La industria de cuidados sanitarios en España moverá, aproximadamente, 14.700 millones de euros en 2025, según la previsión para el mercado de clínicas privadas, mientras que el gasto sanitario total en el país podría rondar los 91.000 millones de euros en el sector público este año o incluso, según algunas fuentes, superar los dos billones de euros. Y la tendencia es que vaya a más, teniendo en cuenta el progresivo envejecimiento de la población y el aumento de la longevidad.
Ante esta perspectiva, muchos encuentran en la robótica social una solución para satisfacer la demanda a futuro y mitigar gastos sanitarios sin tener que dejar a nadie desatendido. Los humanos tendremos que acostumbrarnos a interactuar con robots. Lo bueno es que no pierden la paciencia, no se cansan, no juzgan, son multitasking y, a saber por qué, la mayoría tienen los ojos azules.
Salud digital
La eficacia de su uso, en muchas aplicaciones, está demostrada. Hace ya años que el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo empezó a experimentar con la robótica social aplicada a la neurorrehabilitación de niños con lesión medular. Pero, dentro del entorno sanitario, hay más casos donde la combinación de la ingeniería robótica y la inteligencia artificial es capaz de generar los efectos deseados.
Inrobics es una spin-off de la Universidad Carlos III de Madrid especializada en salud digital. Alma es el nombre con el que han bautizado al software que da vida a sus robots humanoides, llamados Robic, dentro de su división Inrobics Rehab Clinic. Ofrecen su robot social a hospitales, clínicas o centros de rehabilitación para acompañar a sus profesionales clínicos en las terapias programadas en el proceso de recuperación de sus pacientes. No hablamos, entonces, de una terapia en remoto, sino del uso del robot como un producto sanitario, una herramienta más que introduce elementos de juego que ayudan a aumentar la motivación y el compromiso de los usuarios en los tratamientos rehabilitadores. De ahí que, en esta empresa, ingenieros informáticos especializados en interacción humano-robot trabajen mano a mano con terapeutas ocupacionales, fisioterapeutas y neuropsicólogos.

- Equipo de Inrobics.
El sistema permite adaptarse a las necesidades individuales de cada paciente, ofreciendo la posibilidad de trabajar componentes sensoriomotores, cognitivos y psicosociales. Los especialistas clínicos son los responsables de configurar cada sesión, mientras que al robot corresponde ejecutarla con total independencia guiando los ejercicios del paciente en presencia del clínico.
«Crear soluciones que no solo transformen la salud, sino también la sociedad, asegurando que nadie quede atrás» es el objetivo final que dicen perseguir en Inrobics. En términos similares se expresa Raúl Alelú-Paz, doctor en Psicología, Medicina y Cirugía, y programador y cofundador de Thera4All, startup con la que quiere «democratizar el acceso a un psicólogo y desatascar el cuello de botella en materia de salud mental».
Como solución, han lanzado al mercado un brain en cuyo desarrollo se han apoyado en la inteligencia artificial generativa de Open IA y su ChatGPT. Combinan de esta forma la tecnología más avanzada con la esencia del cuidado de la salud mental, creando para ello un metahumano hiperrealista que se presenta como Raúl y que conversa con el paciente, le escucha, le guía y le diagnostica a través del teléfono móvil. También en este caso especifican que el brain no sustituye a un/a psicólogo/a profesional, reservándole el papel de «poderosa herramienta de cribado inicial».
El sistema detecta con una precisión del 96% trastornos de somnolencia, ansiedad, depresión, demencia o autismo, entre otros. Terminado el proceso de evaluación, se emite un diagnóstico médico que valida y firma el doctor Alelú-Paz, en su calidad de psicólogo clínico. Con él puede luego el paciente dirigirse a un especialista. Al metahumano se accede a través de una app, disponible tanto en Apple Store como en Google Play.
Combatir la soledad
Se estima que alrededor de 5,5 millones de personas viven solas en España, es decir, más del 28% de la población nacional. A veces es deseada, pero muchas otras veces es forzosa, especialmente en las personas mayores.

- En Arkeobots han creado Arkeo, un humanoide para combatir la soledad no deseada en personas mayores.
Reducir ese sentimiento de soledad y sus efectos es lo que se proponen en Arkeobots, startup donde se atribuyen la «misión de crear un producto que sea suficiente compañía, que proteja y apoye a las personas mayores para que nunca más se sientan solas». A eso se dedica Arkeo, el nombre que han asignado a su humanoide capaz de conversar, detectar emociones y tomar iniciativas para combatir la soledad no deseada en personas mayores. Una vez más, robótica social e IA se revelan como potentes aliadas, aunque esta vez se nos presente en forma de adolescente con gorrito, capaz de iniciar una conversación cuando detecta que la persona lleva mucho tiempo callada, de lanzarle preguntas que despierten su curiosidad o proponerle actividades de forma personalizada. Además de combatir la soledad, el producto incluye funcionalidades de monitoreo y conectividad con los familiares.
Antes que Arkeobots, María González Manso y Marcos Rubio habían fundado Tucuvi, cuya tecnología se basa en el lenguaje natural trasladado a la IA. Así es como desarrollaron un asistente virtual llamado Lola, que habla con el usuario en los mismos términos y con la misma empatía con la que lo haría una enfermera en presencia del paciente. La enfermera virtual llama al usuario, le hace una serie de preguntas para evaluar su evolución, las constantes vitales, dolores… En esta línea, ofrecen un catálogo de distintos protocolos configurables basados en guías clínicas que van desde la accesibilidad del paciente hasta el cuidado tras un alta hospitalaria. Tucuvi se ha convertido en la primera voz médica con IA certificada como producto sanitario de clase IIb en Europa bajo el Reglamento Europeo de Productos Sanitarios (MDR), lo que acredita que su tecnología cumple con los más altos estándares de seguridad y eficacia clínica. Según algunas fuentes, la solución está ya presente en el 10% de los hospitales públicos.

- María González Manso y Marcos Rubio, fundadores de Tucuvi.
También las mascotas robóticas encuentran cada vez un mercado más amplio. Una de estas es Tefi, un perro robot desarrollado en el CSIC para facilitar la vida a personas ciegas, con demencia o alzheimer. El robot utiliza IA y GPS para la navegación en exteriores y aprovecha herramientas como Google Maps para guiar hasta distintos lugares, como tiendas, restaurantes y hospitales.
Multitareas
Más allá de las enfermedades, los robots son capaces también de realizar multitud de tareas domésticas, los más comunes y accesibles en el mercado. El humanoide Figure 03, por ejemplo, puede doblar las toallas, cargar el lavavajillas o trasladar objetos de un sitio a otro con destreza casi igual a la de un mayordomo.
Más sofisticado es Chip, el perro robot biónico que recorre las calles de Albacete saltando, bailando o dando la patita a quien se lo pide. En Málaga, por su parte, han preferido poner al perro robot a patrullar las calles de la ciudad como soporte a la Policía. Desarrollado por la Universidad de Málaga junto con Telefónica y la empresa Alysis, el robot se puede controlar de forma remota desde la comisaría y está equipado con cámaras, GPS y tecnología para análisis de imágenes, entre otras funciones en las que, por ahora, no está la de ladrar.
Los retos
Al margen de las supuestas bondades que puede representar la robótica social, los especialistas identifican también una serie de retos que conviene solventar antes de su integración masiva. Los robots llevan cámara, escuchan, aprenden de nuestra conducta para actuar a conveniencia… y todo ello lo registran. Al final son datos, muchas veces sensibles, que confiamos en una máquina dotada de inteligencia artificial en un terreno en el que la seguridad jurídica todavía deja mucho que desear.
También habría que trabajar más en la alfabetización de las personas destinatarias. Saber cuándo tienen que apagar el robot, cuándo conviene silenciar el micrófono para que no escuche y cuándo es mejor ignorar sus indicaciones. Al fin y al cabo, hablamos de tecnología, susceptible también de usarse con fines maliciosos, en manos de personas vulnerables, por lo que habría que garantizar sistemas de verificación absolutamente fiables y robustos.
Tampoco hay que pensar que el rol de un humano, hablando en términos de relaciones sociales, vaya a ser nunca el que desempeñe un robot, por mucho que la tecnología avance. Ya estamos viendo cómo la dependencia de la tecnología puede reducir la empatía y la conexión emocional entre las personas, planteando la necesidad de establecer límites en su uso. A mayor fragilidad, mayor es el riesgo de que esos cuidados y esa soledad que, supuestamente, se trata de combatir, acabe empeorando.

* Este artículo se publicó originalmente en el número 131 (noviembre 2025) de la revista Plaza