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El abrazo del oso de Puig o la expansión ilimitada de su perfil presidencialista

  • Puig saluda a la vicepresidenta, Aitana Mas. Foto: EP/Rober Solsona
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VALÈNCIA. Poco después de las elecciones autonómicas de 2015, con victoria del llamado Pacto del Botánico conformado por PSPV, Compromís y Podem, comenzó a instalarse una teoría en el imaginario político valenciano: el nuevo presidente de la Generalitat, Ximo Puig, tenía los días contados ante el fuerte avance de Mónica Oltra, al frente de Compromís. 

Una teoría a simple vista nada descabellada: los socialistas habían regresado a la Generalitat, sí, pero con el peor resultado de su historia, 23 escaños. En cambio, la coalición valencianista había deslumbrado con un ascenso fulgurante hasta los 19 diputados. De hecho, hay quien defendía que Compromís, que junto a Podem sumaba más escaños que el PSPV, tenía el derecho de aupar a Oltra como presidenta, aunque esta opción se diluyó rápidamente.

Los socialistas amagaron con un improbable pacto con Ciudadanos (los números no daban), Podem no ofrecía señales de lanzarse a una lucha por apoyar a Compromís y los nervios entre los votantes de izquierdas se dispararon ante una pelea prolongada entre futuros socios tras 20 años de gobiernos del PP. De esta manera, Puig, que gozó también de mayor respaldo mediático en este pulso, se convirtió en nuevo presidente de la Generalitat.

Puig abraza a Mónica Oltra en Les Corts, al principio de la primera legislatura.Foto: EFE/Biel Aliño

Sin embargo, en los siguientes meses se apuntaló y desarrolló la tesis de que Otra y Compromís avanzaban con paso decidido hacia un futuro adelantamiento de Puig en las urnas, una posibilidad que tomó forma en las alianza para las generales de 2015 entre Compromís y Podem, donde lograron más de 650.000 votos y el 25% de representación en la Comunitat Valenciana. No obstante, incluso en esos momentos de cierta preocupación en las filas socialistas, desde el entorno del presidente insistían en su habilidad para el llamado 'abrazo del oso', que muchos definen como ese gesto aparentemente cariñoso que termina por doblegar a la víctima.

Así, el presidente de la Generalitat mantuvo la calma pese al buen estado de popularidad de Compromís y, finalmente, consiguió ir imponiendo su figura, aprovechando también los buenos momentos de la marca PSOE. De hecho, su golpe final, adelantando un mes las elecciones de 2019 para hacerlas coincidir con las generales, pareció responder más a su deseo de dar la puntilla a la coalición valencianista que al hecho objetivo de beneficiar a Podem y garantizar la mayoría electoral.

Ahora, ya sin Oltra en la primera línea, el abrazo presidencial parece expandirse a todos los socios del Botànic. Tal y como ha informado este diario, Puig viene tratando de explorar posibles fronteras del voto centrista mediante iniciativas que incluso reciben reticencias de Compromís y Podem -la rebaja fiscal- o directamente rechazo, como la bonificación al impuesto de sucesiones, su acercamiento a la Iglesia o el guiño al sector de la caza. Para ello, Puig no le está temblando el pulso a la hora de sacar adelante medidas con los votos de la oposición, lo que evidencia una hoja de ruta caracterizada por el refuerzo a la figura presidencialista.

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