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171 aniversario de la tragedia del barranco de bellver, en oropesa del mar

Castellón recuerda a Pedro Ortega y Antonio Giménez, los primeros guardias civiles fallecidos en acto de servicio

La Comandancia de la Guardia Civil de Castellón recupera el homenaje floral a los agentes Pedro Ortega y Antonio Giménez, quienes al tratar de auxiliar a una diligencia arrastrada por una riada se convirtieron, el 14 de septiembre de 1850, en los primeros agentes del Cuerpo fallecidos en acto de servicio humanitario.

14/09/2021 - 

CASTELLÓ.  El 4 de octubre de 1929, un Real Decreto otorgaba a la Guardia Civil la Gran Cruz de la Beneficencia. Desde entonces, la institución lució el título de Benemérita, justificado “por los innumerables actos de servicio abnegados, humanitarios y heroicos que los individuos pertenecientes al mismo han realizado con motivo de incendios, inundaciones y salvamentos de náufragos”.

Mucho antes de que el reconocimiento llegara al papel oficial, el primero de esos actos heroicos había tenido lugar en Oropesa del Mar, y más concretamente en el Barranco de Bellver, hoy irreconocible por el impulso urbanizador. La fecha, el sábado 14 de septiembre de 1850, una noche de fuertes lluvias. Los héroes, los agentes Pedro Ortega y Antonio Giménez, se convertirían en los primeros guardias civiles fallecidos en acto de servicio humanitario en la historia del Cuerpo fundado por el navarro Francisco Javier Girón, Duque de Ahumada, sólo seis años antes, en 1844. Los hechos, la caída por el barranco de la diligencia que cubría el trayecto de Barcelona a Valencia. Sus ocupantes también perecieron en una noche aciaga.

En la actualidad, un monolito en el barranco recuerda el gesto arrojado de Ortega y Giménez, guardias clasificados de primera y segunda clase, respectivamente. Y esta misma mañana, al cumplirse 171 años de aquel otro 14 de septiembre, la Comandancia de la Guardia Civil ha recuperado la costumbre de realizar una ofrenda floral en el lugar de los hechos, después de unos años sin realizarse. Al acto ha asistido el Coronel Jefe de la Comandancia de la Guardia Civil de Castellón, Miguel Fresneda López, junto con un número reducido de miembros de la Comandancia.

Monolito conmemorativo en recuerdo de los guardias desaparecidos en 1850 en acto de servicio humanitario.

En los estertores del verano de 1850, las primeras noticias de lo ocurrido se publicaron en la ‘Gaceta de Madrid’ seis días después de la tragedia, en una crónica fechada en Valencia el lunes 16: “Tenemos que cumplir con el triste deber de dar cuenta al público de una horrible desgracia. La diligencia de Barcelona, que debió llegar el domingo a esta capital, se despeñó al pasar las costas de Oropesa sobre el mar, pereciendo los pocos viajeros de contenía, el mayoral y el postillón, salvándose el zagal. Ignorándose aún los pormenores de este suceso lamentable, que llenaba de consternación a cuantos tuvieron noticia de la ocurrencia”. Tres días después, el mismo periódico añadía que el barranco de Bellver “permanece casi siempre seco, pero cuando en él hay alguna inundación, es tan repentina y tan inmensurable que no hay fuerza posible contra la fuerza de las aguas; es un verdadero cataclismo”.

La noche del 14 de septiembre jarreaba con intensidad en la zona, y en su combinación con fuertes rachas de viento terminó por hacer intransitables los caminos, desbordando arroyos y propiciando peligrosas crecidas. En alerta por la situación, el cabo comandante del puesto de Oropesa, Benito Cepa, recibió una petición de ayuda. El coche correo procedente de Barcelona se había atascado en el paso de la Chinchilla. Tras pedir al alcalde hombres y caballerías para auxiliar a los afectados, se desplazaron al lugar el propio Cepa y los guardias Antonio Abad y Wenceslao Pérez. Con el agua a la altura del pecho, sacaron a los pasajeros cargándolos sobre sus hombros y a continuación, consiguieron liberar el carruaje. Mientras, otros dos agentes, Ortega y Giménez, fueron movilizaron en previsión de auxilio de la diligencia que hacía el camino en sentido contrario, desde Valencia. Cuando el vehículo que venía de Barcelona llegó a la altura de su posición, fue éste el que volvió a tener problemas, en este caso mucho más graves. Al parecer, el camino se situaba a media ladera y en un momento determinado la diligencia se despeñó por el barranco. En mitad de la riada, los guardias la vieron caer y no lo dudaron: se lanzaron para tratar de rescatar a los ocupantes del coche correo, siendo igualmente arrastrados por la fuerza de la corriente hasta alcanzar el Mediterráneo.

Según una circular PUBLICADA POR el Duque de Ahumada DÍAS DESPUÉS DE LA TRAGEGIA, los guardias "se echaron al barranco a socorrer a los pasajeros y perecieron víctimas del cumplimiento del deber”

En el tomo 191 del Boletín de la Real Academia de la Historia, publicado en 1994, se cita una circular que mandó hacer el propio Duque de Ahumada, director del instituto armado, para difundir, el 20 de septiembre, la “catástrofe horrorosa” que llevó a la muerte a los dos guardias. En el texto se habla de 13 cadáveres rescatados “de los pasajeros y conductores del carruaje”, que fueron devueltos por el mar en los días posteriores a los hechos. Entre ellos, según diversas crónicas, figuraban entre otros un médico con su esposa, un comerciante de Valencia, otro de Tarragona y hasta un caballero inglés. A su lado, proseguía la circular, “se han encontrado los de la pareja del Cuerpo, de los dignísimos guardias” que “al ver u oír la caída del coche en las inmediaciones de cuyo sitio se hallaban, sin duda por ser el de más cuidado de la carretera en que prestaban el servicio, se echaron al barranco a socorrer a los pasajeros y perecieron víctimas del cumplimiento del deber”.

171 años después, su memoria sigue siendo honrada. No en vano, los servicios humanitarios son un pilar en la base de la creación del Cuerpo, como su propia Cartilla Fundacional encomienda en el artículo sexto: “El Guardia Civil no debe ser temido sino de los malhechores; ni temible, sino a los enemigos del orden. Procurará ser siempre un pronóstico feliz para el afligido, y que a su presentación el que se creía cercado de asesinos, se vea libre de ellos; el que tenía su casa presa de las llamas, considere el incendio apagado; el que vea su hijo arrastrado por la corriente de las aguas, lo crea salvado; y por último, siempre debe velar por la propiedad y seguridad de todos”.

Evocación gráfica de los hechos a cargo de 'La Ilustración Nacional', publicada en 1898.

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