CASTELLÓ. Un amanecer nublado, con calima y exceso de humedad envolviendo el ambiente. Pancho camina con su fatiga a cuestas, remoloneando entre la tierra y los bordes del camino. El parque Ribalta, ese corazón verde de la ciudad, nos ha recibido con una pequeña brisa que alivia el calor, Pancho estaba ayer domingo feliz de no toparse con los rayos del sol ardiente. Mi perro parece saludar a quienes se cruzan en nuestra marcha y te deja desarmada. Es un buen perro, y cuando está alegre su paso agiliza las patas traseras y la artrosis. Caminando y pensando surge una película de la filmografía de Robert Redford. En 1967, Gene Saks llevó al cine la obra teatral de Neil Simon y creó una de las comedias románticas de su época: Descalzos en el parque. Allí, Robert Redford y Jane Fonda son una pareja joven recién casada que se enfrenta al vértigo de la vida compartida en un diminuto apartamento de Nueva York. Juntos construyen un duelo donde las diferencias se vuelven tanto obstáculo como combustible de la relación. Y paseamos descalzas por el parque, recordando al expresivo y bellísimo Redford, aunque el Ribalta no sea Central Park.
Regresando a casa, Pancho está satisfecho, ha caminado sin detenerse, jugando a su manera y siguiendo mis pasos, mi presencia ensimismada recorriendo las excelentes cintas del actor y director recién fallecido que, además, creara el magnífico Festival de Cine Independiente de Sundance, cuyo nombre viene del personaje Sundance Kid que interpretara Redford junto a Paul Newman, Butch Cassidy, en Dos hombres y un destino (Roy Hill, 1969) una maravillosa tragicomedia del mejor western. Aprendimos de Robert Redford a sonreír profundamente, a jugar y hablar con la mirada de esos infinitos ojos azules, a ser diferentes con un cabello rubio y salvaje. Enamoró a mujeres y hombres, siendo un riguroso actor y director de películas rigurosas, y pienso en Gente Corriente, cinta que dirigió Redford en 1980, y que retrata la muerte y la vida misma de forma impecable.
El Gran Gatsby, basada en la gran novela de F. Scott Fitzgerald y dirigida en 1974 por Jack Clayton; La Jauría Humana (Artur Penn, 1966); Los tres días del Cóndor (Pollack, 1975); El golpe (Roy Hill, 1973); Jeremiah Johnson (Pollack, 1972). Son numerosas películas de alto nivel, el actor no aceptaba todos los papeles que le proponían, rechazaba guiones que no le aportaran nada ni a él ni a la sociedad. Siempre fue un ciudadano comprometido con los valores, la ética, la dignidad, la justicia social el medio ambiente y la democracia.
Todas hemos querido que alguien nos lavara el pelo como Robert Redford lo hiciera con Meryl Streep en Memorias de África (Pollack, 1985) inmersos en una bellísima banda sonora. También hemos querido ser la imbatible y luchadora Barbra Streisand en Tal como éramos (Pollack, 1973), a pesar de la grieta ideológica que le separa de Redford, una película que marca la nostalgia del paso del tiempo. Pero, sin duda, mi mejor película de Robert Redford es Todos los hombres del presidente (Alan J. Pakula, 1976) que junto a Dustin Hoffman forman la mejor pareja periodística buscando la verdad sobre el caso Watergate, haciendo dimitir al presidente Nixon. Hoy, casi medio siglo después, la cinta sigue vigente. Cada sociedad se mide por su capacidad de defender la verdad frente al poder y los sistemas autoritarios. Y que, como Redford y Hoffman encarnaron con tanta humanidad, decir la verdad no es solo una tarea y obligación periodística, es una forma de sostener la esperanza de todos.
La verdad sigue cotizando en el mercado de la mediocridad, hoy en día lo estamos sufriendo desde casi todos los ámbitos de nuestra sociedad. Y el buen periodismo sigue luchando por desenmascarar las mentiras y la falta de rigor en la política, no hay nada más que seguir de cerca el desarrollo del proceso de la DANA que se cobró la vida de 229 personas. La verdad está escondida desde los primeros despachos del Consell. También el mundo judicial trafica en muchas ocasiones con la verdad, deslumbrando y engañando con las mentiras. Las estrategias de mentir son predominantes en la actualidad pero también acaban siendo un viaje a ninguna parte, marcando a hierro la manipulación y la propaganda en la ciudadanía. La verdad no siempre es cómoda, ni segura, ni inmediata.
Con el Genocidio de Gaza a manos del gobierno del Netanyahu, la verdad está siendo amañada constantemente, las trampas en el lenguaje, igualando sionismo y semitismo, sin ser lo mismo, las falsas cifras que maneja Israel, las mentiras de un mentiroso convulsivo como Trump, como los mentirosos convulsivos de este país, los Feijóo, Abascal, Tellado… Vivimos enredados en un laberinto de falsedades insoportables.
Mi vecina Carmen se indigna con estas informaciones, no puede seguir los telediarios, le está afectando demasiado el Genocidio y el apartheid de Israel en Gaza y Cisjordania. Ayer comimos, de nuevo, ensaladilla rusa, y de segundo calamares encebollados. Carmen cocinó de manera celestial. Hablamos en la sobremesa de Robert Redford y sus películas, además de ser un ciudadano ejemplar, valedor de la democracia, de las libertades y de los derechos. Tras tomarnos nuestras copitas de absenta de Segarra, de Xert, vimos, una vez más, Todos los hombres del presidente. Disfrutamos de una tarde cinéfila, porque luego visionamos Tal como éramos. De vez en cuando la vida nos presta estos placeres.
Buena semana. Buena suerte.
No se olviden de Gaza, ni de Cisjordania.