Entrevista

CULTURA

Corazones Eléctricos llenan Castelló de rabia y amor

Los valencianos llevan su rock este viernes en la sala Because de la ciudad junto a los asturianos Baja California

  • Corazones Eléctricos
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CASTELLÓ. “Llueven lágrimas de luz, miro al lado y estás tú”, canta Pau Monteagudo, finísimo letrista, guitarra y cantante de los valencianos, Corazones Eléctricos, en la shakespeariana, Sueño de una noche de verano de su último plástico, De amor y rabia (2024). Dos conceptos, que parecen contrapuestos, por donde serpentea el álbum. Éste trabajo es el tercero de la banda tras los exitosos, Corazones Eléctricos (2017) y Arte y oficio (2019). Los valencianos llegan a Castelló el 23 de mayo a la sala Beacause, con un más que buen puñado de buenas canciones de rock junto a los asturianos, Baja California. Y además, si eres menor de 25 años, tienes la entrada gratis. Esto es acercar el rocanrol a la gente joven, y el resto son pamplinas.

Me deshago en halagos en los primeros compases de la conversación con mi interlocutor por su álbum. De amor y rabia es puro rock sin artificios, sin zarandajas. La charla, programada para que no durara demasiado, se alarga más de hora y media. Surfeamos con Pau las olas del rock, de Nirvana al rock actual, pasando por sus ex bandas; la aclamada Uzzhuaïa y The Stone Circus para entender la pasión de este guitarrista por el rock. Antes de nacer Corazones Eléctricos, Monteagudo militaba en uno de los combos más reconocidos allende nuestras fronteras dentro del hard rock: Uzzhuaïa. Toda una institución.

Después de álbumes como Destino Perdición (2008) o Santos & Diablos, Uzzhuaïa decidió dar carpetazo y finalizar la banda. Aquello fue una sorpresa para muchos, el grupo valenciano parecía estar en lo más alto de la pirámide y su fama era enorme fuera de sus dominios geográficos. “Muchas veces lo que una banda proyecta –comenta, Monteagudo -, sin pretenderlo, hacia fuera, no es muchas veces la realidad. En el sentido de “Uzzhuaïa eráis enormes, llenabais salas…”, no, esto no era así. No iba mal la cosa, pero no dejábamos de ser una banda underground, muy querida por el público, pero que no conseguimos escalar. Tocamos techo, por las circunstancias que fuera, se tocó techo”, apunta. En una ciudad que no había logrado situarse en el mapa rockero del país, que una banda de aquí lograra ese éxito era algo para celebrar. Y Uzzhuaïa gozó de una enorme simpatía y cariño local.

“Lo que hicimos con Uzzhuaïa fue muy bonito, hicimos un montón de cosas, pero yo con Corazones, aquí en València, hemos hecho ya varios conciertos que han sido sold out, en los mismos sitios que toqué con Uzzhuaïa que nunca hice sold out. Muchas veces la percepción, por una cuestión emocional, el recuerdo que queda es que algo fue gigante cuando no lo fue. Si hubiera sido gigante hubiéramos continuado, no sé si por tiempo indefinido o por un tiempo, porque a mí me apetecía cambiar”, señala.

Una espinita

Pau, antes de cantante, es guitarra, y en Uzzhuaïa solo era cantante, y esa espinita siempre la tuvo en su cabeza y en su corazón. Volver a colgarse la guitarra, como hacía en The Stone Circus, el grupo en el que estuvo antes de Uzzhuaïa, era su mayor ilusión. “Yo cuando entro en Uzzhuaïa venía de una banda donde yo era guitarrista solita. Yo monté The Stone Circus, hubo un momento que nos presentamos a varios concursos, había un concurso internacional que se llamaba Emergenza. Ganamos en València, fuimos a la final en Barcelona y quedamos semifinalistas”, recuerda, y me hace regresar por unos segundos al pasado desbloqueando una fotografía mental, quizás algún día debamos hablar de ese concurso donde actuaron grupos de la talla de Sujeto K con gran éxito. “Yo ya estaba en Uzzhuaïa y venía tocando en Stone Circus. Yo venía de ahí, desde un principio me hubiera gustado tocar la guitarra en Uzzhuaïa pero como había dos guitarras, siempre hubo esa demanda. Cuando Uzzhuaïa decidimos terminar es cosa de los cinco, los cinco estuvimos de acuerdo que teníamos que parar, faltaba un poco de chispa, de proyecto, teníamos la sensación de haber tocado techo, porque una banda requiere mucho esfuerzo, muchísimo”, admite.

A pesar de ser uno de los cantantes más reconocidos, poniéndole las cuerdas vocales a temas como Desde Septiembre o Blanco y Negro, nunca se le olvidó su verdadero amor, como ya hemos dicho: la guitarra. “A mí me frustraba, entre comillas, me daba envidia ver a Isra y Álex (los guitarristas de Uzzhuaïa) con los amplis en el estudio sacando sonidos, y yo voy, canto y ya está, porque soy guitarrista. Habían temas que, por estilo, que yo escribía, y decía: éste lo voy a guardar porque tengo claro que en algún momento quiero montar un proyecto tocando la guitarra, escribiendo canciones”. El germen de Corazones Eléctricos, antes de tener siquiera nombre, ya era una semilla en la mente del guitarrista. “Hubieron canciones que yo ya tenía escrita para esta historia (el grupo Corazones Eléctricos), entonces en el momento que Uzzhuaïa lo deja, dije: vale, desde ahora me voy a poner a buscar gente, voy a montar esta banda, voy a escribir las canciones que faltan y voy a sacar un disco”, comenta, Monteagudo.

Se acaba Uzzhuaïa y llega Corazones Eléctricos. Un reinicio, otra vez a comenzar de cero; aunque todo el mundo conocía a Pau Monteagudo por sus años en Uzzhuaïa y no era exactamente partir desde el primer escalón. Era la primera vez que veríamos al vocalista también como guitarrista y eso sí que era algo nuevo. Y llegó el primer sencillo que comienza a asfaltar el pavimento por el que pasaría Camino al sur. Una canción frenética, de carretera y manta. “Camino al sur, si yo hubiera estado en Uzzhuaïa habría virado hacia otro lado más pesado, pero a mí me apetecía más abrirme a sonidos no tan encasillados como el hard rock, abrir un poco, me encantaba, Tom Petty, Stray Cats. Hay temas de ese disco que habrían encajado”, apunta. Es cierto que en cualquier crónica de la época de Uzzhuaïa la mayoría de críticos relacionaban a la banda con el hard rock, casi como única referencia, olvidándose de otros sonidos y estilos a los que también, en cierta forma, estaban adscritos.

“También te digo, si te pones a escudriñar entre los discos encontrarás muchas canciones que no tienen esa pesadez, sino que son más bien alternativas, tienen algo de los 90”, dice. “Básicamente Corazones bebe de lo mismo, solo que yo el hard rock lo dejo de lado, no tanto, me alejo un poco, y me centro en la música alternativa y en el rock clásico”, sentencia.

La formación de la banda

Para Corazones Eléctricos, Monteagudo reclutó a un bajista que ya conocía, Kako Navarro y juntos buscaron batería.Y apareció, Víctor Traves. Esa fue la primera formación de Corazones Eléctricos, porque luego han venido otras, siempre con Pau a la cabeza. Su primer disco homónimo se grabó en solo tres días. “En tres días estaba todo grabado (ríe), al final trabajamos mucho en el local. De hecho, las demos del disco, las tengo, igual un día las saco, suenan exactamente al disco, están grabadas en directo, siempre hay algún arreglito, metes panderetas, alguna guitarra extra”, revela, casi como adelanto de lo que quizás un día veamos.

Camino al sur es una road movie musicada. Un viaje sonoro que puedes visualizar y que huele a libertad y alquitrán. “No me apetecía la típica road movie de chico y chica, piensa un poco más Thelma y Louise, en dos tías fuertes, poderosas, que se cagan en todo, que están hartas y que cogen el coche, carretera, y a ver qué hay delante, que no me gusta nada lo que tengo detrás”, dice.

El día que sonó el tema en la radio, como se hacía antes para presentar una canción, seguro que Pau estaba nervioso. La gente siempre se genera expectativas de lo que va a publicar su artista favorito, y en el caso de Pau, mucha gente deseaba saber por dónde tiraría musicalmente. “La primera vez que suena esa canción es en Rock Fm, no sé cómo contactamos, yo ya había currado para Rock Fm estando en Uzzhuaïa y al final haces amistad con ellos”, comenta. “Les paso el single a Jorge, una colega de la emisora, y creo recordar que sonó en Oldie Motel, que es lo que está en el Bandcamp, que es una demo”.

Había llegado el momento de conocer otra de las caras del vocalista en aquella primera canción, y en la posterior gira, en la que estuve en la sala 16 Toneladas sorprendido por el concierto tan exotérmico que ofreció el combo. “Yo sabía que para la gente era el cantante de Uzzhuaïa y poco más, aunque alguna vez sacara la acústica, pero poco más; y es que ahora la gente va a descubrir que soy guitarrista, que a mí lo que me gusta es tocar la guitarra, cantar no se me da mal y me gusta hacerlo. Yo lo he dicho siempre: si me dan a elegir entre cantar y tocar, me quedo con tocar”. Le digo que ojalá nunca le hagan elegir, sonríe. La voz de Monteagudo tiene un timbre muy carismático y diferente. Suena hasta familiar.

Corazones Eléctricos en el proyecto musical de su vida. Monteagudo crea la totalidad de las canciones, y esto no es solo las letras o los riffs. “Para mí Corazones es algo muy personal, porque aunque haya ido entrando gente; por circunstancia, no por deseo mío, yo he escrito el 100% de las canciones. Cuando te digo el 100%, te digo las baterías, el bajo. Luego al músico le digo: siéntete libre. Yo programo unas baterías, porque me gusta mucho tocar la batería”.

Segundo trabajo

Su segundo trabajo discográfico, Arte y oficio, contiene una pista oculta, como sucedía en los discos de otras épocas. “Es en la última canción, que es Sempiterno, que la hago a piano y voz, siempre pensaba que gente como Bowie han vencido al tiempo, que trascienden al tiempo a través del arte y de la música. Muchos trascendieron al tiempo porque lo que dejaron hecho estaba tan bien hecho que no mueren. La canción habla de cuando yo no esté”, reconoce.

“Cuando acaba Sempiterno, pasan, no sé cuántos minutos y de repente se escucha una guitarra y una voz que no es la mía. Y es un tango, Por una cabeza de Carlos Gardel”, me extraño, Pau lo nota, ríe y me comienza a contar la intrahistoria. “Cuando mi madre cumplió 60, sus primos encontraron una grabación hechas con magnetofón de cuando mi madre era una niña de cuatro años. En esa grabación estaba la voz de mi abuelo, que le encantaba cantar tangos, perfectamente afinada. Agarré esa voz, me la aprendí, Por una cabeza de Gardel e hicimos la magia en el estudio. Yo grabé la guitarra, y la voz la grabó mi abuelo cuando mi abuelo tendría veintipico años, yo soy más mayor que mi abuelo en esa grabación (risas). Esa es la historia de esa pista oculta”

Arte y oficio tuvo algo de mala suerte, como todos los discos que se publicaron meses antes del Covid y el confinamiento. Las bandas no podían tocar, los discos no tenían la oportunidad de ser presentados al público. Y Corazones, tras un primer disco que había dejado muy buen sabor de boca entre fans y nuevos seguidores, había montado una gira nacional más ambiciosa que la anterior. Había que ir a por todas. “Teníamos casi treinta fechas hasta mayo – comenta -, el disco salió en febrero. Íbamos a recorrer España, vamos a palmar muchos conciertos, pero no pasa nada. Ya teníamos cerrados algunos festivales para mayo, pero llegó el coronavirus y hubo que cancelarlo todo, cuando pasó cerramos las que pudimos, porque claro, los peces más grandes se comen a los pequeños. Fue un poco desastre, fue la putada del disco”.

La última referencia que tenemos de Corazones Eléctricos es De amor y rabia, el disco más crudo, contundente y grunge de la banda. “El proceso de creación de un disco no es: haces el último concierto de la gira de ese disco y te pones, sino que vas escribiendo. Tenía el disco ya escrito prácticamente, nos metemos en el estudio y a mí me apetecía mucho sacar esa rabia y el amor que toca a mi puerta. Mezclar esos dos sentimientos que son muy humanos y muy necesarios, y que a día de hoy no nos atrevemos a protestar por nada, lo decimos con la boca pequeña”, comenta.

Conceptos antagónicos

El título, con dos conceptos antagónicos, y en alguna ocasión complementarios, muestra una serie de ideas que tiene Pau sobre el momento que nos ha tocado vivir. Como una especie de testamento rabioso sobre la difícil actualidad. “A mí me apetecía reflejar una realidad mía, de lo que observo. En el vinilo, y en el cedé también lo metimos, viene una reflexión del porqué del disco. En el vinilo lo hicimos en un A5, un dibujo que hizo mi chica muy chulo. En la parte de detrás hago yo una reflexión del porqué del disco. Básicamente quise reconectar con mi adolescencia, con las bandas que escuchaba cuando tenía 14 años, Nirvana, Pearl Jam, la escena Seattle. Y al ir ahí, pensé en los adolescentes a día de hoy y están jodidos, ya no solo por la música que les representa, que en cualquier caso, les representa. Toda generación tiene su revolución”

“Yo pensé en los chavales, esta generación está jodida, les critican mucho que viven en casa de los padres, que se lo gastan todo en drogas y en salir de fiesta. Ellos saben que aunque estén formadísimos no tienen, de momento, ningún futuro, pues, qué van a hacer, pues pegarse fuego cada fin de semana”, apunta. “Es que es eso o suicidarse o coger una depresión, conecté con eso. Y con los músicos. El 95% de los músicos estamos igual que esta generación de chavales: me he preparado, sé que lo hago bien, pero no tengo sitio, no tengo hueco, está todo copado. Las altas esferas, incluso las del medio, no hay sitio, no consigo que me den fecha, no consigo meter la cabeza en un festival. Con toda esa mezcla nace De amor y rabia

Pau Monteagudo y su banda quieren acercar, como hemos mencionad al principio del artículo, el rock a los jóvenes, hoy aparentemente alejados de las guitarras distorsionadas, y para ello invita a los menores de 25 a entrar gratis a sus conciertos, porque son más eficaces las acciones que las palabras. Y en ese modo de operar, la banda actuó en 2024 en el Centro Penitenciario de Albocàsser (Castellón II) para los presos.

“Fue una propuesta de Fira Trovam, nos propusieron porque quería llevar una parte de la cultura y los conciertos a la cárcel, y por supuesto dijimos que sí”, comenta. “Fue una experiencia increíble, dura porque te das cuenta de las múltiples realidades que existen. Uno cree que su vida y la de la gente que conoce es la realidad, y cuidado, no. El nivel de seguridad para entrar, imagínate, increíble, el móvil, por supuesto, prohibido, no llevéis anillos, nada. Y unos controles de seguridad como en las películas, inventario de absolutamente todo. El concierto estuvo guay, los presos reaccionaron guay, y luego pudimos estar un rato con ellos.

Veía a mastodontes tatuados, pero los veías con esos ojos, emocionados, me acuerdo de uno que me dijo: el último concierto que vi fue hace veinte años”

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