Libros y cómic

Richard McGuire, el autor que transformó el cómic sin salir del salón de una casa

El artista visitó València para desgranar su obra magna, 'Aquí'

  • El artista estadounidense Richard McGuire, en su visita a Madrid hace unos días.
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VALÈNCIA. Richard McGuire es un artista polifacético que ha dejado una huella profunda en el mundo del cómic con una única obra: Aquí, una novela gráfica que explora el paso del tiempo desde la perspectiva de la esquina de una habitación. Este espacio, que se despliega a lo largo de la obra, simboliza una de las grandes revoluciones de la narrativa visual contemporánea; así que ha sido uno de los últimos invitados de lujo del Aula de Cómic de la Universitat de València.

El génesis de Aquí se remonta a 1989, cuando McGuire publicó una historia de seis páginas en la revista RAW, editada por Art Spiegelman y Françoise Mouly. En aquella versión, cada viñeta mostraba la esquina de una habitación a lo largo de diferentes momentos en el tiempo, mientras que paneles más pequeños ofrecían destellos de otras épocas. La idea surgió de una vivencia personal: “Se me ocurrió la idea porque acababa de mudarme a un nuevo apartamento y a menudo pensaba en el inquilino anterior”, explica en conversación con este diario. La reflexión íntima sobre el cambio y la memoria se transformó, con el tiempo, en un experimento narrativo.

“Luché mucho tratando de encontrar una nueva forma de abordarlo. Trabajaba en ello, luego lo guardaba, lo sacaba y volvía a trabajar. Me frustraba y lo volvía a guardar. Y así pasaron años”, confiesa. Durante ese tiempo, el autor fue abordando otros proyectos, que iban desde el diseño de juguetes y el cine de animación hasta un grupo de punk.

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La transformación de Aquí en una obra de más de 300 páginas implicó reinventar tanto el contenido como el formato. McGuire decidió que cada página doble representaría una vista panorámica de la habitación, de modo que el pliegue del libro se alineara con la esquina. De esta manera, “cuando abres el libro, te conviertes físicamente en parte del espacio. Es como un modelo arquitectónico”. Un lugar-cualquiera que se convierte en el escenario de aquellas cosas extraordinarias que suceden en todos lados.

Cualquiera en cursiva, porque la habitación que representa McGuire, en realidad, tiene una carga profundamente personal: es la casa de su infancia: “Mi familia está en el centro del libro, pero no pretende ser una autobiografía. Mi familia vivió allí durante 50 años en total. Y este libro trata sobre millones de años. Solo somos una pequeña parte”. 

A pesar de que la adaptación cinematográfica reciente sí desarrolla la historia de una familia, en este caso no tiene una presentación, nudo, desenlace, protagonistas y tramas. Es más bien una mirada temática a lo singular y lo compartido de cada tiempo, y sobre todo, a las huellas que van quedando, que se acumulan en la historia: “Solía decir que la habitación era la protagonista, pero la habitación va y viene. Así que es solo el lugar. (…) Me preocupaba que, sin tener un protagonista a quien seguir, el cómic no llegara”. Pero todo lo contrario, es precisamente esa sensación de estar ante lo inmenso, como ser consciente de la dimensión humana en el universo, lo que permite conectar con aquello que compartimos a lo largo del tiempo.

“Lo mismo ocurre con el mundo: también viene y va. Hay un momento en el libro en el que se menciona —casi de pasada, en un documental en la televisión— que el sol acabará absorbiendo la Tierra. Mientras trabajaba en el libro, tenía una especie de lema: Haz que las cosas grandes parezcan pequeñas, y que las pequeñas parezcan grandes. Porque al final, la vida de todos está hecha de pequeños detalles, pequeños dramas. Eso era lo más importante para mí”, concluye.

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Pasado y futuro

Las viñetas, o ventanas, que se abren yuxtaponen imágenes del pasado remoto –incluso desde la era de los dinosaurios– con visiones futuristas, en las que se esbozan catástrofes naturales y transformaciones del paisaje. Mirando, al pasado, en un contexto en el que la administración Trump ha puesto encima de la mesa la “restauración” ideológica en instituciones como el Smithsonian, McGuire es claro: “Es increíble que hablar de cambio climático signifique hablar de política. Es solo humanidad”. Para armar cada viñeta de manera rigurosa con el tiempo, se fue empapando de diferentes disciplinas.

En el otro lado, el futuro: “Tenía miedo a abordar esos años porque no quería hacer algo ridículo de ciencia-ficción”, comenta. Otra vez, la documentación científica le ayudó a las proyecciones del paisaje futuro, desde el impacto del aumento del nivel del mar hasta la supervivencia de la raza humana. Solo se atrevió a crear unos animales del futuro. McGuire decidió que el punto más lejano en el tiempo que abordaría sería el año 20.000; hasta ahí llega la esperanza de una vida que sigue desplegándose en formas inesperadas, con los vaivenes de la naturaleza y el progreso de la humanidad.

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