CASTELLÓ. Dice RuPaul, una de las drag queen más influyentes de la actualidad, que "todos venimos a este mundo desnudos, y el resto es drag". Lo es porque "cuando nos vestimos todo lo que se conforma alrededor es apariencia. Lo queramos o no, de una forma más buscada o menos, todo es drag". Pero, ¿cómo hacer entender esta idea a aquellas personas contrarias a cualquier vínculo con el colectivo LGBTI? No es este el objetivo principal con el que se creó la webserie musical La vida es drag. Sin embargo, su interés por contribuir a una mejor representación de todo el colectivo, y en particular de las drag queens, podría acabar con tantos estigmas y prejuicios.
La trama principal gira entorno a la doble vida de Fernando Palazuelo (Arturo Sebastià), un reputado sastre de València que por las noches se transforma en Totó la Piconera. A lo largo de la historia tendrá que romper con las imposiciones sociales y familiares que le están causando presión en su día a día. Y es que su madre y sus padre son franquistas; en su casa no falta el retrato de Franco, y mucho menos el de Cristo. "Queríamos mostrar las dos España que parecía que no estaban ahí, pero recientemente se ha visto que están y las dos tienen mucho poder. Solo hay que ver el auge de Vox, de hecho aparecen bastantes toques de atención e incisos respecto a este partido político", explica Paula Abellán, coguionista del proyecto. Así, mientras en su hogar se respira un ambiente tradicional y cerrado, en su otra vida el protagonista podrá ser totalmente libre. Una dualidad que se sirve como "reflejo" del colectivo LGBTI. Además, es bastante habitual que haya drags que trabajen como sastres. De ahí que la historia parta de vivencias reales.
La webserie nace, como tantos otras obras, como excusa del Trabajo de Final de Grado de Comunicación Audiovisual, en este caso, de la Jaume I. No obstante, sus creadores -Paula Abellán, José Luis Roglá, Joan Milián, Paula Tórtola y Neus Monmeneu- querían darle desde un principio una vertiente más profesional, por ser concebido como un film social que urge máxima difusión. Su idea principal fue, en efecto, hacer un cortometraje o mediometraje. Pero tras presentarse al Cliffhanger de la UJI, un espacio de visionado y mentoría de proyectos audiovisuales, diferentes productoras les aconsejaron que era mejor convertir su trabajo en una webserie para hacerlo "más vendible". A partir de ahí, el equipo reconfiguró su pitching y subdividió la trama en 6 capítulos de, aproximadamente, cinco minutos.
Ahora bien, el proyecto -que ha salido a la luz gracias a una campaña de crowdfounding y a la ayuda del propio colectivo- también se mantiene como cortometraje para poder presentarse en la mayor cantidad de festivales posible. "Nos dijeron que cómo se nos había ocurrido hacer un trabajo de estas dimensiones. Que yo sepa nunca antes se ha hecho un musical dentro de la universidad. Y nuestra falta de recursos hizo que no hubieran ni ensayos. Las drags, eran drags en su mayoría y por lo tanto estaban trabajando. Por eso, muchas veces íbamos a toma única. Ha sido muy importante la implicación de los intérpretes porque estaban tan metidos en los personajes y en las situaciones que vivían, que eran capaces de improvisar y hacerlo mejor de lo que nosotros teníamos previsto", señala Abellán.
La vida es drag, que ha sido rodada en un mes y 11 jornadas, tiene además canciones originales. Junto a la música ambiente -que no es propia- se pueden escuchar cinco temas con letra, compuestos por Joan Milián. "En medía hora no teníamos tiempo de desarrollar todo lo que queríamos, por eso recurrimos a canciones que ayudarán a que la trama avanzara", explica la castellonense. Entre otras, hay un canto al colectivo, en el que se hace mención, por ejemplo, al autobús de Hazte Oír. "Es un canto a la necesidad de unirnos dentro del colectivo. Tenemos que dejar los problemas internos aparte, porque lo que se avecina desde fuera es mucho peor y hay que estar más cerca que nunca".