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Breanna Stewart, su segundo MVP y una hija por gestación subrogada

29/09/2023 - 

VALÈNCIA. El día después de los partidos del New York Liberty siempre se cruzaba en mi camino tuitero (ahora X) algún vídeo de Breanna Stewart. Y lo que más me sorprendía siempre era su facilidad para correr hacia el aro, atravesando la zona, salvando a las jugadoras que salían a su paso sin perturbarse, sin dejar de avanzar en línea recta, sin asustarle que las pívot la acecharan amenazantes. Stewart daba tres pasos con los brazos estirados y soltaba el balón en el último momento con un golpe de muñeca siempre fuera del alcance de sus contrincantes.

La ala-pívot es, quizá, la mejor jugadora del mundo y esta semana recibió, en un Barclays Center con todo vendido, con Alicia Keys, Fran Lebowitz o G-Eazy en las gradas del arena de Brooklyn, el premio a la mejor jugadora de la WNBA 2023. No era un día para muchas fiestas. 

En el primer partido de las semifinales, también en Nueva York, las Liberty habían caído en su cancha ante las Connecticut Sun de Bec Allen -la alero australiana que se incorporará al Valencia Basket en cuanto acabe en Estados Unidos-, pero igualaron la serie y todo el mundo se marchó contento. 

Stewart lo hizo con la catalana Marta Xargay, que es su mujer, y Ruby, la hija de ambas. Una niña nacida por gestación subrogada. La fórmula que encontraron las dos jugadoras de baloncesto para poder ser madres sin interrumpir sus carreras. Breanna vitrificó sus óvulos en 2019, mientras se recuperaba de una grave lesión en el tendón de Aquiles, e hicieron el cálculo para que el recién nacido llegara durante las vacaciones. Afinaron mucho: la estadounidense se proclamó campeona olímpica el 8 de agosto de 2021. Rápidamente se lo comunicó a sus compañeras y voló de Sídney a Los Ángeles, donde se subió a un jet privado para viajar hasta Idaho, donde un día después nacería, en un parto inducido, Ruby. 

Esto le permitió seguir con el baloncesto y dos años después, Stewart gana su segundo MVP de la WNBA y luchar por su tercer anillo de campeona. Su juego y su edad (29 años) permiten augurar un largo reinado y la pugna por ese absurdo título honorífico de mejor jugadora de todos los tiempos. De momento ya tiene más de un MVP, como Lauren Jackson, Lisa Leslie, Sheryl Swoopes, Cynthia Cooper, Elena Delle Donne, Candace Parker o A’ja Wilson (su predecesora). Sus número de este curso son deslumbrantes: 23 puntos por partido, 9,3 rebotes, 3,8 asistencias y 1,5 tapones. Este año, además, se convirtió en la primera jugadora de la historia en conseguir llegar a los 200 puntos, 100 rebotes y 40 asistencias en los primeros diez partidos de la WNBA. 

Stewart, como todas las estrellas del baloncesto, vive en un bucle infinito: WNBA en verano y Euroliga en invierno. Y, en medio, algún torneo de selecciones. Este año, un Mundial en el que Stewart sumó su tercera medalla de oro, a la que hay que sumar dos más de los Juegos Olímpicos. Breanna, que nació en Siracusa, en el Estado de Nueva York, siempre fue una niña alta (ahora mide 1,93). Eso hacía que los entrenadores del colegio la pusieran siempre de pívot. Pero a su padre, Brian, le gustaba desafiar a su hija para adquiriera otras habilidades que rebotes, tapones y tiros debajo de la canasta. Así fue como aprendió a correr y botar el balón con pericia. Casi todos los días cogía la pelota y daba una vuelta a la manzana botando y haciendo movimientos en carrera mientras escuchaba música en sus auriculares. 

Quizá por eso un día dijeron de ella: “Tiene el tamaño de una pívot y las habilidades de una base”. Eso lo comprobó bien pronto Myke Flynn, un entrenador de categorías inferiores que fue a ver un partido a Estados Unidos. Se quedó maravillado al ver a aquella niña delgada y alta, pero le surgió la duda de qué edad tendría. Según el curso al que fuera sería buena, muy buena o extraordinaria. Cuando Flynn preguntó y le dijeron que estaba en su primer año, se marchó acordándose del Kevin Garnett que estudiaba secundaria en Chicago West Side. 

La infancia de esta jugadora no fue sencilla. Su padre biológico desapareció y por este motivo, cuando su madre se casó con Brian Stewart, Breanna Mackenzie se convirtió en Breanna Stewart. Ya de adulta, no sin dificultades, contó que de los 9 a los 11 años, un familiar estuvo abusando de ella. Pero siempre superó los obstáculos, como en 2019, cuando estaba en Rusia jugando en el Dinamo de Kursk y se rompió el tendón de Aquiles. Ese mismo día empezó su relación con Marta Xargay, su compañera en aquel equipo dirigido por Lucas Mondelo, a quien la española acusó de acosarla psicológicamente. 

En el instituto despuntó, pero en la universidad arrasó. Breanna Stewart ganó la NCAA los cuatro años que la disputó con las Uconn (Universidad de Connecticut). En tres de esos ‘March Madness’ con los Huskies salió elegida MVP. Y, claro, después de esa superioridad fue la número uno del draft. En la gran liga, jugando con las Storm de Seattle, entrenando cada día al lado de Sue Bird, una leyenda, fue haciéndose más completa sin perder su seña de identidad: esa facilidad para brillar en los momentos más importantes de cada competición.

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