el interior de las cosas / OPINIÓN

Carreteras secundarias

2/03/2020 - 

 Querida Minerva he recorrido la distancia que separa Castelló y Morella en el tradicional autobús de línea. He vuelto a pasar por aquellos pueblos, por todos los que están en la ruta, que tú y yo conocemos. Por Borriol, pensando en Nadal Escrig y aquel pub donde hacían eternos carajillos. Por la Pobla Tornesa, donde fuimos tan felices, sintiendo la presencia de Vicent Renau, uno de los mejores alcaldes de los principios de la democracia. Cabanes sigue en su sitio, con la macro discoteca faraónica, Pirámide, transformada en otros usos y costumbres. Seguimos hacia Benlloch con su acceso de tortuosa carretera, después entramos en Vilanova d’Alcolea donde el autobús realiza una espectacular maniobra para entrar y para salir. Nada ha cambiado desde hace casi 30 años. Torre d’En Domènec es el siguiente municipio en el que entra el autobús, para dirigirnos, después a Les Coves de Vinromà donde siempre surgen los recuerdos con nuestra estimada colega Celia Prats. Quizás el mapa se mueva en la memoria, pero este autobús mantiene bien vivas sus tradiciones. La Salzadella es el siguiente pueblo. Su nombre viene de un bosque de sauces que existía cerca de la población, cuyo origen es morisco. Y pasamos por la Plaza de México, un regalo colonial de los salzadellenses Daniel Montull y Tomás Molins, residentes en México. Un espacio con bancos que guardan leyendas de empresas mexicanas y tradiciones de aquel país. Después, ya tú sabes, querida Minerva. Entramos en Sant Mateu donde nuestra estimada Ana Besalduch es la alcaldesa, y nos paramos, reposamos, observamos cómo ha cambiado este municipio. El autobús pone marcha hacia Els Ports, y nos detenemos en Xert, en sus barrancos de acceso, en su plaza y sus calles. El ermitorio de Vallivana es la penúltima parada. Entramos en Morella tras las tres horas de viaje, con el cielo ocupado de clima africano y con las primeras flores de los cerezos que llenan los paisajes del Maestrat.

En este trayecto de autobús hacia el interior recorres los pasos que separan la vida en primera velocidad de la ciudad de Castelló y la de segunda velocidad de los pueblos, casi todos vacíos de futuro.

En este trayecto recorres los pasos que separan la vida en primera velocidad de la ciudad de Castelló y la de segunda velocidad de los pueblos, casi todos vacíos de futuro. Es incuestionable que la mayoría de estos municipios están amenazados por la despoblación, anclados en el goteo del abandono, cada gota es una persona, una familia que decide trasladarse a las ciudades. Las decisiones que se adoptan en los despachos institucionales no acaban de acertar con la realidad. La gente sigue marchándose y todas las medidas deberían desarrollarse junto a los habitantes de los pueblos, ademas cabría consolidar la identidad y el orgullo ciudadano de ser de pueblo. Pero por cada municipio que pasas solo divisas silencio y vacío, pocos niños en las calles y mucha gente mayor sentada en los bancos de un pequeño jardín. Somos carreteras secundarias aunque avancemos por autopistas, somos de pueblo, la mayoría procedemos de una cultura pequeña y hermosa, de territorios tranquilos, silenciosos y amables. Venimos de alma de la tierra, del campo y sus frutos, del trabajo de sol a sol. Crecimos en ciudades porque, como pasa ahora, nuestras madres y padres tuvieron que abandonar sus pueblos. Crecimos en espacios urbanos, pero nuestra mirada se detiene cuando escuchas el silencio de un prado desierto, de las calles angostas de un pueblo de piedra.

Vamos mutando en las alarmas al tratarse de un virus nuevo que se expande vertiginosamente por el planeta y ante el que vuelven a recaer aquellos que ya lo han sufrido.

La pasada semana nos ha llenado de incertidumbre con la rapidísima expansión del coronavirus, un fenómeno que está poniendo a prueba la solidez de nuestro magnífico sistema sanitario. Transparencia, información y rigor son las pautas que debe seguir la evolución de esta nueva gripe, además de adoptar las medidas correctas que decreten las autoridades sanitarias. Todo normal en cuanto se habla de una gripe de origen desconocido, pero vamos mutando en las alarmas al tratarse de un virus nuevo que se expande vertiginosamente por el planeta y ante el que vuelven a recaer aquellos que ya lo han sufrido. Una situación nada agradable ante la contaminación global de los bulos y otras historias. Sobredosis de información contagiosa que enferma más que el virus. Pero la propagación está siendo preocupante, y más con los protocolos de actuación obligados que conlleva y que pueden provocar el colapso de los servicios de urgencias sanitarias. Habrá que esperar la evolución de la nueva enfermedad para saber si peligran fiestas como las Fallas o Magdalena. Nadie quiere suspender nada, pero si dictan medidas que prohíban las aglomeraciones nos veremos seriamente afectados. 

Entre frase y frase, las palabras vuelan en la habitación donde duerme el pequeño Aimar. Observo su sueño, sus manos relajadas y ese movimiento de la boca que añora el pecho materno. No sé qué mundo le espera, no sé si será bueno o seguirá siendo tan regular como el que habitamos. Miro su sueño y pienso que merece el mejor destino, que será un niño y un hombre feliz, que disfrutará de la vida y de su gente, que amará y será amado. Mirando su sueño comprendes que la vida nos regala cada día una sonrisa, una ilusión, aunque nos quite demasiadas cosas. El sueño infantil es, sin duda, esa luz permanente que acompaña cada latido y cada esperanza. 

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