Pepita a lo largo del documental
Para construir el relato, que el espectador recibe como una conversación totalmente informal, Jaime iba tachando pequeños descubrimientos que quería hacer sobre su pasado, más en respuesta a una especie de “listado” que en formato entrevista:“Yo sabía que quería hablar de las tareas que ha hecho siempre, de los cuidados, de la casa, también de su generación y la disposición a todas estas cosas”, explica el joven director, que logra que a su abuela no le tiemble el pulso frente a la cámara.
Gracias a la cercanía familiar de la cámara, y a grabar en casa, se contempla a una Pepita totalmente natural, tierna, entretenida, y que pocas veces titubea o se queda en blanco al recordar su pasado. También se ve la casa de la familia como un gran escenario de todo el relato, Jaime pasea por el hogar y lo presenta como la casa de todos, en la que cabe el espectador también.
A lo largo de la grabación se descubre que Pepita es “una curranta”, lo ha sido siempre y lo seguirá siendo. Jaime contempla a su generación como esta que siempre ha tenido este tipo de labores por bandera, trabajando porque era “lo que siempre ha querido hacer”, y ahora toca echar la vista atrás y contemplar esa realidad desde el presente: “Yo lo que quiero con el documental es saber su historia, su realidad desde la calma. Quería que me lo contara ella de viva voz y que me dijera lo que pensaba”.
La casa del pueblo, y la famosa garrofera (Fotos: MARÍA MUÑOZ)
En esta conversación se esconde también la reflexión de los frutos de este trabajo: una casa del pueblo que se esconde baix la garrofera y en la que nunca falta de nada. Una historia de una abuela que baila en la cocina, canta al son de la radio y pela manzanas sin temer por el baile entre el cuchillo y su mano. Una abuela que a su vez intenta ignorar a la cámara, algo que hacía también en las cintas caseras, donde la gran mayoría de veces se le ve trabajando.
El documental se sirve también de "imágenes antiguas" que complementan el relato. Jaime digitalizó en torno a cuarenta citas y escaneó más de doscientas fotos que añadiría en conjunto al archivo digital: “A través de todo esto descubro los recuerdos divertidos familiares, las vacaciones y las comidas. También me veo a mi mismo de pequeño y a todos los que me rodean”, explica. Lo bonito también es compartirlas, el momento en el que empezó a ponérselas a su madre esclareció imágenes que ni ella misma recordaba.
“Le puse una cinta aleatoria y ni recordaba haberla grabado. Cuando haces esas cosas hace tantos años y las dejas en un cajón se olvida, pero al final es historia que vas preservando y que a través de esto se va contando”. Con todo esto Jaime construye un nuevo plano de esa casa, la que ha acogido tantas fiestas de año nuevo, paellas de domingo, bailes en la cocina e historias de familia. Historias que caben dentro de los muros en los que ha crecido Jaime, que se mueve por entorno conocido a la hora de grabarlo todo desde un nuevo prisma y, claro está, con nuevos ojos. Historias en las que siempre ha estado Pepita, cuya memoria queda salvada gracias a su nieto y su relato.
Algunas imágenes del archivo familiar