VALÈNCIA. Justo después del extraño partido del miércoles, Víctor Claver esperaba bajo una de las canastas a que Fermín Rodríguez, el periodista que más años lleva dentro de la Fonteta, le hiciera una corta entrevista para la Euroliga. Y mientras estaba ahí tieso, mirando cómo hablaba un compañero, un grupo de aficionados, dos o tres hinchas del Valencia Basket, comenzaron a desgañitarse al grito de “¡MVP! ¡MVP!”. El valenciano no se giró. Lleva ya muchos años en el baloncesto para saber que en esta ciudad un día te gritan MVP y al otro te silban. El ala-pívot ya hace tiempo que decidió hacer su camino sin mirar a los lados.
Claver apura sus últimos años como profesional en su casa. Tiene 35 años y le quedan esta temporada y otra más. Por el camino ha logrado jugar en la NBA, disputar muchos años la Euroliga, ganar dos medallas olímpicas, ser campeón del mundo y tres veces de Europa. Una barbaridad. Pero además ha formado una familia y ha alcanzado un grado de madurez que se refleja, para mí, en que ya sólo quiere ser él mismo en la cancha. Ya hace tiempo que renunció a ser un gran anotador o el más numeroso en la pista, y prefirió afianzarse como un tipo serio, un jugador de equipo y uno de los mejores defensores de Europa.
Me está gustando mucho el Claver de esta temporada, y me parece, además, que va a ser más determinante, a su manera, que nunca. El primer día que fui a la Fonteta, el juego se paró al poco de empezar el partido. Los jugadores del Valencia Basket se quedaron esperando en su zona a que se reanudara y así tuve tiempo para fijarme con detalle en Chris Jones, Semi Ojeleye, Nate Reuvers, Damien Inglish y Bouba Touré. Cinco estatuas griegas. Luego salieron otros compañeros y comprobé que era la plantilla más física o fuerte de la historia de este club. Pero también me dio la sensación de que esas máquinas necesitaban un cerebro.
Ese día no lo vi porque estaba tocado, pero luego ya me di cuenta de que existía y se llama Stefan Jovic. El equipo es uno con Jovic al mando y otro peor con Jones al volante. Jones tiene sus virtudes y probablemente sea el jugador al que darle el balón decisivo en la última jugada, pero no la dirección del quinteto. Y frente al Maccabi se vio de manera cristalina. El base que lideró el triunfo fue Jovic, determinante este pasado verano para que Serbia llegara a la final del Mundobasket. Un hombre de 32 años que amasa la experiencia de haber jugado en cinco países diferentes. Un tipo con mucha cabeza para jugar al baloncesto y que, entre tanto músculo y sin Martin Hermannsson, es la pieza clave junto a Víctor Claver.
La gente ha recuperado la ilusión después de unos últimos años dando bandazos. Álex Mumbrú ha conseguido que su equipo defienda bien, su gran lastre la temporada pasada, y el Valencia Basket ha cosido siete victorias seguidas. Enric Carbonell -el director general del club- respira tranquilo, al menos de momento. El público, a excepción del partido del miedo del miércoles por la presencia de un equipo israelí que obligó a convertir la Fonteta en un búnker, está feliz y dispuesto a empujar a sus jugadores. Y al final del camino, no lo olvidemos, está el Roig Arena con un graderío inmenso.