Probablemente lo desconozcan. Y si alguien llegó a estar al corriente, me juego el dinero que no he podido ahorrar a que lo ha olvidado. Estamos dejando atrás el año del Mocha Mousse, que además de un postre es un color. Marrón cálido con matices rojizos o malvas, concretamente. Lo eligió la empresa Pantone para caracterizar al año que empezaba hace casi doce meses, este 2025 de nuestros suspiros, y, como todas las veces que he leído el mismo titular con la llegada de diciembre, le di carpetazo con el desdén que siento por una industria tan alejada de mí, y del cuidado del medio ambiente, como es la moda. Esta vez, sin embargo, se han adentrado en el terreno de la poesía y el tono elegido para 2026 me ha llamado la atención. Se trata del Cloud Dancer, literalmente, el bailarín de las nubes. Y es un blanco roto con matices grises, según las revistas especializadas.
Debo reconocer que el instituto del color, que es como se hace llamar Pantone, me embaucó, en esta ocasión. Alegaron que el 11-4201 TCX, que es el código del tono seleccionado es “un blanco sublime que sirve como símbolo de la influencia calmante en una sociedad que redescubre el valor de la reflexión calmada”. Ahora, eliminen el tono new age del enunciado anterior. Y añadan un toque desiderativo y subjuntivo. Como eslogan publicitario me arrastró lo mismo que una llamada de un supuesto operador de telefonía móvil a la hora de comer. Pero como propuesta, me pareció muy acertada. Necesitamos el blanco de las nubes Simpson, que es como llamo yo a los cúmulos. Necesitamos despistarnos con sus formas variables. Necesitamos comprobar que la foto del atardecer nunca queda bien si la hacemos con nuestros móviles. Se lo dice alguien que se pasa buena parte del tiempo en las nubes. Necesitamos que la sociedad redescubra el valor de la reflexión calmada.
Pensaba que atravesábamos un temporal de blancos y negros. Las noticias y los medios así lo parecen traslucir. Posturas enfrentadas en el ámbito que sea, los nuestros contra los vuestros. Pero con la irrupción repentina del blanco de Pantone he percibido mi error. Vivimos en realidad un atropello de colores, como si la mesa de billar americano estuviera inclinada y se juntaran miles de juegos de bolas sin control ni mesura. Amarillos, verdes, rojos y azules marengo, ocres y fogonazos púrpura se nos están apelotonando y necesitamos un rabo de nube, blanca y gris, que nos eleve como un solo de oboe de Mozart. Un espacio en el que no sepamos muy bien qué decir, ahora que todo el mundo parece estar tan seguro de lo que dicen los demás. Un paréntesis, un atasco en plena autopista, un electrodoméstico que, de repente, deja de funcionar. Frente al estruendo, un tutú de bailarina. Frente al sarcasmo, la espuma del oleaje. Frente al ánimo de revancha, el galope de un golden retriever desbocado junto a la playa. O la hoja en la que nuestra hija aún no sabe qué dibujar. Toda una gama de blancos rotos para enderezar un año que va a nacer torcido y en el que las nubes, dice Pantone, van a ser un artículo de primera necesidad.
@Faroimpostor