Libros y cómic

Paula Bonet cumple el sueño de Rafael Chirbes: ver pintado ‘El año que nevó en València’

  • Paula Bonet
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VALÈNCIA. El 15 de agosto se cumple una década sin Rafael Chirbes, el escritor de culto, natural de Tavernes de la Valldigna, que supo tomarle el pulso a la España desde la Guerra Civil hasta nuestros días. Profeta en las conciencias de una comunidad lectora que no ha dejado de rendirse ante su radiografía inmisericorde del país.

En 2003, el escritor aparcó su rabia característica para exponerse completamente en un cuento, El año que nevó en Valencia, publicado por Cuadernos de la Mangana. Un niño acude a la fiesta de uno de sus tíos, y en los gestos, florece toda la violencia y la miseria contenida en aquel inverno de 1956; también la formación de su mirada sobre cómo funcionaba el mundo y su deseo. Un texto breve que, en 2017 fue recuperado para el gran público en la colección Nuevos cuadernos Anagrama.

Pero Chirbes, al escribirlo, ya tenía una intuición/intención: que ese relato estuviera también pintado. Queda claro incluso leyéndolo, cuando dibuja con palabras el paisaje de aquella Malvarrosa nevada y los barrios deprimidos de València. Falleció sin ver su deseo cumplido.

En junio de 2020, Paula Bonet se dirigió a una librería a comprar el libro de Chirbes. Estaba entonces enfrascada en su proyecto más personal, La anguila. Buscaba “con cierta urgencia un libro pequeño, ligero ,alejado de la pintura, de las no maternidades, de las violencia contra las mujeres, de los feminismos, que me permitiera mirar desde otro sitio (…) Quería salir de mí, pero leyendo a Chirbes entré en mí con más fuerza que nunca”.

Bonet y Chirbes comparten una experiencia de arraigo complejo con la ciudad de València. También la capacidad de hacer de lo personal una obra capaz de descifrar el mundo que vivimos. La artista se puso en contacto con Anagrama para plantear la idea de pintar El año que nevó en Valencia sin saber que también era el deseo de Chirbes. Y de la coincidencia, la virtud. El texto vuelve a las librerías como el escritor había soñado; y por el camino, tomando un texto que no es suyo, Bonet ha seguido escribiendo, de alguna manera, sobre ella.

“A mí me interesaba leer al adulto sintiendo que quien palpitaba, quien sentía, quien miraba, a quien yo quería acompañar y cuidar, era el niño. Y es algo que, cuando me puse a pintar, sentí que también estaba haciendo: evidentemente pintaba la adulta, pero yo era la niña”, cuenta en conversación con este diario.

Paisaje

Chirbes y Bonet comparten la experiencia ambivalente de una València con la que les separa haberse encontrado en otro lugar; pero les acerca el recuerdo inocente de la infancia, del entorno feliz.

El paisaje de aquella ciudad se convierte en una bruma de recuerdos: la ciudad nevada, un piso cerca de la Calle Sagunto lleno de gente que ya no está; un niño que explica, a través del gesto, aquello que le definirá como adulto.

  • Uno de los paisajes propuestos por Paula Bonet. -

Bonet también vivió su formación como artista en aquella ciudad en la “que, a medida que mi mirada se iba haciendo más lúcida, y que yo iba siendo más crítica con el contexto, la niña se iba muriendo”. “En El año que nevó en Valencia lo que quise fue volver a esa inocencia a la que te aboca la infancia. Quería pintar sin miedo”, añadía.

Pero la inteligencia de Chirbes tenía otros planos. En un texto que funciona “como un hojaldre”, el paisaje no es postal sino el panteón de quiénes lo habitan: “Es un libro que, aunque aparentemente tan breve; hay una cosa muy física. No es un libro de un pinto, es un libro de alguien que sabe mirar y que sabe, con las palabras, pintar esa mirada. Sabe colocar veladuras, empastes, barridos; respeta el tiempo de secado… y a veces no lo hace”.

Panteón

“Empecé a ver que no era solo un libro de atmósfera; era un libro que narraba un contexto muiy concreto: hablaba de clase social, de relaciones familiares, de lo tóxixas que pueden ser las relaciones familiares más tradicionales, del afecto entre hombre, del mandato social que destruye vidas”, resumen Bonet.

Desde la aparente inocencia, Chirbes cuenta todo lo que esconden las bromas envenenadas y la familiaridad cruel de una España con todas las heridas abiertas. La voz del niño es la más lúcida, la que no sabe de formas y puede preguntarse todo.

En un momento del relato, Chirbes dice que junta en el recuerdo de aquella tarde en el pequeño piso a toda la gente que formó parte de sus recuerdos de València. Bonet sube la apuesta: “Chirbes consigue que tus muertos estén contigo, que estén vivos. Yo, mientras he estado pintando todo esto, he estado con mi abuelo. Y eso es algo que solo te puede dar el proceso creativo”.

Proceso

“Si está obra está llegando como siento que lo está haciendo es porque el proceso se ha colocado en el centro. La idea era no querer demostrar nada, no teorizar en exceso antes de presentar la obra”, explica Bonet.

La artista ha hecho suyas las palabras de Chirbes, que decía que escribir era entrar en un túnel oscuro. Él alargaba el proceso para depurar las palabras hasta convertirse a veces en algo tortusoso. “Chirbes decía que, cuando empezaba a escribir, no sabía qué estaba haciendo. Hasta que todo no se resolvía, él no sabía qué había hecho. También Isabel Santaló dice que hay que formarse para tener las herramientas, pero para ir hace lo que no sabes, para dejarte sorprender durante el proceso, y para saber que lo más probable es que nunca llegues”, diserta la artista.

  • Bonet, con los lienzos de El año que nevó en València -

La primera propuesta de Bonet era hacen una serie de paisajes de 30 por 40 centímetros; pero, al zambullirse en el texto, el proceso lo transformó todo: “Eso es una de las cosas que evidencia el gran narrador que era: no hay trampas, no hay trucos, hay una verdad que se amasa y construye a base de talento, de ser crítico con su propia mirada, de no querer ser complaciente y de trabajarlo mucho”.

Un momento que ejemplifica el cambio de rumbo en el proyecto es cuando Bonet decide pintar al niño. Así, “quien se acercara al libro vería, no solo le que miraba el niño, sino también al niño mirando”. “Cuando el niño empieza a mirar, empieza a sentir y a transmitir el agobio que siente dentro del piso y, a la vez, esa liberación de estar en el lugar bello al que quiere pertenecer”.

Esta decisión multiplicó el proyecto, que ha acumulado 40 obras. “Decidí entonces trabajar la figura humana como había trabajado el paisaje”. 

“Ahí fue cuando pinté una de las imágenes del niño con todas las veladuras que había usado para pintar la Malvarrosa. Como tienes que permitir que las cosas sucedan sin manipular en exceso, dejé que las manchas se colocaran, lo dejé secar. Y cuando volví a mirar, había aparecido un cráneo delante de la cara del niño. Me impactó mucho. A mi editora también le sorprendió. Me decía: Es el niño y es el muerto. Eso es que hace Chirbes con el tiempo: toda esa gente está en ese piso, y toda esa gente está muerta. Incluso él. Entonces me puse a pintar a toda esa gente ya con esa intención”.

En este ejercicio de hacer suyo el texto, Bonet tomó como referencia para las figuras humanas sus propios familiares desaparecidos. Y se tomó el tiempo de estar en su taller, poniendo pasodobles, pensando en su propia vida, dejando que el proceso completara de manera invisible todo lo que cuenta el relato: “Yo no tenía ningún plan mientras trabaja en este libro. Esto no es un libro ilustrado. Me metí ahí dentro, y después salí y ordené las pinturas. Empezaron a crecer y luego lo entendí todo”. 

Las pinturas se podrán ver en València

Pasar de unos pocos paisajes de pequeño formato a decenas de pinturas también permite que, aunque la primera intención fuera hacer un libro, el proyecto también mutara. Las obras se podrán ver solo en València durante un par de semanas.

“Estuvimos buscando un pisito cercano a la calle Sagunto que se mantuviera como en los años 50, y al final lo que vamos a hacer es amontonar las obras [como gente se amontonaba en el relato de Chirbes] en el piso en el que viví doce años, donde pinté tantas cosas. Nos lo ha prestado su actual propietaria”. Según adelanta Bonet, se podrá visitar con cita previa. Para que también sea una lectura, los visitantes escucharán el audiolibro que ha narrado también la artista mientras ve las obras.

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