CASTELLÓN. El 9 de diciembre de 2018, el Castellón destituía a David Gutiérrez como técnico del primer equipo, lo que suponía el segundo cambio de entrenador en la temporada de regreso de los albinegros a la Segunda División B. El detonante de esa decisión fue la derrota cosechada ante el Sabadell, ese mismo día, en Castalia. Pero el elemento real que acarreó esa medida fue la sensación de que el preparador valenciano estaba superado por las circunstancias y que no era capaz de sacar jugo a una de las plantillas más caras de la Liga tras 12 partidos en el banquillo.
Entonces el club apostó por la figura de Óscar Cano, entrenador con ideas nuevas que estaba llamado a dar un vuelco al estilo de juego del equipo y también a los resultados.
Tres meses han pasado desde la llegada del granadino, quien en ese tiempo ha dirigido el mismo número de partidos que sumó Guti antes de su cese. Su balance no es muy diferente al de su antecesor, pues ha obtenido apenas 13 puntos, solo tres más que el hombre al que sustituyó. Tampoco ha hecho gala de unos portentosos registros ofensivos, la gran debilidad del equipo esta temporada, pues los albinegros han marcado solo 10 tantos en los 12 partidos que lleva dirigidos.
Y eso que a Cano le cambiaron medio equipo en enero para adecuarlo a su filosofía, basada en el buen trato de balón y en una vocación de buscar la puerta contraria. Le trajeron ocho jugadores, casi todos de perfil ofensivo, de acuerdo a sus requerimientos. Y ni con esas el equipo ha mejorado claramente en ninguna faceta.
Llegaba Cano con la misión de ganar alrededor del 50% de los puntos disputados hasta final de temporada para aspirar a la salvación y su promedio actual es del 36%.
Queda claro que en estos 12 partidos que lleva al frente de la plantilla, Óscar Cano no ha sido la solución que esperaba el club. Tampoco ha sido el problema, pues de eso se ha encargado la dirección deportiva con su horrenda planificación. Pero al granadino le quedan solo 10 jornadas para enderezar una nave que tiene cada vez menos margen para evitar el hundimiento definitivo.