CASTELLÓ. La ciudad guarda la respiración. En apenas unas horas, el volteo de la campana María anunciará la entrada de sus calles en una ebullición de luz, color y celebración en honor a la fundación de la urbe, el tercer domingo de Cuaresma de hace 773 años. Mientras, entre remaches, pruebas de luces y retoques, un pequeño reducto de personas contiene el aliento por una causa similar, aunque a su vez diferente. Los artistas gaiateros ultiman los detalles de sus monumentos alrededor de un ir y venir de miradas interesadas en los estallidos de luz que pronto desfilarán y engalanarán los barrios de Castelló. La salida de las 19 gaiatas, ya terminadas, se producirá, como marca la tradición, caída la noche de este domingo en representación de los gayatos y las cañas, coronados por un farol, que ayudaron al traslado de los antiguos pobladores del cerro de la Magdalena al llano de la Plana. No obstante, el trabajo de los monumentos, declarados Bien de Interés Cultural (BIC), comienza meses antes en el Almacén de Gaiatas 'Pepín Marco', situado a las afueras de la ciudad y conocido popularmente como 'el Matadero', por la antigua ubicación del servicio municipal.
El trabajo se realiza casi en secreto, sin generar más ruido que el de las herramientas en su labor. El alargado espacio conserva en la intimidad el orgullo de cada sector, únicamente dividido por altos boxes entrecruzados por andamios en los que cada artista y su equipo hacen crecer una idea que se concibe al principio como una simple articulación de pensamientos. Ahora, a pocos minutos de que se inauguren las Fiestas de la Magdalena de 2025, la suerte está echada en el almacén y los nervios acumulados crecen. Aunque el proceso llegue a su fin, lleva tiempo cocinándose a fuego lento. "Normalmente, empiezo en verano a hacerme unas ideas; a partir de ahí, se realiza un boceto sobre papel", señala Manuel Rodrigo, artista de la Gaiata 8, Portal de l'Om, que cumple ya más de tres décadas en el oficio. Sin embargo, otros conceptos emergen antes, incluso "a la misma vez que se construye el monumento del año anterior". Resulta el caso de Elia Fajardo, detrás de la Gaiata 13, Sensal, desde 2017, y de Mar Montolío, a cargo de la Gaiata 4, l'Armelar, y con más de dos décadas en la profesión.
La construcción de una gaiata
La creación de cada monumento se inicia en la privacidad del artista, frente a una simple hoja de papel que después derivará en la imponente e iluminada figura final. "Lo más complicado es llevar la idea de la cabeza al papel", comenta Fajardo. "El boceto es un simple dibujo; cuando empiezas a hacer la gaiata es cuando empiezan a surgir los detalles". De esta manera, los esbozos iniciales dibujados al calor del verano no siempre reflejan el producto definitivo; de hecho, hasta el propio boceto puede sufrir variaciones. "Una vez te sientas delante del papel, en ocasiones sale con las ideas que tenías preconcebidas, mientras que otras veces te surgen algunas nuevas", confiesa Montolío. Así, este primer procedimiento resulta "costoso", especialmente si se trata de la primera vez, como en el caso de Patricia Martínez, que este curso se estrena tras 18 años sumergida en el mundo de las gaiatas con la elaboración del monumento mayor de Sensal. Con el boceto en la mano y todavía en los últimos coletazos del calor veraniego, las persianas metálicas del Almacén de Gaiatas se elevan para comenzar, de nuevo, desde prácticamente cero.

- Elia Fajardo
En este sentido, ahora sí, las gaiatas toman forma paulatinamente, encajonadas en sus compartimentos. Éstos se dividen a su vez en distintas alturas, de tal forma que, a través de un sistema de pasarelas metálicas, se accede a los distintos puntos del monumento: de la base a los brazos y la cima. El proceso se inicia "una vez pasadas las fiestas", afirma Manuel Rodrigo, mientras eleva su mirada hacia donde dos hombres trabajan. "Venimos unos días después a desmontar y a ver qué podemos aprovechar, principalmente el material eléctrico". En este punto, cada artista empieza a tomar decisiones: unos, como él, arrancan desde la parte de abajo - el carro - y otros, como Elia Fajardo y Mar Montolío, toman las medidas para el cuerpo antes de añadir los brazos. "En nuestro caso, los colocamos ya sobre la propia estructura", apunta Fajardo. De la misma manera, Montolío admite que todo va "sobre la marcha y siempre con la mente puesta en los materiales de los que dispone". Tanto las herramientas como las materias han cambiado de un tiempo a esta parte. "Antes trabajábamos todo en [tableros de madera] DM y a base de gubia; ahora, utilizamos materiales derivados del corcho", coinciden.
Una tradición sin relevo
Transcurridas las fiestas de Navidad, el ajetreo en 'el Matadero' resulta constante. De forma progresiva, hasta Magdalena, los artistas pulen los detalles precisos y se enfrentan a desafíos más concretos, como el funcionamiento del juego de luces, ahora mediante la informática. No obstante, con el paso de los años el bullicio en el almacén pierde fuelle. "Antes presumía de tener a cinco o siete personas trabajando; ahora es bueno el día que somos tres o cuatro", recuerda Rodrigo, que autodefine al gremio como "los grandes desconocidos de Castelló". El relevo generacional se complica en una profesión que requiere dedicación y constancia a la sombra de los reconocimientos. "Es sacrificado; hay que ponerle mucho empeño y estar pendiente de los materiales, del box o de las vidrieras", señala Martínez, de 32 años de edad, que, pese a ello, afronta el futuro con "ilusión para seguir en el oficio". "El apoyo que reciben las gaiatas es mínimo y la gente no se quiere implicar porque no tiene futuro", subraya Fajardo, quien sentencia que, de prolongarse la situación en la profesión, "los monumentos morirán".

- Manuel Rodrigo (derecha) y un compañero trabajan en el monumento
Los artistas señalan a la enseñanza y el conocimiento de las gaiatas como una de las soluciones para evitar el mal mayor. "En mi opinión, lo primero es que en las escuelas se explique qué son, más allá de los elementos básicos de la fiesta", declara Mar Montolío. "Si los más pequeños desconocen que se trata de un monumento único en España, cuando son mayores prefieren no meterse porque son horas y tiempo". La figura de la gaiata representa la guía del antepasado pueblo castellonense para cimentarse en el actual. De esta manera, la sociedad se erige como guardiana de su propia historia y decide cómo conservar su tradición. "El día que más me gusta es cuando saco la gaiata llevándola por las calles; haya hecho lo que haya hecho", asegura Manuel Rodrigo. "La ilusión es la misma todos los años, pero mi momento favorito es cuando sale del box el sábado por la noche; significa que ya termina todo", comparten Elia Fajardo y Patricia Martínez. "Para mí, el instante más especial es justo cuando empieza el Desfile de Gaiatas; cuando, aparcada en la calle San Roque, se enciende y empieza a rodar para iluminar la ciudad de Castelló", concluye Mar Montolío. En suma, este domingo el trabajo culminará con una explosión de luz que hará brillar la ciudad y la conectará con su orgullo de genealogía a través de un oficio que lucha por conservarlo.