Que un restaurante recupere su existencia 5 años después de su desaparición no resulta frecuente. Pero lo cierto es que la historia de Alma del Temple tampoco es una historia ordinaria. Abrigado por Caro Hotel, en los mismos cimientos del lienzo más grande de muralla árabe que se conserva en València, antes que Alma del Temple fue Arrop (2009-2012) y también Sucede (2016-2021). Ambos consiguieron 1 estrella Michelin. Un restaurante siempre exigido, siempre observado, en el que es, quizás, uno de los lugares más especiales de la ciudad.
Explicado así, podría parecer que el papel de Alma del Temple debería reducirse, básicamente, a heredar los cierres de sus célebres predecesores y a convertir esos restos en algo de provecho. Nada más lejos de la realidad. En su primera etapa (2012-2016), Alma del Temple labró su propio camino sobre la base de una cocina de estándares gastronómicos y precios ajustados que maximizó su popularidad entre el público local y le hizo acreedor, desde 2013, de recomendaciones por parte de la Guía Michelin. En 2015, además, la editorial alemana Taschen escogió su comedor como uno de los más bonitos del mundo. ¿Cómo no visitar alguna vez un restaurante así, a pocos pasos de casa?
El Alma del Temple que renace ahora respeta esas señas de identidad, pero lleva un paso más allá su propuesta gastronómica. La sala, que sigue siendo un comedor bello e irrepetible, fue remodelada por completo en 2019 para modular su ceremoniosidad. Fuera manteles, dentro mobiliario más orgánico, más liviano, junto al guiño de la cerámica histórica valenciana en las paredes a modo de mosaico, de juego atemporal. A este cambio estético se le une ahora un servicio más relajado donde el vino aspira a superar los límites de lo obvio. Aunque existen restaurantes con bodegas bien surtidas en València, Alma del Temple lleva entre sus intenciones que los comensales puedan descifrar y disfrutar la suya.