Opinión

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En el interior de las cosas

El planeta de los afectos

Publicado: 17/02/2025 ·06:01
Actualizado: 17/02/2025 · 06:01
  • Noelia Andrés
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CASTELLÓ. Pancho camina despacio, casi deteniéndose a cada paso. La mañana del domingo, primaveral, nos dejó cuatro rodeos a la Plaça Horts de Corders. Nada más. La artrosis de mi perro tiene sus días, y sus noches. Ayer ralentizó cualquier intención de llegar al Parque Ribalta. Pancho pasó el día, pues, tendido al sol del balcón, siguiendo todo movimiento de la calle, complacido por el tránsito del Maratón de Castelló que ayer se corría por la ciudad, con centenares de personas participantes.

Y yo mirando esa languidez de Pancho, acompañando su baño de sol, los dos en el balcón, somos dos corazones tendidos al sol viendo pasar la vida. Pasé una semana ingresada en el Hospital General y Pancho ha aguantado mi ausencia, solo en casa, vigilado por mis hijos y una amiga. Ahora, no se separa de mi, me persigue, se sienta a mi lado en el sofá, mirando las mismas series y películas que yo miro.

Delatan las manchas moradas de las manos, de los pies, de los brazos. No debió resultar fácil encontrar la vena perfecta para generar una guía para el traspaso de medicamentos y para las transfusiones de sangre. Ingresé el martes de hace casi quince días. Fui atendida, entre el servicio de Urgencias y Enfermería del Centro de Salud 9 d’Octubre, servicio de ambulancia, el servicio de Urgencias de Otorrino del Hospital y el internamiento en la planta 5 por unas cuarenta personas, un amplio grupo de los mejores profesionales para una sola persona.  Así es la realidad y precisión de la atención sanitaria pública.

David Hockney

David Hockney

 

Han sido días de preocupación por una arteria dañada que iba expulsando su furia y mi sangre por las fosas nasales. Un problema espectacular que me dejó muy débil y aturdida. He podido sentir el gran trabajo que realizan las médicas de Otorrino, enfermeras y enfermeros de Urgencias, los equipos de la Quinta Planta. Una atención personalizada para cada paciente y una entrega de afectos impresionante. Gracias.

 

Hay quienes pagan los impuestos y no son conscientes de lo que recibimos de ellos mediante los servicios públicos, educación, sanidad, investigación, servicios sociales, seguridad ciudadana, subvenciones, apoyo a las personas más vulnerables, pensiones y un largo etcétera de ayudas al crecimiento y desarrollo socioeconómico. La sanidad pública es la joya de la corona y debería ser un sector con el máximo apoyo institucional y social, aspecto que, según comunidades autónomas, es un barco a la deriva. Aquí está pasando. Y quien más ingrese y posea, más impuestos debe pagar, es la solidaridad necesaria de una democracia con buena salud.

 

En el proceso de perder sangre nos sumergimos en un extraño abismo que limita al máximo la visión más cercana, que perturba sin control y te hace desfallecer sin remedio. En esos momentos de vulnerabilidad desconectas del mundo, te dejas llevar por las voces que te asisten, que luchan para frenar las hemorragias y que te anestesian y operan de urgencia. Cuando despiertas es el comienzo de otro tiempo. Miras de reojo la bolsa de sangre y sientes que te insuflan vida y energía. Despertando de la anestesia pensaba de quién sería la sangre que entraba en mi cuerpo, mujer, hombre, joven, mayor…. Pensaba en la generosidad de las personas donantes.

 

Mio Asahi

Mio Asahi

 

Mi vecina Carmen se asustó muchísimo con mis hemorragias, mi amiga Xus se convirtió en copiloto de la ambulancia y mis hijos, mis dos queridos hijos, sufrieron mucho con el proceso. He regresado a casa y todo cobra una nueva relevancia y hasta aspecto físico, reposo, paseos, las caricias de Pancho, las visitas de mis hijos, mis amigas y mis cuatro plantas que han sobrevivido a siete días de ausencia y agua. Mi familia y mis seres queridos cobraron formas surrealistas en el despertar de la anestesia, eran piezas y figuras que formaban parte de un gran tablero de Mahjong, que se movían a gran velocidad, sin poder contenerlas, retenerlas. En otros momentos, la gran sala de reanimación se asemejaba a los pavimentos y decorados del genial David Lynch, recientemente desaparecido, y mis conversaciones mentales con la sangre que iba entrando en mi cuerpo me recordaron después cualquier monólogo esperpéntico del escritor y periodista Juan José Millás.

 

Mi vecina Carmen cocinó ayer unas increíbles lentejas con verduras y de segundo, hígado de ternera con manzana, cebolla y curry, otra delicia para coger fuerzas, como me decía ella amorosamente. Me puso al día de mi semana perdida de la loca actualidad que nos habita. Las palabras entraban vagas en mi cabeza, sin ganas de saber nada. Nos abrazamos para condensar tanta estima, para celebrar la vida, para seguir viviendo en paz en el planeta de los afectos.

 

Buena semana. Buena suerte.

 

 

 

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