CASTELLÓ. Son pasadas las 8 de la tarde y nos encontramos con Cristina de Middel (Alicante, 1975) en el piso del centro de València que ha convertido por unas semanas en la oficina desde la que abordar un sinnúmero de tareas y gestiones que la han traído entre marzo y abril a la Comunitat Valenciana, donde ha inaugurado recientemente varias exposiciones y desarrollado otros proyectos, como el Magnum Live Lab en Castelló. Con reconocimientos a sus espaldas como el Premio Nacional de Fotografía en 2017, la carrera de Cristina lleva años en lo más alto, pero en junio del año pasado fue elegida presidenta de la mítica agencia Magnum, un hito histórico para la fotografía española que ha transformado su vida. "¿Os importa si charlamos fuera? Llevo todo el día sin salir a la calle, podemos ir a un bar Manolo de los de toda la vida que hay aquí cerca".
-Lo primero, ¿cómo estás?
-Cansada, cansada en mayúsculas. Pero contenta y satisfecha, no me puedo quejar.
-¿A qué se debe esa satisfacción?
-Por un lado, a que las apuestas que había hecho a nivel profesional han salido bien, todas a la vez además. Por otro, a nivel personal estoy más tranquila, más madura, ya sé más o menos lo que va a ser mi vida, no hay grandes incógnitas. Hasta hace poco no sabía si iba a poder dedicarme a la fotografía o no, porque este oficio es bastante incierto y te puede ir bien 5 años y después se acabó.
-Vayamos a lo reciente. A finales de marzo estuviste junto a Cristina García Rodero y Lúa Ribeira en Castelló llevando a cabo el Magnum Live Lab, un formato basado en compartir con el público en directo el proceso de edición del proyecto que estáis desarrollando sobre la fiesta. ¿Qué nos puedes contar de esta experiencia?
-Se trata de desacralizar el trabajo de los fotógrafos, sobre todo en el caso de Cristina García Rodero, que a veces con sus imágenes piensas ¿cómo ha podido hacerlas? ¿por qué ella es tan buena y yo no? Pero cuando ves la cantidad de trabajo que hay detrás, de pruebas y ensayos, para que le salga una fotografía buena en sus propios parámetros, de alguna manera, te animas. Además, en lo referente a Magnum, que tiene esa aureola de ser inaccesible, es interesante mostrar que son gente normal que trabaja de forma normal y abrir las puertas al público para que pueda entrar y preguntar. Es un formato que hacemos bastante, casi siempre ligado a otras instituciones. A mí me hubiese gustado que hubieran experiencias así cuando yo estaba aprendiendo fotografía o tratando de entender el propio mundo de la fotografía.
-Estas últimas semanas también se han inaugurado varias exposiciones tuyas en diferentes lugares de la Comunitat Valenciana: Etcétera! en el CCCC, Cucurrucucú en la Facultad de Bellas Artes de la UPV y la colectiva Close Enough: New Perspectives from 12 Women Photographers of Magnum en Alicante, de donde tú eres. ¿Esta presencia tan concentrada por aquí ahora es por algo en especial?
-En realidad, ha sido a partir de ser elegida presidenta de Magnum, supongo que habrán pensado que había que hacerme caso por estar ocupando esta posición y bueno, yo encantada, desde luego. Respecto a Close Enough, es una exposición colectiva en la que participan todas las mujeres de Magnum que es una respuesta a la frase que funciona como lema fundacional de la agencia: Si una foto no es suficientemente buena es porque no estabas suficientemente cerca. Lo que hemos hecho es redefinir esa idea de cercanía para que no fuera tanto en el sentido espacial sino emocional y así mostrar cómo las fotógrafas de Magnum han documentado a través de sus imágenes con mucha cercanía pero sin la necesidad de hacerlo con primeros planos. Hace unos meses estuvo en el ICP de Nueva York y ahora hemos podido traerla aquí.
-Vamos a hablar de tu nombramiento como presidenta de Magnum en junio de 2022. Un hecho que, bajo mi punto de vista, es un hito para la fotografía española. ¿Cómo se dio?
-El proceso para entrar en Magnum y ser miembro asociado es largo, como mínimo de 4 años, y complejo. Funciona por votación y dependiendo de la fase tienes que obtener diferentes mayorías. Justo en ese momento había tenido el respaldo suficiente para pasar la última, cosa que el año anterior, por ejemplo, no sucedió por muy pocos votos. Esto fue un miércoles, a los 2 días fue la votación de presidencia y decidieron que tenía que ser yo. De alguna manera, la agencia ha estado en un momento de permanente transición, primero fue el cambio de blanco y negro a color, después de analógico a digital, la crisis de los medios impresos, ahora la amenaza desde la que se percibe la llegada de la inteligencia artificial. Esto supone tener que estar viendo continuamente soluciones a los problemas y yo desde el primer día que entré opinaba sobre todas las cuestiones y estaba en plan oye, ¿y si hacemos esto? ¿Y si hacemos esto otro? Cuando me eligieron presidenta estaba en la cama con covid y no pude ni asistir a la reunión, creo que se aprovecharon un poco de eso.
-¿Por qué crees que hubo tanta unanimidad en la decisión y cómo fue el aterrizaje en el cargo?
-Si Magnum quiere seguir siendo relevante tiene que estar atenta y con todos los radares puestos para ver qué es la fotografía ahora, tanto a nivel de expresión como de industria. Al moverse mi trabajo entre lo documental y la ficción, tengo muchísimo respeto por el fotoperiodismo pero también la mentalidad muy abierta para incluir otros lenguajes, creo que quizás esa ambivalencia junto a que no soy una persona conflcitiva, que sé solucionar problemas, es lo que hizo que me eligieran. En cuanto al aterrizaje, yo realmente conocía la agencia desde fuera, porque cuando sólo eres nomidada no conoces nada del funcionamiento interno. Entonces, de un día para otro me vi gestionando presupuestos, plantillas y otras cuestiones que no tengo ni idea de cómo se hacen, así que de alguna manera he hecho un master intensivo en gestión y dirección de empresas en 6 meses en los que he tenido que aprender un montón de cosas. También coincidió con un cambio estructural, porque durante los últimos 10 años la agencia había tenido un CEO que dirigía la parte más empresarial, pero no terminó de funcionar porque Magnum es una cooperativa en la que todo el mundo puede opinar y resultaba difícil el encaje con ese modelo. Ahora lo que hay es una especie de estructura de ministerios por decirlo así, por ejemplo, de editorial, corporación, cultural o archivo, entre otros, y cada uno lo lleva un grupo mezclado de fotógrafos y staff con un encargado al frente.
-¿Cuál dirías que es hoy el horizonte de Magnum?
-Lo que ocurre es que no es una empresa al uso, sino más bien un dinosaurio al que hay que mantener vivo y que tiene una base romántica preciosa que hay que respetar. Pero también hay que lograr que siga siendo sostenible y no es fácil porque tiene unos 70 empleados en 3 de las ciudades más caras del mundo como Nueva York, Londres y París. A nivel fotográfico y estratégico, el reto ahora es diversificar nuestra posición geográfica, es decir, tener más voces en lugares en los que ahora no tenemos y que sean autóctonas. Por ejemplo, en Latinoamérica creo que necesitamos un fotógrafo, también en Asia, en países como China o Japón, si no, estamos ciegos en esas zonas. A mí personalmente es lo que más me preocupa ahora, que hayan voces en territorios donde no estamos que puedan hablar desde otros puntos de vista y sensibilidades. Porque además, eso es lo que hace que puedas conectar con otras audiencias y tener narrativas que salgan del eurocentrismo. El reto creo que es ampliar nuestra diversidad geográfica y cultural.
-Retomando lo que comentabas antes respecto a tu apertura hacia nuevos lenguajes y dado el momento que vive en la actualidad el mundo del arte, donde creo que orgánicamente cada vez está todo más hibridado y menos compartimentado, ¿cómo te sitúas como autora frente a esta realidad y también la agencia?
-En Magnum el énfasis está en la fotografía, los acercamientos se están ampliando cada vez más, aunque muy despacio. Eso no quita que tenga cabida, por ejemplo, una escultura fotográfica o que quieras utilizar video. Pero no creo que seamos personas que estemos capacitadas para valorar en su justa medida otras disciplinas. En las reuniones que hacemos hay desde miembros que ya tienen 90 años, para quienes un horizonte torcido es pecado capital, hasta fotógrafas como Lúa Ribeira, que es de las más jóvenes. Yo personalmente creía que iba a tener más confrontaciones cuando entré, porque trabajo con la ficción y considero que a veces capturar la realidad no es suficiente para explicarla. Puedo utilizar otras herramientas, que además no las oculto, pero lo que quiero que se entienda es la historia que cuento, lo que ha ocurrido, y en ese sentido no somos tan diferentes. En la preocupación que tiene la imagen por explicar el mundo somos iguales y dentro de que pueda existir un conflicto o diálogo generacional, se crean sinergias super interesantes.
-Además del tipo de imágenes con las que trabajas, algo que a ti te caracteriza es el tono desde el que elaboras las historias, que es el humor y no el habitual dramatismo que históricamente ha predominado en la fotografía, no sólo documental. ¿Falta humor en la fotografía?
-Falta humor en general, lo único que ha traído humor a nuestra sociedad son los memes, gracias a los memes por existir, porque estábamos muy mustios. Creo que no se trata sólo de reírse de las cosas, es la comedia, que se ha utilizado siempre y en muchos casos no tiene por qué ser ligera. Mira, por ejemplo, Molière cómo la usó para cargar contra muchas cosas. Pero en Magnum quien rompió esa lanza fue Martin Parr y él sí que tuvo hace ya tiempo una confrontación muy seria dentro debido a ello, de alguna manera hizo de rompehielos. De todas formas, yo puedo trabajar con la ironía y demás, pero el choque conmigo creo que tiene que ver más con entender la fotografía como una forma de lanzar preguntas y no de dar respuestas.
-¿Qué es para ti una buena foto?
-Bueno, depende. Una buena foto es la que te hace pensar, desde luego, una que te pasas un rato mirando, que no puedes prever, que por la razón que sea te obliga a prolongar la mirada y no se consume rápido.
-Hablando de consumo rápido, ¿cómo fluyes y conectas con el peso que tienen las redes sociales hoy en día respecto a los usos de la imagen?
-Me dan un poco de pereza la verdad, yo me lo he pasado genial en las redes sociales pero ahora se ha formateado todo y es muy pesado, muy serio. Se ha profesionalizado mucho y algo que antes era una forma de dispersión ahora es una forma de negocio. El tiempo de la gente es lo que se comercializa ahora, la materia prima que tenemos más candente y que todo el mundo quiere capitalizar es la atención. Es mucho más aburrido, yo las sigo usando, porque al final son una herramienta importante pero le he bajado muchísimo. Ahora nos hemos hecho todos ejecutivos de nuestro arte y es una pena.
-Todo lo que tiene que ver con las IAs también se ha situado últimamente en la primera fila del debate público y mediático a muchos niveles. ¿En lo específicamente relacionado con la fotografía, tiene Magnum una posición al respecto?
-Justo ahora Magnum está dentro de un grupo de trabajo para intentar regular la nomenclatura y crear un código de buenas prácticas que, por lo menos, garantice que si una imagen está generada por una IA, la gente lo sepa. Estamos en ello y van a salir resultados en breve.
-¿Qué diferencias hay entre la Cristina de Middel fotógrafa de hace 10 años y la de ahora?
-Creo que cada vez me atrevo a más, cada vez soy más ambiciosa, pero no por tener relevancia o conseguir cosas, sino por los proyectos que llevo a cabo. Por ejemplo, no me importa meterme en algo que vaya a durar 7 años, antes tenía una perspectiva mucho más cortoplacista porque tenía que mantenerme y ser más estratégica. Por otro lado, la validación que viene al estar en Magnum te quita muchas inseguridades. Entonces, además de sentirme más segura con lo que hago, he ganado tablas, puedo articular mejor mi mensaje, trabajar más rápido y con más eficacia.
-Para terminar, te conozco desde hace tiempo y la ilusión y la energía que tienes con lo que haces siempre te han definido. ¿Siguen ahí como siempre?
-Ilusión muchísima, lo que pasa que tengo cada vez menos energía para desarrollar esa ilusión. Llevo desde que publiqué Afronautas en 2011 prácticamente sin vacaciones y eso afecta. Pero tenemos la suerte de que no somos cirujanos, conductores de ambulancia o ingenieros de obras públicas, si no haces una foto no pasa nada, no publicas un libro y no pasa absolutamente nada. Lo que me encanta de la fotografía es que no le importamos a nadie.