MADRID (EFE). La interconexión eléctrica entre España y Francia, que ha cobrado protagonismo informativo por el apagón del lunes, es desde hace muchos años un contencioso entre los dos países por la falta de voluntad de París para remediar su insuficiencia si atiende a los objetivos europeos.
En la actualidad, esa interconexión se compone de cuatro líneas que atraviesan los Pirineos y que dan una capacidad de intercambio de hasta 2.800 megavatios (MW), que deberían pasar a 5.000 en 2028, gracias a un proyecto por el golfo de Vizcaya.
La nueva línea entre Cubnezais (al norte de Burdeos) y Gatika (cerca de Bilbao), que se empezó a construir en el otoño de 2023, tendrá 400 kilómetros de largo, con un recorrido en gran medida submarino y la evaluación oficial del costo que se hizo entonces fue de 2.850 millones de euros, aunque se estableció una provisión de 250 millones por posibles riesgos.
Una vez que entre en servicio, los 5.000 megavatios de capacidad de intercambio representarán apenas un 5 % de la capacidad de generación instalada en España, cuando la Unión Europea había fijado un objetivo del 10 % para 2020, que debía subir hasta el 15 % en 2030.
En esas circunstancias, la península ibérica es casi una isla en el mapa eléctrico europeo, cuando por ejemplo la capacidad de intercambio de Francia con sus vecinos del norte y del este (Bélgica, Alemania) es cuatro veces superior.
Los sucesivos gobiernos españoles han tratado de presionar a Francia para acelerar otros proyectos con poco éxito desde que se concluyó en 2016 la última por el Pirineo catalán, entre Santa Llogaia y Baixas, que tiene un tramo subterráneo junto al túnel transfronterizo del tren de alta velocidad.
Las interconexiones entre los países pueden funcionar como elemento de estabilización del sistema en momentos críticos, por ejemplo cuando hay picos de consumo y es difícil responder con los medios de producción propios, pero también cuando hay un exceso de generación con fuentes renovables que son más difícilmente regulables.
Francia, que tradicionalmente ha sido exportadora de electricidad gracias al volumen de producción que aportan sus centrales nucleares (que suponen en torno al 70 % de la generación total) se benefició de las interconexiones en 2022 cuando tuvo que parar de forma inesperada varios de sus reactores por incidentes técnicos.
Por primera vez desde 1980, ese año Francia compró más electricidad a sus vecinos de la que vendió, en concreto 16,5 teravatios hora (TWh), y España le suministró un 3 % de sus necesidades, el triple que en 2021, y a un precio muy inferior gracias a la producción de renovables en la península ibérica.
Una vez recuperada sus capacidades nucleares, en 2024 Francia batió su récord de exportación con unas ventas netas de 89 TWh, sobre todo a Alemania-Bélgica (27,2), Italia (22,3), Reino Unido (20,1) y Suiza (16,7).
Con España, el saldo neto positivo fue muy inferior (2,8 TWh) una vez más por lo limitado de las infraestructuras de intercambio (Francia envió en total 9,4 TWh de España, mientras recibió 6,6 TWh), pero también porque los precios en el mercado ibérico son con mucha frecuencia inferiores a los del resto de la Europa continental.
- Foto: COMUNIDAD ANDINA
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