Música y ópera

TODO DA LO MISMO

Nirvana, Alan Vega, The The y otras aventuras vividas colaborando para Ruta 66

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VALÈNCIA. En la portada del número 0 de Ruta 66 ya lucía el emblema tiempos de rock & roll. Haciendo gala de mi sentido de la independencia, yo debuté en aquel número de debut con un artículo de Foetus, un tipo que hacía una música electrónica tremendamente agresiva y que sería vital para músicos como Trent Reznor. Para mí, J.G. Thirlwell hacía rock & roll, pero no el tipo de rock & roll que acabaría difundiendo la revista en la que, por decirlo de algún modo, me fragüé como crítico musical. Esto sucedió en octubre de 1985. Durante los siguientes once años escribí en casi todos los números de la revista. A sus directores, Jaime Gonzalo e Ignacio Juliá, los conocía de tiempo atrás, de cuando les escribía cartas a de lector admirador, cartas que luego se convirtieron en llamadas telefónicas y charlas interminables sobre los temas que nos unían. A mí me gustaba hablar con mis críticos favoritos y a ellos les gustaba dejarse agasajar. 

Todo tiene un principio y un final. Dejé de colaborar con la revista a principios de 1996. Además de estar saturado, había descubierto que escribir para las revistas de música españolas no daba para vivir. La prensa generalista pagaba mejor así que cometí la herejía de olvidarme de ella y hacer entrevistas con músicos para Interviú, El País y otras cabeceras que, para los talibanes de lo underground, no puntuaban a la hora de acumular credibilidad, algo de los que, ya para entonces iba sobrado. Cada tanto, alguien me dice que descubrió a tal cual grupo leyéndome en el Ruta y yo me alegro porque de eso se trataba. Eso significa que, durante mis años de prácticas en Ruta 66 había cumplido con creces mi papel, el de difusor de talentos raros. También es probable que descubriera a los lectores más nombres de los que imaginan porque muchos textos -críticas sobre todo- las firmé con seudónimos como Pere Sandoval, Amparo Pérez, Rafa Scoobeedoo y Manolo Torres, que acabó convirtiéndose en un paraguas donde cabíamos varios. La revista necesitaba el tipo de contenidos que yo podía ofrecer, pero le parecía excesivo  que mi nombre apareciera tan a menudo.

Ruta 66 acaba de cumplir 40 años, lo cual es toda una noticia y también motivo de sincera celebración por mi parte. Colaborar en ella me creó la obligación de escribir habitualmente y me dio la oportunidad de hablar de los artistas que me gustaban. Rara vez me tocó hacer lo contrario, aunque reconozco que irme a Alcossebre para entrevistar a Aurelio Morata no era lo que más me apetecía; como se suele decir, era joven, necesitaba el trabajo. Ya he dicho que el espíritu rockero de la revista no iba conmigo, pero también he de reconocer que, para un jovenzuelo que se inició en la música con el punk y el postpunk, fue una buena escuela para conocer a los ancestros de Patti Smith y Johnny Rotten. Esta cabra siempre tiraba a su monte postpunk y, salvo los grupos de garaje que le gustaban a Lenny Kaye, Julian Cope y los Cramps, y anomalías como Esquerita o Screamin`Jay Hawkins, el rock antiguo solamente empezó a interesarme a medida que me fui haciendo mayor. Creo que el dogmatismo del que hacía gala la revista también produjo ese efecto refractario en mi joven corazón. Ondear banderas no se me da bien.

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Todo tiene un principio, cierto, pero lo de los finales no siempre es definitivo. Volví a Ruta 66 allá por 2010, cuando la revista llevaba varios años bajo otra dirección, la de Jorge Ortega y Alfred Crespo. Jorge insistió en que hiciera cosas con algo más de regularidad y yo hice lo que pude. El rock & roll, los tiempos y yo habíamos cambiado mucho desde 1985. Firmé un artículo extenso sobre Jack White, una entrevista con Caballero Reynaldo... Esto último me recuerda que desde el Ruta hablé, en los tiempos en los que darse a conocer no era tan fácil, de otros grupos valencianos que empezaban: 3Cómplices (en aquel momento aún no hacía falta que llevaran el 3 delante), Vamps, Carmina Burana, Comité Cisne, RC Druids... Seguí la misma política después, cuando comencé a publicar en Tentaciones, pero lo del Ruta tenía un encanto especial porque para determinados músicos, salir en esa revista era importante, tanto como para mí hacer que estuvieran ahí. La culminación de mi segunda etapa en la revista llegó en 2014, cuando Jorge me envió a París a entrevistar a Debbie Harry. No importa lo viejo que sea, estar cerca de los artistas a los que admiro está por encima de la edad, y bien merece una peregrinación, siempre dentro de unos márgenes razonables. Ruta 66 me dio la oportunidad de aprender a codearme con los artistas, de aprender las reglas de un juego de un negocio que en 2025 ya es carne de documental. 

Entre otras aventuras, esta revista me dio pie para que hablara con Alan McGee, en 1988, cuando Creation no era más que una humilde independiente. El encuentro tuvo lugar en la cafetería del valenciano Hotel Oltra, cuando Mc Gee vino invitado a la fiesta de La Conjura de las Danzas que el inagotable Jorge Albi orquestaba. También pude conocer a Alan Vega y verlo comiendo paella con los dedos antes de un concierto en la discoteca Espiral. Por obra y gracia del Ruta  di fe de la visita al Garage Arena de un antipático Matt Johnson, que vino acompañado por el no menos antipático mánager Stevo. Viajaron para presentar el vídeo álbum Infected pero lo único que hicieron fue ignorar a los cuatro periodistas que acudimos a la convocatoria. En el Ruta publiqué una entrevista con mi admirado Blixa Bargeld; otro encuentro de hotel, uno de los primeros de una larga lista que me curtiría como periodista musical. Fue en la Avenida del Puerto, después de que se celebrara una rueda de prensa con Nick Cave y los Bad Seeds de los cuales Bargeld formaba parte entonces. Cave agradeció mi interés por su subordinado y se piró de escena lo antes posible. A Lloyd Cole le hizo menos gracia que, tras un concierto en el Arena Auditorium, servidor de ustedes pidiera hablar con su guitarra, Robert Quine, y no tuviera la consideración de entrevistarle también con él.  La guitarra de Quine dejó una profunda y afilada marca en mi adolescencia, así que, lo siento Lloyd. En cualquier caso, he de decir que a Cole lo entrevisté muchos años después, también para el Ruta, y era un tipo encantador.

Me he puesto a mirar el listado de temas que hice para la revista durante esa primera década y siento más nostalgia de la quisiera. Si tuviera que elegir un momento cumbre, diría que fue la crónica que escribí acerca de la estancia de Nirvana y Teenage Fanclub en València, en julio de 1992. Hay gente que también me recuerda la entrevista que me concedió Iggy Pop en 1990, y una apertura de texto que hizo reír a más de uno y que hoy no sé si escribiría de esa manera. Para Ruta 66 entrevisté a The Raincoats y a David Kilgour, a Royal Trux y Flaming Lips, a Surfin’ Bichos y Corcobado, a Pixies y Superchunk, a Mercury Rev y Pavement, a The Chills y a Shonen Knife, a Lydia Lunch y a Scott Walker. Para el Ruta escribí decenas de reseñas de discos que casi siempre me gustaban mucho y artículos de bandas que me fascinaban. Blondie, The Fall, Cramps, Gun Club, The Perfect Disaster, Ian McCulloch, Robyn Hitchcock, Jello Biafra, Dinosaur Jr., Sonic Youth, Bush Tetras. Cada uno de aquellos textos me ayudó a ser quien yo quería ser y es posible que también fueran de ayuda para otros. No se me da bien ondear banderas, pero hay otras cosas que no se me dan nada mal.

  • Alan Vega en la puerta de Brillante, febrero de 1986 -

 

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