ese tipo de medidas atenta contra el libre mercado y recuerdan demasiado a las cartillas de racionamiento. La cesta de la compra más cara de la historia, la vuelta al cole más complicada y la luz, el gas y el combustible por las nubes y pese a todo, la España real que madruga y trabaja es capaz de volver a elegir a un político como el actual inquilino de la Moncloa, porque ni se percibe un cabreo real, ni una oposición ciudadana, ni ganas de plantar cara y manifestarse para decirle al gobierno que sus erráticas políticas no sólo no ayudan a mejorar, sino que nos acercan más rápido al precipicio. Este curso empieza con una arrancada de caballo y esperemos que acabe parando a estos burros.