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 Los patios interiores de mi nueva casa son varios y enlazados, compartidos entre varios edificios. En estos espacios comunes confluyen las cocinas de más de cincuenta viviendas, el corazón de las casas, los sonidos de llantos infantiles, de discusiones familiares, de ensayos de trompeta que atormentan por las tardes, la felicidad de quienes son felices, los impactos de quienes practican deporte corriendo por los pasillos, los lamentos y cariños de los perros que se comunican sin saber cómo lo hacen. Una comunidad que, sin conocerse, se comunica cada día, y cada cual con su rutina. 

Llevo días siguiendo los olores de estos patios interiores. De lunes a viernes los edificios se llenan de aromas de memoria culinaria. Aquellos olores de nuestra infancia que la vida ha ido descartando ante la evolución de nuevos tiempos. Y huele a coliflor y col hervida, a hervido de judías, patata y cebolla, a espinacas y acelgas, a tortilla de patata y a huevos fritos con jamón. Algunos días puedes oler la olla de Castelló, la olleta de la Plana, un puchero como dios manda o la cocción de un caldo de gallina de verduras con su puerro, nabo, zanahoria y apio que te abrazan infinitamente. Los sábados y domingos predominan los sofritos de una paella, una fideuá o un arroz a banda. A mi casa llega el olor del azafrán, del pollo, pato y conejo fritos, del garrofó, alcachofas y judías verdes, de las galeras, gambas y morralla que, tras servir a un caldo, se preparan para la fideuá, de ese fumet de peix que inunda todos los espacios. 

Hace años que no vivía estas sensaciones tan gratificantes. Bueno, en Morella, sobre todo en los días que no son fin de semana, sí que puedes aspirar estos aromas cuando caminas por sus calles. Un cordero al horno con romero, un buen caldo para la sopa y croquetas morellanas, un frito de conserva que se revuelve con huevos de granja. Algo tan simple, tan vital y sencillo, tiene hoy, ahora mismo, una dimensión anímica impresionante. Leyendo este sábado el artículo dominical de Manuel Vicent en El País, Brisa Marina, se revolvieron las entrañas y, de golpe, entiendes la mierda del momento que estamos viviendo. Puede que la memoria de aquel aire de alta mar cargado de sofrito de pescado y el olor a galán de noche de aquel cine de verano constituyan hoy el asa más firme a la que agarrarse. Las palabras del escritor castellonense confirman los vacíos que esta situación nos está dejando, aisladas y aislados del presente y del futuro, sujetas a un tiempo que nos tiene detenidas. Y nos falta el aire. 

"Nos estamos aislando sin saberlo, recogiéndonos en hogares que jamás estuvieron solos. Aturdidas y confundidas. Aturdidos y confundidos".

Sobrevivimos en una especie de burbuja asfixiante. Es una trampa, siempre ha existido, pero  ahora ha llegado lejos, como describía excepcionalmente mi amiga, la escritora Fina Cardona-Bosch, este mismo sábado en Valencia Plaza. Nos estamos aislando sin saberlo, recogiéndonos en hogares que jamás estuvieron solos. Aturdidas y confundidas. Aturdidos y confundidos. La información local, comarcal, autonómica, nacional e internacional es una maraña difícil de manejar. Tenemos acceso, como nunca, a toda la información, a todas las opiniones y debates, residimos en este hábitat de la comunicación donde podemos sumergirnos, valorar, analizar y pensar. Sin embargo, somos prisioneros del sistema. 

Frente a tal momento, la vida pasa como un laberinto indescriptible. Imágenes superpuestas y vertiginosas. Decisiones, comités de expertos, presidencialismos, cifras malditas, recomendaciones contradictorias, incertidumbre, miedo, inseguridad. Un parte de guerra diario y doloroso. Pero hay que seguir luchando, seguir hacia delante sin pensar ni sentir, pero sabiendo qué estamos vivimos. Como si lo hiciéramos paseando y gozando del parque de los monstruos de Bomarzo, un inquietante espacio al que llegué de la mano de un querido amigo y compañero, A.T.M., que me adentró en este fascinante jardín del castillo de los Orsini y en la fabulosa novela de Manuel Mujica Láinez.

En la entrada de los jardines puede leerse la inscripción Vosotros que entráis aquí, considerad lo que veis y luego decirme si tanta maravillas están hechas por el engaño o por el arte. También advierte: Dejad todo pensamiento los que aquí entráisen contra de dejad toda esperanza los que aquí entráis que define Dante en la Divina Comedia. En Bomarzo esta frase se marca en una monumental Boca del Infierno, y nos invita a abandonar nuestras creencias racionales para reuniros con la parte más instintiva, más auténtica, y reencontraros finalmente con nosotros mismos. Nuestra realidad no es muy diferente de quienes patrocinaron pero también no pudieron soportar el renacimiento italiano. Un duque Orsini contrahecho, cínico e integrante, que sobrevive con el dolor insoportable de la muerte de su esposa, pero que reacciona y reivindica.. El maldito sistema, la hipocresía, la indolencia, la incertidumbre ante el fin del mundo, y los círculos del poder, conducen a que el sueño de la razón produzca monstruos. Francisco de Goya sabía mucho de esto y nos dejó su impresionante legado de pinturas negras. 

"A veces, esta sociedad es una pintura negra de Goya y una de las varias y bellísimas esculturas de Bomarzo. Un laberinto y una encrucijada".

Relaciono al conde Orsino, a Mujica Láinez y a Goya con esta extraña realidad que habitamos, porque es tremendamente surrealista, onírica y jodidamente realista, así como son los olores de los patios comunes de las viviendas. Como son los miles de casos de pandemia silenciosa, miles de personas conviviendo con la depresión, estar solos, y con el vacío. Porque, si reflexionamos, somos seres atados a un presente y destino imperfectos. Y la soledad es un maldito hilo de conexión. Reflexionemos. Estamos viviendo los diferentes estados de una divina comedia, los rápidos y distintos tránsitos del ser humano en un contexto maldito y en tiempos que nos obligan a replantear demasiados pensamientos, demasiados recuerdos y sensaciones. A veces, esta sociedad es una pintura negra de Goya y una de las varias y bellísimas esculturas de Bomarzo. Un laberinto y una encrucijada.

Tras pasar la Boca del Infierno, incluso en su tránsito, se encuentra la derecha y ultraderecha -que son lo mismo- de este pequeño país mediterráneo. Dicen que son colaboracionistas, se rasgan las vestiduras, se hacen fotos con la sociedad, con el comercio… pero esta pandemia y crisis sanitaria les ha dejado al descubierto. (No lo dicen, pero son una especie de negacionistas). No pueden aceptar, porque no lo creen, un consenso necesario para la ciudadanía y están mostrando el rostro más cínico, egocéntrico y destructivo. Para esta derecha, y ultraderecha, como está pasando en Castelló, en las comarcas, en València y en el resto del país, esta trágica pandemia y la evolución de soluciones son una historia de la que pasan porque no logran un rédito político. Pero la manosean por el mismo motivo. Anuncian apoyos a las empresas en municipios que gobiernan y, al final, no son creíbles porque no son reales. Con leer la prensa a diario, reflexionar y contrastar la actualidad, esta derecha demuestra una cruel insolidaridad. Así de claro. Así de duro. 

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