Lo ocurrido con la Dana del 29 de octubre en Valencia y otros puntos de España y el proceso de reconstrucción de los hechos al que estamos asistiendo debido al proceso judicial me está llevando a descubrir algunas realidades y hacerme y hacer algunas reflexiones
Independientemente de los daños humanos y materiales causados por ese fenómeno metereológico en concreto y las responsabilidades, penales, civiles y políticas que conlleva, estamos ante una situación que ha puesto de manifiesto que no se ha estudiado lo suficiente ni estamos preparados para determinadas circunstancias que se pueden producir. Muchas de ellas las ocasiona el, negado por algunos, cambio climático y eso es así y cada vez con más frecuencia vamos a ver acontecimientos para los que no nos hemos preparado.
Algunos municipios como Elche le ha visto ya las orejas al lobo y se están poniendo las pilas, otros como Orihuela, Crevillent o Guardamar, en la comarca de la Vega Baja ya lo vieron con su propia Dana que causó muchas menos muertes pero que también trajo mucha desgracia y ruina a la zona.
Sin embargo, existen muchas dificultades y poca coordinación en estas tareas en las que debemos analizar muy bien el territorio sobre el que vivimos y tomar medidas, algunas de gran envergadura e inversión y otras que deben preparar el desarrollo futuro urbanístico para estos cada vez más frecuentes fenómenos extremos del clima. Las competencias de ríos, cauces, barrancos, seguridad, emergencias y la biblia en verso es otro tema que añade dificultades.
Desde mi punto de vista, de persona sin conocimientos técnicos pero creo que con sentido común, la solución pasa por: reunir un grupo de expertos en distintas materias y hacer un análisis de posibles riesgos y que actuaciones, tanto de construir como de derribar, son necesarias para evitar esos peligros.
Además se deben conformar CECOPIS o como se quiera llamar y deben establecer protocolos muy claros, de gestión ágil y de respuesta rápida para actuar en caso de nuevos episodios de esta índole.
En esos centros de mando debe haber algún político pero desde el sentido común, son las personas expertas las que deben tomar las decisiones y para ello basarse en la máxima de preservar las vidas humanas primero y luego el resto de posibles daños.
A veces en política cuesta tomar decisiones duras o traumáticas, o simples pero que tienen mala aceptación.
Piensen simplemente cuando se ordena el cierre de colegios por lluvias o viento y al final ni llueve ni nada. Las redes sociales se inundan de padres y madres quejándonos de que nos han tenido que hacer malabares para conciliar y luego nada.
A ningún político le gusta verse en esas. Acuérdense de la cara de susto o muerte de Pedro Sánchez el día que nos tuvo que decir que nos quedáramos en casa. Todos. Hay decisiones que son poco simpáticas pero necesarias. Lo que pasa que cuando con una de estas decisiones consigue que no pase nada grave o que se mitigue el desastre, no es tan visible la consecuencia como cuando se produce al revés.
Eso lo que me lleva a pensar es que además de necesitar personas expertas y políticos, tanto esas personas como esos políticos deben ser valientes y estar a la altura. Uno debe asumir el cargo que tiene para lo bueno y para lo malo. Eso o si no hace bien el trabajo no le pagamos. ¿No les parece?
Los planes urbanísticos deben empezar a pensarse en términos de sostenibilidad y cambio climático y deben realizarse con técnicos en esta materia y no solo urbanistas. Por cierto, Elche y seguro que muchas otras ciudades tiene pendiente una buena revisión del PGOU. La última es del siglo pasado y han cambiado taaantas cosas.
No sé por qué todos los equipos de gobierno rehúyen esta tarea. Porque es difícil creo. Lo dicho. Para lo bueno y para lo malo,