Funtes de toda solvencia, aunque absolutamente ficticias, me soplan al oído que Carlos Mazón recibió una llamada el pasado domingo. Aunque el reloj marcaba las 16.48 horas, esa vez sí que estaba disponible. Dígame, saludó. Buenas tardes, le llamo de su compañía presupuestaria, ¿hablo con el titular del servicio?, le preguntó una voz femenina. El molt honorable, que en cuestiones políticas ya no quiere que le cacen en ningún renuncio, apresuró una respuesta afirmativa. Pues mire, sí, y precisamente iba a comunicarme con ustedes porque sufro una considerable carencia de cobertura, explicó. Quizá pensó que, en efecto, se trataba de su compañía; puede que creyera, a lo sumo, que fuera de la diametralmente rival, dispuesta a robar clientes. No se dio cuenta de que, en realidad, estaba a la escucha de una de esas voces que, con tono melifluo, te endosan un contrato lleno de letra pequeña con el que te hacen pagar por servicios que no utilizas. Pero para cuando lo notó, la firma ya estaba en todos los medios de comunicación. Y no era cuestión de huir ante la primera adversidad, como Pedro Sánchez, masculló.
Las mismas fuentes inexistentes me contaron que junto a la firma de los presupuestos que permitirían la reconstrucción, el jefe del Consell contrató, sin saberlo, dos hipotecas, tres seguros de vida, vivienda y servicios fúnebres, un dispositivo de seguridad con bomba de humo antiokupas, fibra, cable, dos móviles, una línea fija y un canal de televisión que retransmite su entrada en el Cecopi durante 24 horas, sin interrupción. También le endosaron, sin que quedara reflejado en ningún documento, una tarifa plana de energía eléctrica, un vehículo de motor de combustión con su correspondiente seguro, un pacto lleno de propuestas inaceptables y la suscripción por un año a un canal de Youtube en el que se dan consejos de maquillaje y peluquería y otro de TikTok con ejercicios para mejorar el falsete. En menos de 24 horas, le avanzó la voz meliflua, recibirá en su buzón de correo un mensaje en el que se explican los términos y condiciones de uso. Las aceptaré sin leerlas, como hacemos todos siempre, pensó el president.
En efecto, el lunes a primera hora de la mañana, sin que le hubiera dado tiempo aún de informar puntualmente a Alberto Núñez Feijóo de los avances en la reconstrucción de Valencia, recibió un pdf cuyo titular especificaba que se trataba del acuerdo presupuestario. Tras un escueto y protocolario saludo, el Punto 1 indicaba que recibía todo el apoyo necesario para salvar las cuentas autonómicas. Ya no necesitó saber más. Bajó al final del documento y estampó su rúbrica. De esa forma, no le hizo falta conocer que el acuerdo conllevaba que la Comunidad Valenciana “no aceptará ni un mena más”, “acometer el mayor recorte en cooperación al desarrollo […], de en torno a un 40%”, “eliminar TODAS [así, en mayúsculas] las partidas destinadas a la Agenda 2030 y Desarrollo Sostenible”, “recortar de manera significativa las subvenciones a la promoción del valenciano”, minimizar “las subvenciones a agentes sociales, chiringuitos ideológicos y de igualdad”, mantener solo las ayudas obligatorias para “la identificación de cadáveres” en el marco de la Ley de Memoria Histórica, “incrementar las deducciones fiscales por hijo” y todo tipo de reformas en materia fiscal. La nueva compañía, además, “participará directamente con la Generalidad (sic) en el plan de distribución de recursos para la reconstrucción tras la gota fría”.
Cuando Mazón despertó, el acuerdo ya lo teníamos aquí.
@Faroimpostor