CASTELLÓ. La compraventa de viviendas en la provincia de Castellón cerró septiembre con 1.367 operaciones, un volumen prácticamente idéntico al del mismo mes del año pasado —cuando se registraron 1.386 transacciones—, lo que supone un descenso muy leve del 1,4%. Los datos publicados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) confirman que, pese a la ligera corrección, el mercado inmobiliario castellonense continúa instalado en niveles elevados, muy superiores a los de la etapa previa a la pandemia.

La lectura por tipologías muestra un comportamiento desigual. La vivienda nueva experimenta un repunte y sube un 13,1% interanual (285 operaciones frente a las 252 de septiembre de 2024), prueba del dinamismo que este segmento viene mostrando desde inicios de año. En cambio, la vivienda usada —que sigue concentrando cerca del 80% de las transacciones— retrocede un 4,6%, pasando de 1.134 a 1.082 compraventas. La vivienda libre se mantiene estable (1.320 frente a 1.311), mientras que la protegida cae de 75 a 47 operaciones.

Más allá del comportamiento mensual, la evolución estructural del mercado inmobiliario en Castellón sigue muy condicionada por un fenómeno consolidado desde la pandemia: la compra de vivienda como destino seguro de ahorro e inversión. La elevada rentabilidad del alquiler —muy superior a la ofrecida por los depósitos bancarios o la deuda pública— continúa atrayendo tanto a particulares con liquidez como a fondos de inversión.

Las empresas del sector estiman que más del 40% de los compradores en Castellón adquieren vivienda con fines de inversión, normalmente para destinarla al arrendamiento. Este peso creciente del inversor se percibe con claridad en la estructura de financiación. Entre enero y agosto de 2025, el 54,2% de las viviendas vendidas se financiaron mediante hipoteca, mientras que el 45,8% se pagaron al contado, según el INE.

Aunque el uso de financiación bancaria aumenta respecto a 2024 (44,7%), el volumen de operaciones sin crédito sigue siendo muy elevado, impulsado por compradores con liquidez que continúan apostando por la vivienda como valor refugio. Esta tendencia intensifica la competencia en los tramos de precio más bajos y acelera la desaparición de la oferta asequible.

Cambio de tendencia

La serie histórica del INE confirma que el mercado ha dado un salto estructural. En septiembre de 2015 se cerraron 569 operaciones, frente a las más de 1.300 actuales. En 2019, antes de la pandemia, la cifra era de 683. Tras el frenazo de 2020, el ciclo alcista iniciado en 2021 ha consolidado una actividad muy superior a la habitual, hasta alcanzar un máximo de 1.386 operaciones en septiembre de 2024 y mantenerse en niveles similares este año. En términos globales, las transacciones de septiembre se han multiplicado por 2,4 en la última década.

La obra nueva ha sido uno de los segmentos más beneficiados por esta tendencia, aunque las cifras siguen estando muy lejos de las registradas en vivienda usada. De las 54 operaciones registradas en septiembre de 2016 se ha pasado a 285 en 2025, una cifra entre las más altas de la serie. La vivienda usada mantiene un volumen elevado desde 2021, aunque por debajo del máximo alcanzado en 2024.

Los datos acumulados entre enero y septiembre refuerzan la conclusión de que 2025 está siendo un año sólido para la actividad residencial. Meses como julio (1.396 operaciones), febrero (1.282) o el propio septiembre (1.367) se sitúan entre los más fuertes de los últimos ejercicios. La vivienda nueva ha protagonizado varios repuntes significativos, mientras que la usada se mantiene estable en una horquilla alta, entre 872 y 1.062 operaciones mensuales.