CASTELLÓ. Este sábado llega a Onda una de las obras de teatro que mejores críticas ha cosechado en la temporada madrileña. Con el lleno absoluto de cada función en el bolsillo se presenta ‘La gramática’, un delicioso texto de Ernesto Caballero que nos permite comprobar una vez más la excelencia en las tablas de María Adánez. La actriz forma parte de la vida de generaciones de españoles puesto que ha estado en algunas de las series más importantes en nuestro país, como es el caso de ‘Pepa y Pepe’, ‘La que se avecina’, ‘Amar es para siempre’ o ‘Aquí no hay quien viva’. Pero el currículum se engrandece cuando se hace un repaso a su trabajo en los teatros. La de hoy es una oportunidad de disfrutar de una función de alto nivel ‘cultureta’ con una no menos alta interpretación de María Adánez.
— Interpretas a una mujer de la limpieza que trabaja en la RAE y que por accidente se convierte en una erudita de la lengua. A partir de ahí, tu personaje y el que interpreta José Troncoso comienzan a hacerse preguntas. ¿Qué juego le proponéis al público en ‘La gramática’?
— Es una comedia distópica de un futuro que creo que ya no queda muy lejano. Realmente es una crítica al detrimento que la lengua ha sufrido en los últimos años. Como comentas, hago el papel de una mujer básica e ignorante a la que se le caen todos los tomos de la gramática española y se convierte en una erudita. Es en ese momento en el que decide acudir a un terapeuta, que es José Troncoso, y ahí comienza la función. Ella quiere ser normal, la persona que era antes y quiere volver a hablar mal. Es un pigmalión al revés, porque esa sabiduría que adquiere a causa del accidente lejos de proferirle satisfacción o felicidad le genera un TOC y no puede evitar corregir continuamente a la gente los errores de gramática o de sintáctica en el habla común. Eso genera que su familia, sus compañeros de trabajo y todo su entorno la rechace y no quieran saber nada de ella. De hecho, ese es el motivo por el que acude al terapeuta: quiere que la desestructure y volver a hablar mal.
— ¿Se puede entender esta obra de Ernesto Caballero como un acto de amor al lenguaje, a la gramática o incluso a la literatura?
— Totalmente. Se puede comprobar a través de mi personaje y también en muchos momentos a través del de Troncoso, que es el alter ego de Ernesto. Ernesto Caballero es uno de los directores más inteligentes, más cultos e intelectuales con los que he trabajado. Tiene tal amor a la palabra que esta función es un canto a la necesidad de cuidar nuestro lenguaje, que no deja de ser nuestro patrimonio. Somos lo que hablamos. No entendemos tirar a la baja. Enriquezcámonos con lo rico que es nuestro lenguaje y cuidémoslo. ‘La gramática’ es un llamamiento a nuestra lengua castellana.

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— ¿No peca el texto de complejo?
— Es un texto complejo porque tiene que serlo, pero a la vez es totalmente asequible. Te tengo que decir que hemos llenado todos los días el teatro el mes que hemos estado en Madrid en Nave10. De verdad te digo que ‘La gramática’ es una de las experiencias teatrales más importantes de mi carrera si tienes en cuenta lo bien que se lo pasa la gente y lo mucho que participa. Es que el público es parte de esos neurocientíficos y colegas del terapeuta, y eso favorece a que desde la butaca estén desde el minuto uno dentro de la función y dentro del juego que les proponemos. Creo sinceramente que el público se queda con una bonita reflexión.
— O sea, que no hay que tener miedo de presentar textos sesudos al espectador...
— Bueno es que este no es un texto sesudo. Si te das cuenta, la historia es super sencilla. Es una mujer que quiere volver a hablar mal. Como tiene un trastorno que le impide comunicarse fluidamente con aquellas personas que no hablan bien, el terapeuta tiene que hacer un esfuerzo en hablar de una manera en la que ya no hablamos. Ahí está el juego y ahí está lo rico y el intríngulis de la función.
— Aparte de la complejidad que habrá supuesto el aprendizaje del texto, en el escenario se aprecia un trabajo físico importantísimo por tu parte. ¿Te costó llevar a escena este papel?
— El papel es una delicia para cualquier actriz, ya te lo digo, porque tiene que interpretar dos personajes a la vez. Por un lado está la mujer erudita y por el otro la mujer normal que era antes. Es una gozada que a lo largo de la función se puedan ir viendo atisbos de esa persona que era antes del accidente con los tomos de la gramática española. Hay una gran complejidad no solo física sino también verbal. Tengo que hacer los dos personajes en muy pocos lapsus de tiempo porque van apareciendo las dos constantemente. Esas dos personalidades tan distintas van surgiendo un poco como ese doctor Jekyll y mister Hyde, y la verdad que tenía su riesgo pero a acabando siendo un disfrute enorme.

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— ¿No habías estado antes en Onda, verdad?
— No. Es la primera vez. En la provincia de Castellón sí que he estado varias veces ya con distintas funciones.
— Has hecho muchísima televisión y personajes que forman parte de la historia de la tele, pero los años y las funciones de teatro que acumulas a tus espaldas no sé si lo tendrán muchas actrices en España. ¿Siempre has tenido claro que, pese a la popularidad televisiva ibas a seguir haciendo teatro?
— Yo siempre he hecho teatro. Para mí subir al escenario es y ha sido crecer como actriz y hacerme mejor actriz. Toda mi carrera televisiva de los primeros años ha sido en papeles de comedia. Me fui con Miguel Narros a hacer ‘Salomé’, ‘La señorita Julia’, ‘Las brujas de Salem’, ‘Divinas palabras’, ‘El pequeño poni’… Casi toda mi carrera teatral me define como una actriz dramática, y yo lo he buscado porque necesitaba seguir creciendo y evolucionando para convertirme en la actriz que soy actualmente. El teatro es una necesidad, pero también es mi refugio, mi pasión, mi seguro de vida y el lugar en el que me he convertido en la actriz que soy.
— Por no ser menos, ¿hay alguna entrevista en la que no te pregunten por Lucía la pija de ‘Aquí no hay quien viva’?
— Depende, pero muchas veces me preguntan por ella. ¿Qué te voy a decir? ‘Aquí no hay quien viva’ forma parte de la historia de la televisión de este país. Ha sido y es todavía hoy una serie que sigue marcando generaciones. Solo puede tener gratitud, felicidad y orgullo de haber podido interpretar ese personaje.