Entrevista

CULTURA

Begoña Tena: "En mis textos trabajo la dramaturgia del sonido; me interesa subrayar aquello que se oye"

La autora castellonense llega al Principal de Castelló con 'Plenamar', producción propia del IVC, este fin de semana

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  • Imagen de una escena de Plenamar
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CASTELLÓ. El pasado lunes, un apagón eléctrico generalizado paralizó la vida cotidiana en Castelló y en el país durante medio día. En un sentido similar, hace ahora poco más de un cuarto de siglo, el globo se aproximaba a una fecha tan histórica como redonda: el cambio de milenio. El acercamiento del año 2000 amenazó con provocar un error informático que afectara a sectores como el económico o el administrativo. Finalmente, las medidas adoptadas para el avance hacia el nuevo siglo minimizaron los fallos. Al mismo tiempo, aunque alejados de la tensión provocada por los dos dígitos, dos personas se cruzan en la niebla. Las observa un fondo compuesto por dos islotes unidos por un tómbolo, una ermita y un faro. El apartado paraje apenas se une al continente y a sus vicisitudes a través de una carretera que esconde en su principio la historia de las que huyeron, exiliadas, y de aquellos que naufragan. El milenio, a punto de terminar, guarda antes la vida de la última ermitaña en un documental rodado con una cámara Super 8.

Bajo esta premisa, la dramaturga Begoña Tena (Castelló, 1978) conforma Plenamar, una producción propia del Institut Valencià de Cultura (IVC) que aterriza en el Teatre Principal de Castelló este fin de semana en tres sesiones - viernes, sábado y domingo. La función, dirigida por Laia Porcar Núria Vizcarro, reivindica la ficción como un espacio "para lo imposible y lo imposible" y narra la "incomunicación y el aislamiento ante una naturaleza amenazante para el ser humano". El texto, de unos 80 minutos de duración, reúne a un elenco procedente en su mayoría de la Comunitat Valenciana y centra su puesta en escena en el poder de la composición musical - a cargo del dúo Versonautas - y el espacio lumínico. A tal efecto, la sesión dominical en el emblemático recinto de la plaza de la Paz facilitará la accesibilidad a las personas con discapacidad sensorial mediante subtítulos, audiodescripción o un bucle magnético individual. A unos días del estreno, Castellón Plaza conversa con la autora sobre cómo 'suenan' Plenamar y su contexto.

— Begoña, estrenas este fin de semana en Castelló; sin embargo, la historia ocurre en un contexto alejado. ¿Desde dónde surge Plenamar? ¿Hubo una imagen o una lectura de la que brote la escritura?

— Plenamar supone un encargo por parte del Institut Valencià de Cultura, pero la verdad es que me han otorgado absoluta libertad para escribir acerca de lo que quisiera. Hace bastante tiempo que leo sobre faros, fareros y su proceso de transformación desde los años 90. En sí misma, la idea viene de una imagen general representada en numerosas fotografías que he mirado durante los últimos años sobre la Ruta de los Faros [O Camiño dos Faros] en la costa de Galicia. De ahí procede el planteamiento; de hablar de los faros y también de los ermitaños. Son dos temas que tenía pendientes, aunque sin una idea precisa.

  • Imagen de una escena de Plenamar -

— La obra transcurre entre dos islotes, con una carretera que sólo se puede transitar cuando baja la marea. ¿Qué simboliza este espacio tan limitado?

— Me interesan los espacios que son a la vez transitables y no transitables. Las islas están unidas por un tómbolo, una lengua de tierra, y asimismo conectan con el continente a través de la carretera. Me parece que esta fórmula resulta en una separación de igual modo interesante y parcial; están muy cerca de la tierra, pero en realidad se encuentran aisladas. Respecto a la idea del agua y de las mareas que suben y bajan, me apetecía trabajar con un proceso cíclico y que se repite constantemente.

— Corre el año 1999, el milenio se acaba. ¿Por qué eliges situar la historia justo en ese final de ciclo?

— Quería situarla en un pasado, pero que resultara igualmente reciente. En un principio, cuando investigué sobre el fenómeno de los ermitaños, me topé con mucha información y bastantes relatos sobre los siglos XVIII, XIX y principios del XX. No obstante, me parecía que la historia se alejaba. Entonces busqué esta fecha porque, yo que ya tengo 47 años, me acuerdo de toda la rumorología que corría en 1999 sobre el cambio de milenio y las teorías que se lanzaban sobre qué iba a pasar, aunque luego no pasó tanto. En este sentido, tenía ganas de jugar con ese cambio de ciclo como algo que se acaba y algo que empieza y situar la obra en un pasado, pero bastante cercano, aunque hayan pasado ya 26 años. Me he retrotraído también a aquellos medios de comunicación; en la época, por ejemplo, Internet no estaba todavía asentado ni era masivo como ahora y tampoco se había extendido el uso del teléfono móvil. Me gustaba esa idea de que todavía las relaciones eran más cercanas, humanas y presenciales.

Me interesan los espacios que son a la vez transitables y no transitables

— La obra combina en su dirección teatro y documental. ¿Cómo ha sido trabajar con ese cruce de lenguajes escénico y audiovisual?

— Desde el texto y la más pura literatura dramática, que luego las directoras convertirán en dramaturgia, la idea del documental estriba simplemente en un personaje que viaja a la isla a grabar un film. De este modo, no planteo que la obra sea un documental; más bien, la dirección realiza una revisión del texto y algunas partes de la narración se trabajan desde dicho formato. De hecho, existe una escena en la que el personaje graba la película y realiza entrevistas al resto de personajes, de manera que la puesta en escena en sí misma incluye trabajar partes del texto en formato audiovisual.

— En la sinopsis de la función mencionas a "aquellas que han renunciado a sus nombres". ¿Quiénes son esas mujeres y qué las empuja a desaparecer del mundo?

— Plenamar es una obra muy coral, pero centra el foco en dos mujeres que residen permanentemente en una isla tras decidir abandonar sus trabajos y su entorno para vivir aisladas allí y crear una comunidad. Durante los 20 años que residen en el lugar han llegado muchas mujeres. El islote supone un espacio de convivencia. A tal efecto, una de ellas está a cargo de la edición de una pequeña colección de libros y crea un sitio al que invita a gente para escribir. Junto a ella, otra mujer, su amiga del alma, se dedica al cuidado de todas para que puedan realizar su labor de escritura. Ambas son un poco estrambóticas y bastante teatrales hasta el punto de que plantean olvidar quién eres y quién has sido para llegar a la isla.

No quiero destripar más, pero la historia trata sobre renunciar a tu pasado para poder estar en el islote y centrarte solamente en él. El resto de personajes ocupa diversos rangos; desde una pastora a la joven que acude a grabar un documental sobre la última ermitaña que vivió en la isla o una mujer que es clavecinista y escribe un libro sobre la compositora Wanda Landowska mientras se aloja allí como residente. Enfrente se extiende otra isla en la que vive solo un farero que se comunica con una habitante del islote contrario.

  • Imagen del elenco de Plenamar -

— En suma, imagino que la presencia del sonido, el mar o la niebla resultará constante. ¿Qué papel juega lo sensorial en la obra?

— Pues resulta curioso, pero también va a suponer una sorpresa para mí. Sé que el espacio sonoro y la música en directo están a cargo del dúo Versonautas. Desde la escritura, siempre trabajo y me interesa la dramaturgia del sonido e intento practicar un teatro en el que tenga más importancia aquello que se oye que aquello que se ve. Casi siempre, mis textos están repletos de acotaciones y paisajes sonoros porque me dedico también a ello. A la espera de la puesta en escena final, supongo que los elementos característicos del texto como el mar y la niebla estarán muy presentes.

— Este domingo, la función será accesible para las personas con discapacidad sensorial. ¿Qué importancia tiene para ti que el teatre se piense desde la inclusión?

— Me parece fantástico. Además, como te he dicho, para mí es importante lo que se oye, por eso creo que es una forma magnífica de poder acercarlo a todo el mundo. No voy a poder asistir a la función, pero tengo ganas de que me cuenten cómo se va a realizar y el resultado de la adaptación final. Tengo curiosidad.

En los últimos años vivimos una precariedad tan absoluta en escena que a menudo las escrituras que realizas no son las que quieres, sino las que vas a poder llevar a cabo

— Finalmente. ¿Qué lugar ocupa Plenamar en tu trayectoria como autora? ¿Sientes que abre un nuevo ciclo en tu etapa de escritura?

— Plenamar significa retomar un trabajo que ya había realizado hace tiempo: la ficción con elencos más grandes. En los últimos años vivimos una precariedad tan absoluta en escena que muchas veces las escrituras que realizas no son las que quieres, sino las que vas a poder llevar a cabo luego. Entonces, llevaba tiempo escribiendo textos para uno o dos intérpretes solamente. El hecho de volver ahora con un elenco de seis personas me hace ilusión. Además, siempre supone un reto escribir para tanta gente, aunque en realidad no sea tanta, pero en los tiempos que corren resulta un número elevado.

Por otro lado, la obra representa un regreso a un trabajo más ficticio y menos autorreferencial. En los últimos trabajos que he escrito, me entrevisté con varias personas y suponía un trabajo a veces tedioso. Sin embargo, esta función ha supuesto una labor de fantasía y de imaginación para crear una ficción pura, pero sin renunciar a lo que me gusta: la dramaturgia sonora y los temas que siempre me recorren, como la existencia del ser humano o la soledad en personajes que intentan salir adelante y no se rinden.

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