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“El ‘solo sí es sí’ infantiliza a la mujer”: manual para explorar el consentimiento a través del cine

Ana Valero aborda en su nuevo ensayo las zonas grises del deseo, los límites jurídicos y el poder del audiovisual para captar la complejidad de las relaciones sexuales

  • L'été dernier
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VALÈNCIA. ¿Qué significa realmente el consentimiento? ¿Cómo se articula en relaciones atravesadas por el poder? ¿Qué papel ocupa en la conversación social? ¿Y en las ficciones audiovisuales? Estos interrogantes y algunos más vertebran Una mirada cinematográfica sobre el consentimiento sexual (Tirant Lo Blanch), en el que la profesora de Derecho Constitucional Ana Valero recurre a películas y series para explorar las zonas más grises del deseo. Así, a través de títulos como El acusado, La Condanna, How to Have Sex, La pianista, Bombshell o Elle, examina los matices de un concepto que todavía está en disputa. El resultado es un ensayo con el que la autora de La libertad de la pornografía (Athenaica, 2022) huye de las respuestas fáciles y reivindica la complejidad como vía para comprender todo aquello que rodea y atañe a las relaciones sexuales.

 

-Explicas que el consentimiento ha sido históricamente un concepto “poco pacífico” dentro del feminismo. ¿Por qué te interesaba abordarlo en este momento?

 

-Porque, pese a que dentro del feminismo los debates sobre la virtualidad y el alcance de este concepto se remontan como mínimo a los años 70 del pasado siglo, es recientemente cuando dicho debate ha trascendido las fronteras de lo teórico y lo académico para llegar a la conversación pública, cultural y al ámbito legislativo. En la última década hemos comenzado a preguntarnos si la libertad sexual tiene límites y cuáles son. En España, fueron el caso de La Manada y el estallido del #MeToo los detonantes de la aprobación de la Ley Orgánica 10/2022, de 6 de septiembre, de Garantía Integral de la Libertad Sexual, que provocó un interesante debate social en torno al consentimiento.

 

El consentimiento sexual es tendencia y sobre él se ha posado la atención no solo de las conversaciones feministas y del debate jurídico, sino también de la actualidad del relato cinematográfico, protagonizado principalmente por mujeres cineastas. Ellas han tomado el mando en las producciones audiovisuales que hablan sobre la violencia sexual y el consentimiento. Frente al tradicional protagonismo de la mirada masculina, que no cuestionaba la violencia sexual contra las mujeres, sino que se limitaba a visibilizarla como un hecho material inevitable en su vida, las directoras contemporáneas la complejizan y muestran las aristas del consentimiento en sus creaciones. Como jurista, como feminista y como amante del cine, no podía dejar pasar la posibilidad de adentrarme en este jardín, asumiendo el riesgo que supone ser una voz minoritaria y no siempre ‘políticamente correcta’ en estos asuntos.

 

  • -

 

-Uno de los grandes pilares de esta obra es si es posible la violencia sexual involuntaria, si existe margen para el error sobre el consentimiento…

 

-Me obsesionaba la idea de que cuestiones como los estereotipos de género o ciertos falsos mitos sobre los deseos y los placeres sexuales de la mujer, que están todavía muy presentes en nuestra sociedad, especialmente entre las personas jóvenes, pudiesen estar incidiendo en la manera de entender la sexualidad y, por tanto, el consentimiento. En el libro trato de esclarecer cuáles son esos factores que todavía hoy marcan una distancia enorme entre las expectativas sexuales masculinas y femeninas, que conducen a situaciones de falta de comunicación y entendimiento. Dichos factores están representados en las ficciones audiovisuales que analizo y, a través de ellas, evidencio que sí es posible el error sobre el consentimiento, que existen casos en los que el hombre puede llegar a creer que hay actos de la mujer que significan un “sí” y actuar honestamente convencido de que ella consiente sin ser así, o situaciones en las que la negativa de la víctima pasa realmente desapercibida o no es comprendida.

 

-En ese sentido, ¿qué peligros entraña intentar dar una fórmula simplificada o general a un concepto tan complejo como es el consentimiento?

 

-Es ingenuo pensar que una fórmula verbal va a despejar todas las incógnitas y a permitir discernir de manera clara y meridiana cuándo hay violencia sexual. El modelo de consentimiento afirmativo (el de solo sí es sí) por el que ha optado el legislador español no es capaz de tanto porque, como trato de demostrar en el libro, el consentimiento sexual está condicionado por la interpretación subjetiva de las manifestaciones verbales, las insinuaciones, los comportamientos y las actitudes previas o propiamente sexuales, los silencios y las dilaciones. Dicha interpretación se encuentra subordinada, a su vez, a roles de género que condicionan la percepción de la relación sexual y su carácter consensuado o no. Pensar que toda esta complejidad puede despejarse mediante un “sí” es ser poco realista.

 

  • La pianista -

 

-¿Por qué decidiste tratar el consentimiento sexual a través del análisis cinematográfico? ¿Qué aporta aquí la ficción audiovisual?

 

-El cine es el medio idóneo para representar las complejidades del consentimiento sexual por múltiples razones. Por un lado, el lenguaje cinematográfico, gracias a su combinación de imagen y sonido, captura simultáneamente los gestos, las miradas, las palabras o los silencios que concurren en el encuentro sexual. Ningún otro medio es capaz de representar con tanta fidelidad un ecosistema comunicativo tan complejo. Por otro lado, los recursos cinematográficos permiten mostrar las dinámicas de poder que atraviesan el consentimiento, los entornos sociales y culturales que ejercen presiones que no pueden desligarse de la manera subjetiva de entender el sexo, etc. Mientras el Derecho necesita claridad y seguridad jurídica, el cine puede y debe representar las complejidades, los matices y las disonancias que muchas veces existen entre lo que parece y lo que es.

 

Por ello, creo que el Derecho no puede regular el deseo y debe atender exclusivamente a la voluntad; y, en muchas ocasiones, no es capaz de resolver atendiendo a los condicionantes que proceden del estatus social, el entorno familiar, el bagaje cultural, el nivel educativo o el proceso de socialización en el que se ubican la víctima y el agresor. El cine muestra todo aquello que no puede ser encapsulado en una fórmula jurídica, porque es capaz de mostrar la realidad, que es todo menos simple y, por tanto, difícilmente simplificable.

 

-Recorres obras de distintos momentos de los siglos XX y XXI. ¿Por qué es relevante contextualizar histórica y jurídicamente esas piezas? ¿Qué riesgos hay en aplicar lecturas sociales actuales a películas realizadas en otras épocas?

 

-Intentar hacer encajar en las costuras éticas actuales las creaciones literarias, fotográficas o cinematográficas de otro tiempo, o a los propios artistas y sus vidas, conduce inevitablemente a esa nueva forma de censura que es la ‘cancelación’ y a la infantilización del espectador. Tratar de resarcir a las identidades históricamente humilladas, incluidas las mujeres, mediante el cuestionamiento de cómo fueron representadas en la ficción en aras de una insensata búsqueda del ‘perfeccionismo moral’ es un error. Además, precisamente el arte es, por emplear el lenguaje de la ficción, el ámbito más adecuado para ‘suspender la moral’.

 

-Defiendes que el cine permite explorar los “terrenos grises” del consentimiento. ¿Qué escena o película de las que abordas en este volumen consideras más reveladora para explicar esas zonas que la ley no consigue abarcar?

 

-Cada una de ellas aporta un matiz revelador de esas zonas oscuras: lo hacen creaciones actuales como How to Have Sex o El acusado en relación con las presiones sociales o las que derivan de los roles tradicionales de género y su incidencia en el consentimiento; lo hacen otras obras menos recientes como La pianista o Elle, sobre las aristas del deseo femenino y su no necesaria coincidencia con la voluntad; y también lo hacen otras creaciones cinematográficas como El consentimiento o Little Girl Blue, con las que sus autoras pretenden rendir cuentas con el lema “Prohibido prohibir” de mayo del 68.

 

  • How to have sex -

 

-De hecho, señalas que en How to Have Sex la protagonista dice “sí” sin desearlo en dos ocasiones y explicas cómo esa falta de deseo real se transmite a través de los recursos audiovisuales. Lo muestras precisamente como un ejemplo de que la fórmula del consentimiento afirmativo no es la respuesta definitiva…

 

-La directora de esta película, Molly Manning Walker, pone sobre la mesa, sin dogmatismos, toda la coacción ejercida por los estereotipos de género y cómo estos determinan el sentido del consentimiento sexual. Tara, su protagonista, no sabe si lo sucedido con su compañero de hotel está mal, solo que le genera un profundo desasosiego. No se siente capaz de contárselo a sus amigas. La presión social que ejercen los roles adolescentes, trufados de expectativas frustradas, conduce a Tara (sujeto pasivo) a expresar clara y reiteradamente un “sí”, previa interpelación por parte del sujeto activo, Paddy. Pero esa relación sexual consentida no es una relación deseada ni realmente querida por ella, lo cual induce a pensar que la fórmula del consentimiento afirmativo no es la respuesta definitiva.

 

-¿Cómo has afrontado el reto de integrar los conceptos jurídicos dentro del análisis cinematográfico y, al mismo tiempo, mantener la fluidez o la accesibilidad para lectores no especializados?

 

-Mi propósito era no emplear las películas que aparecen en el libro como una excusa para exponer mis tesis jurídicas sobre el consentimiento sexual, sino hablar también de cine. Y hacerlo mediante una escritura capaz de atrapar a un lector no necesariamente especializado en una u otra disciplina. A los profesores universitarios nos compete la tarea de atrevernos a salir de la burbuja de los estudios académicos (destinados exclusivamente a nuestros colegas) para llegar al gran público, porque nuestra labor, en última instancia, es la de contribuir a la conversación pública.

 

-¿Hasta qué punto las representaciones de las relaciones sexuales, el deseo y la presión social conectan con las discusiones actuales sobre consentimiento en la vida real?

 

-La sexualidad es inaprensible, está colmada de intimidad, de simbolismo y de señales no siempre precisas. En consecuencia, el lenguaje sexual es un terreno minado para la racionalidad y la claridad. Además, los roles de género juegan un papel fundamental en la conformación de expectativas y actitudes tanto en el acercamiento como en la propia interacción sexual. Por tanto, el consentimiento sexual y los criterios que deben configurarlo distan mucho de poder ser definidos y valorados de un modo previo, general e inequívoco. Las obras cinematográficas más recientes de mujeres cineastas acercan mucho más la ficción a la vida real que aquellas otras que se hicieron en el pasado y desde una óptica predominantemente masculina.

 

  • El Consentimiento -

 

-¿Qué opinión te merecen las películas que utilizan la violencia sexual como motor narrativo?

 

-Las narrativas cinematográficas actuales rompen con la idea del violador como un psicópata o criminal que agrede a la mujer empleando la fuerza. El agresor ahora es una persona conocida por la víctima, con la que ella ya tiene o ha tenido una relación afectiva, sexual o de amistad; un compañero de universidad o de trabajo; un padre de familia; una persona generalmente respetada por su comunidad… En todos estos contextos, dilucidar si ha concurrido o no el consentimiento no es una tarea fácil y de ello se hacen eco múltiples películas y series recientes. Estos relatos se adecúan mucho más a la realidad de las relaciones sexuales y de los antagonismos que se producen en su seno que aquellas otras que muestran el uso de la fuerza física.

 

-También abordas los contextos en los que el consentimiento no es posible, como la minoría de edad o determinadas situaciones de vulnerabilidad. ¿Qué importancia tenía para ti marcar esa frontera?

 

-Era fundamental dejar claro que hay momentos o contextos en los que la concurrencia o no del consentimiento no es jurídicamente relevante porque no es posible consentir libremente: el “sí” de un menor de edad que consiente tener relaciones sexuales con alguien mucho mayor que él no es jurídicamente vinculante, como tampoco lo es el hecho de que el consentimiento haya sido prestado desde una posición de absoluta subyugación respecto del poder de otro. En ese sentido, una de las tesis del libro es que, precisamente, el modelo legislativo actual del consentimiento afirmativo ‘infantiliza’ a las mujeres y nos acerca a esos estados en los que no es posible consentir. No nos considera aptas para elaborar, por nosotras mismas y al margen del proteccionismo estatal, estrategias para establecer nuestros propios límites sexuales.

 

 

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