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Motivos por los que no dejo de soñar con 'The Expanse', quizá la mejor serie de ciencia ficción

La serie de Daniel Abraham, Mark Fergus y Ty Franck es interesante por cómo lleva la lucha de clases al espacio y los escenarios que describe con colonos alcoholizados y marcianos autoritarios

  • The Expanse

VALÈNCIA. Este año comenzaba con la noticia de que Amazon Prime eliminaba las tres primeras temporadas de The expanse. Los que no la hayan visto y se les diga ahora que esta es posiblemente la mejor serie de ciencia ficción jamás filmada, no tienen más remedio que recurrir al vil delito y bajársela o volverse a comprar un DVD quince años después. Todo ha sido crueldad con esta serie. No solo que vuele del streaming, también que terminara de forma abrupta, con una sexta temporada de solo seis capítulos. De hecho, los libros de la saga seguían, les quedaban tres todavía. 

Se supone que los productores, que son también los escritores de la obra, dijeron en su momento que la mini-sexta temporada no era el final, sino una pausa. “Un punto de inflexión”, dijo Ty Franck. Lo cierto es que, según las novelas, hay un salto de treinta años a partir del punto donde se ha quedado. Sin embargo, han pasado tres años y aquí nadie anuncia nada. Hay un culebrón con los derechos que no pinta bien, aunque si la serie fuese rentable, lo lógico sería que continuase. 

Ahora es lo de menos, lo que toca hoy es llorarla. Porque The expanse posiblemente es una de las mejores series de ciencia ficción de todos los tiempos. La discusión sobre si es la mejor de todas podría ser conflictiva, así que basta con enumerar los motivos por los cuales es una maravilla y que cada uno juzgue después de verla. 

Primero, por la lucha de clases. En los ochenta, Alien y Atmósfera Cero no solo fueron dos prodigios sobre escenarios claustrofóbicos y suspense en el espacio. También eran dos películas que tenían como contexto principal el mundo del trabajo. Los de la cinta de Ridley Scott eran equiparables a unos marineros mercantes, estaban enfadados por los salarios que percibían y por lo duro que era pasarse tanto tiempo fuera de casa. En la de Peter Hyams, había una colonia minera en Júpiter de trabajadores sobreexplotados, con alcaldes corruptos, traficantes de drogas y una trama de intriga, calcada de Solo ante el peligro, basada en algo tan prosaico como la productividad de los mineros y la empresa que se lo llevaba crudo. En lugar de épica espacial, casi cuentos mágicos en mundos lejanos, lo que aportaban era realismo. Problemas de la actualidad trasladados al espacio.

  • 'The expanse'

En The expanse teníamos lo mismo. En La Tierra, gobiernan las Naciones Unidas, hay unos espacios por los que se mueven los políticos que son encantadores; las habitaciones y trajes de la lideresa, Chrisjen Avasarala, puro glamur. Sin embargo, el problema del paro es atroz y la mayoría de la población, en un momento dado dicen que la mitad, no tiene trabajo y malvive en la calle sin hogar. Cuando Bobbie, la marciana, siguiendo su sueño por ver el mar al menos una vez en su vida, se adentra por las calles de Nueva York, lo único que se encuentra es gente viviendo debajo de un puente. Ese punto distópico es muy real, muy fácil de imaginar, sobre todo en unos Estados Unidos que marchan a pasos agigantados (desde hace años, no solo ahora) hacia un esecenario voluntario de postapcalipsis.

Y al igual que la colonia minera de la citada película de Sean Connery, están los cinturonianos, habitantes del Cinturón de Asteroides. Son todos rudos trabajadores, concienzudos terroristas y alcohólicos indomables. Son clase obrera harta ya de todo. De alguna manera, su situación recuerda a la de los irlandeses en tiempos pretéritos. Son lo más Mad Max, con un punto Firefly también, y da gusto verlos, tatuados de arriba abajo, incluso oírlos hablar. 

Segundo, el totalitarismo. No sabría cómo calificar a los terceros en discordia, los marcianos, naturales de la República del Congreso de Marte. ¿Son estalinistas o fascistas? Lo que está claro es que son militaristas, una sociedad autoritaria, la población tiene el cerebro lavado y está fanatizada y el monigote que les agitan es el mito del radiante porvenir, es decir, convertir Marte en un planeta plenamente habitable e independiente. 

La personalidad de los marcianos en las primeras temporadas es pura energía para la historia. Luego se disipa, pero no deja de ser interesante su ocaso. Cuando aparece la posibilidad de otros planetas habitables ¿para qué seguir matándose por el suyo? Llega la decadencia y sus militares se corrompen, algo impensable a priori. Pero nada que nos sorprenda a los que asistimos al colapso de la Unión Soviética, cuyos rescoldos se las han arreglado para situar al mundo al borde de la tragedia una vez más. 

Tercero, el antihéroe de la novela negra. En las primeras temporadas, el policía Joe Miller surca el argumento de manera magistral. Es ese detective hard-boiled que se ha enamorado de la chica del caso que tiene que resolver. Lleva sombrero incluso, por si había dudas, y está siempre cansado, harto de vivir, con barba de tres días, trasegando de lo lindo y está descreído de todo, hasta que la corrupción llega a unos niveles que le hace perder la cabeza. Un cliché, sí, pero un cliché en el espacio es otra cosa. 

  • 'The expanse'

Cuarto, la gente no se anda con historias. Amos, tripulante de la nave de los protagonistas -que se llama Rocinante, por cierto-, es un asesino confeso y es muy consciente de que su profesión consiste en matar. Bobbie, la marciana, hace migas con él porque ambos están cortados por el mismo patrón. Muchas veces se discute en la serie sobre la conveniencia de matar para resolver los problemas que se presentan. Son momentos filosóficos muy interesantes. 

Quinto, sufrimiento atroz. Los tormentos que se sufren son indecibles. Hay mutilaciones o casos como el de Camina Drummer, que es aplastada por maquinaria pesada y tiene que tirar con un exoesqueleto hasta que la someten a una operación de médula. No se ponen paños calientes a unas escenas que duelen. 

Con todos estos ingredientes ocurre lo que ocurre, el argumento da un poco igual. Es un correcalles espacial, con su intriga política, pero todo se resuelve a tiros, como en un western, y los protagonistas se libran siempre en el último segundo. Está tan bien construido que es fácil pactar con esos desenlaces de acción inverosímiles porque es irresistible enamorarse de los personajes, especialmente de Alex Kamal. De hecho, los dos protagonistas más importantes, Jim Holden y Naomi Nagata no tienen mucho interés. Son personajes puretas con poco atractivo, como no sea compensar los excesos del resto de la tropa. 

Del mismo modo, la trama alienígena de la protomolécula es irrelevante, sus anillos dan igual y los motivos por los que Marco Inaros, un villano maravilloso, se rebela no es algo que te haga vibrar precisamente, es todo bastante convencional en ese aspecto. No obstante, los efectos especiales, las naves, y sobre todo esa vida de curritos del espacio, esos cinturonianos hartos ya de tanto maltrato, esas colonias científicas con entusiastas de las plantas… todo lo que son escenarios y personajes secundarios es oro. Agitado con una acción que es trepidante, el resultado es una serie hipnótica, que se consume como la heroína y que, maldito sea el motivo, nos ha dejado huérfanos. 

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