No era una cuestión menor. El nombramiento de Fiona Scott Morton levantó una ola de protestas sin precedente en el Norte de la ZonaZero-BXL contra el Gobierno de la Unión, mientras el Sur ardía a fuego lento bajo el tórrido sol de un verano en ebullición, en el Año III d.C. -después de la Covid-. Una semana antes, el Colegio de Comisarios presentaba la estrategia de la Unión Europea “para estar a la vanguardia de la Web 4.0 y los mundos virtuales para garantizar un entorno digital abierto, seguro, fiable, equitativo e inclusivo” y el nombramiento de una ciudadana estadounidense como Economista Jefe en la Dirección General de Competencia (DG COMP), ex lobista de las Big Tech.
Margrethe Vestager es la comisaria responsable de investigar el comportamiento anticompetitivo de las empresas, autorizar fusiones y adquisiciones, y también validar la ayuda estatal al sector privado. Y es la responsable del nombramiento. Este departamento de la Comisión trabaja “para el beneficio de los consumidores, las empresas y la economía europea como un todo”.
Precisamente la ex lobista Fiona Scott Morton ha asesorado a los gigantes digitales estadounidenses Apple, Microsoft y Amazon, empresas denunciadas por la Unión por sus prácticas anticompetitivas, y que ahora está sometiéndose a nuevas regulaciones más estrictas. Pero también trabajó en un cargo político para la Administración de Obama como jefe de Antimonopolio del Departamento de Justicia de los Estados Unidos. Profesora en la Universidad de Yale (EEUU) y de Edimburgo (Reino Unido), comenzará el 1 de septiembre a disponer sobre la dinámica del mercado europeo y los marcos regulatorios de la competencia entre empresas.
Este nombramiento a un año de las elecciones europeas cuenta con la oposición de Los presidentes de los tres grupos políticos más grandes del Parlamento Europeo (centristas, socialistas y conservadores). De facto, el ejecutivo de Von der Leyen rompe la regla no escrita de que “las instituciones de la UE están obligadas a emplear a ciudadanos de la UE”. Y lo peor es que, en un momento en el que empresas como Volkswagen están emigrando a Estados Unidos por las inconmensurables ayudas estatales del Gobierno de Joe Biden, una estadounidense decidirá cuándo y cómo podrá cada Estado miembro de la Unión ayudar económicamente a su sector productivo.
El movimiento sigue en las redes, capitaneado por Francia para pedir su revocación. Legisladores y académicos preguntan a la Comisión si no había un candidato europeo mejor. Y la Comisión dice que no, y que de entre los diez candidatos europeos que se presentaron al puesto nadie la supera. Los que protestan temen que la estadounidense tenga acceso a información sensible como las Big Tech y la industria de los semiconductores, en un momento global de crisis del microchip y de guerra. La Comisión confía en su decisión y en Scott Morton. Los ciudadanos europeos, en medio de una campaña de euroescépticos alimentada por la extrema derecha, confiamos en que no pierda el norte.