AGRO

La araña roja dispara los destríos de clemenules y añade preocupación a los citricultores

La plaga, favorecida por el calor y la falta de materias activas autorizadas, aumenta el porcentaje de fruta descartada en almacén y compromete la rentabilidad de la campaña, según explican la Unió y AVA-ASAJA

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CASTELLÓ. La campaña de clemenules, la variedad estrella de Castellón y una de las más extendidas en la citricultura valenciana, avanza con un problema que inquieta a los productores: el aumento de fruta descartada en almacén debido a la araña roja (Tetranychus urticae). La presencia de esta plaga, favorecida por los veranos cada vez más cálidos y la reducción de productos fitosanitarios autorizados, está provocando un incremento notable de destríos que limita la venta de naranjas de primera categoría en los principales mercados europeos.

Tanto la Unió Llauradora como AVA-ASAJA confirman que, en plena recolección de la variedad, los almacenes están registrando porcentajes de fruta no apta para comercialización fresca superiores a lo habitual. La afección de la araña roja provoca manchas superficiales en la piel del fruto. Aunque la pulpa no presenta daños, el aspecto visual impide su venta como fruta fresca, lo que obliga a destinarla a industria para zumo o transformación, con precios muy inferiores.

En la principal zona productora de clemenules, la Plana Baixa, la situación es especialmente significativa. Roberto Vicent, representante de AVA-ASAJA en la comarca, advierte de que en algunas fincas “hasta un 60% del fruto presenta daños compatibles con araña roja”. La variedad clemenules —señala— es la más afectada, seguida por la oronules.

La plaga está siendo más virulenta debido a varios factores que convergen esta campaña. Vicent destaca el efecto de un verano extremadamente caluroso, marcado por numerosas noches tropicales, con temperaturas mínimas superiores a los 24ºC. “Antes bastaba un tratamiento en agosto. Ahora empezamos en junio y llegamos a aplicar entre cuatro y cinco tratamientos en verano”, denuncia. Aun así, los resultados son limitados.

El coste del control también dispara los gastos del agricultor. “Un litro de producto puede costar entre 80 y 90 euros. Mezclado con 1.000 litros de agua, solo permite tratar tres anegadas”, explica el representante de AVA-ASAJA. A ello se suman los tratamientos de primavera contra el cotonet y el trips, que eliminan los depredadores naturales de la araña roja, dejando vía libre a la plaga meses después.

Menos materias activas y más resistencia

El secretario general de la Unió, Carles Peris, confirma el incremento de destríos, aunque advierte de que es difícil precisar una cifra global: “Podríamos estar en una media aproximada del 10-15% de fruta no comercializable”. Peris insiste en el factor crítico que agrava la situación: la falta de materias activas autorizadas para combatir la plaga. “Cada vez se permite usar menos productos. Sin rotación, la araña roja se hace resistente”, alerta.

El dirigente agrario también subraya que el destino de la fruta afectada supone un grave perjuicio económico: “Los precios de la industria de transformación son muy bajos. El agricultor, después de asumir más costes para combatir la plaga, acaba vendiendo a precios que no cubren gastos”.

El impacto de la araña roja llega tras un inicio de campaña marcado por las compras adelantadas en agosto debido a la previsión de escasez de fruta. Sin embargo, los agricultores se encontraron en septiembre y octubre con dos factores adversos: la presencia de grandes volúmenes de cítricos sudafricanos en el mercado europeo y temperaturas que retrasaron el consumo. Ahora las compras de cítricos valencianos se han reactivado, pero los precios en destino están por debajo de las expectativas para esta campaña. 

Además, en la Plana Baixa persisten los efectos del granizo de finales de primavera, con fincas que arrastran daños del 50% en el fruto. Todo ello incrementa las mermas y condiciona las cuentas de la campaña.

La clemenules encara ahora su tramo final, hasta enero, con dudas sobre la rentabilidad para los productores. Menos kilos, más costes y una parte creciente del fruto relegada a la industria dibujan un escenario incierto. Los agricultores esperan que el frío active el consumo y permita recuperar precios, pero temen que, en esta ocasión, ni siquiera un buen comportamiento del mercado consiga compensar un año complicado en los árboles.

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