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planeta ochentero / OPINIÓN

De caperucitas feroces y zorras

Los Ilegales, la Orquesta Mondragón, Las Vulpes, Siniestro Total y Loquillo compusieron canciones que no pasarían hoy el filtro de la censura progresista. Aquel pop sin bozal es recuerdo de la libertad perdida. 

1/12/2023 - 

Si hasta Pedro Almodóvar, artista preclaro del Régimen bunkerizado, reconoce que hemos perdido libertad, algo habrá de cierto en ello. Sus primeras películas reflejan hasta donde un creador podía llegar en su afán de transgredir las convenciones. 

Cuarenta años después, de aquella libertad sólo quedan los rescoldos y la nostalgia de quienes la disfrutamos. Aquella década fue nuestra primavera de Praga. Conste que tuvo su lado oscuro pero si la comparamos con este tiempo siniestro, en que te multan hasta por rezar el rosario en la calle, nos parece el paraíso de Dante

Siniestro Total en su concierto celebrado por el 40 aniversario, en el Wizink Center. Foto: RICARDO RUBIO/EP

Hoy un artista que quiera merecer el beneplácito de los mandarines de la cultura oficial debe leerse el catecismo de la Agenda 2030 antes de ponerse manos a la obra. Podría hacer examen de conciencia haciéndose las siguientes preguntas: ¿mi obra está al servicio de la causa feminista?, ¿entre mis personajes figura un inmigrante transexual, como en una serie de Netflix?, ¿he sido contundente en la denuncia del cambio climático?, ¿ha quedado clara mi repulsa de la extrema derecha? Si las respuestas son afirmativas, los clérigos laicos le darán la bendición. Nihil obstat.   

Pero no siempre fue así. TVE —la televisión que nadie con un mínimo sentido de la ética y la estética debería ver hoy— emitió espacios como El peor programa de la semana, presentado por el Gran Wyoming y dirigido por Fernando Trueba. En uno de ellos fueron invitados los gallegos de Siniestro Total. Interpretaron Cuánta puta y yo qué viejo. ¿Se atrevería la televisión pública a emitir esta canción hoy? ¿Se prestaría el multipropietario Wyoming a introducir el tema ¿Qué tal, homosexual??

Jorge Martínez, líder de Ilegales. Foto: LA CASA DEL MISTERIO

Es muy posible que si la banda de Julián Hernández, disuelta el año pasado, editase hoy el disco Ayatollah, sería denunciada por un delito de odio (el delito de opinión de toda la vida), relacionado con la islamofobia. Todos, más o menos ebrios, cantamos lo de “Ayatollah, no me toques la pirola” en una noche de juventud, años antes de que un ayatolá dictase una fatua contra Salman Rushdie por sus versos satánicos. 

El recuerdo de ‘La Edad de Oro’  

En el deseo por reflejar los cambios culturales en España, TVE hizo una labor encomiable. La filósofa Paloma Chamorro, ya fallecida, dirigió el programa La Edad de Oro, por el que pasaron músicos españoles y extranjeros cuyas letras no superarían hoy el filtro de las mil minorías sensibles. A Chamorro le llegaron a pedir cárcel por blasfema. Peor le fue al periodista Carlos Tena, obligado a dimitir como director del programa Caja de ritmos en 1983, a causa del escándalo protagonizado por Las Vulpes con su canción Me gusta ser una zorra. Decía así la letra: “Prefiero masturbarme, yo sola en mi cama, antes de acostarme con quien me hable del mañana. Prefiero joder con ejecutivos, que te dan la pasta y luego vas al olvido. Me gusta ser una zorra”.

También pidieron cárcel para Tena y las cuatro adolescentes bilbaínas que formaban aquella banda punk. La mano de la censura tampoco descansaba en los ochenta, aunque no llegaba a la virulencia de la dictadura actual de lo políticamente correcto. 

El cantante Loquillo durante un concierto en el Wizink Center, a 13 de noviembre de 2021. Foto: RICARDO RUBIO/EP

Nuestra añorada Pam, si hubiera permanecido en el Ministerio de Igualdad, habría mandado prohibir la emisión de Ellos las prefieren gordas, de la Orquesta Mondragón. Su líder Javier Gurruchaga teme tocarla en los conciertos por temor a ser acusado de alentar la gordofobia. ¿Qué decir de la entrañable Caperucita feroz“Hola, mi amor, soy yo tu lobo…” es una letra machista según la sensibilidad contemporánea. 

Ejemplo de canción que dejó de tocarse por su temática, y que luego fue rescatada por su autor, es La mataré, de Loquillo, perteneciente al álbum Mis problemas con las mujeres, disco de oro en 1987. El feminismo vio en ella una apología de la violencia machista, pero se trataba sólo de una canción. De acuerdo con esta lógica, ¿habría que prohibir las representaciones de Otelo?

“Jipis, no me gustan los jipis”

Si Jorge Martínez, líder de Los Ilegales, fuese joven, no podría haber publicado su primer disco, que incluía el tema Heil, Hitler. También hubiese sido denunciado por un delito de odio, en este caso por antisemita y propagandista del ideario nazi. Era lo contrario: una parodia del nacional-socialismo. Su letra empezaba así: Jipis, no me gustan los jipis. / Hay una cosa que se llama jabón, mata los piojos y te quita el olor. / ¡Heil, Hitler! / Nazis, simpáticos los nazis. / Nazis, conozco muchos nazis. / En la noche alemana, los judíos rezan ¡Heil, Hitler!”.

El cantante Jaime Urriata de Gabinete Caligari, en mayo de 2023. Foto: RICARDO RUBIO/EP

Gabinete Caligari también fueron acusados de fascistas. Se ganaron esa fama. En 1981, antes de ofrecer un concierto en la sala Rock-Ola, Jaime Urrutia se presentó de la siguiente manera: “Hola, somos Gabinete Caligari y somos fascistas”. Luego se desdijeron. Era para provocar. El público siguió coreando Cómo perdimos Berlín. En estos días serían crucificados en las redes fecales. 

Los Nikis se atrevieron a cantar El imperio contraataca en la horrenda España de las autonomías. Iñaki Fernández presumía de bigotito, como el del cabo austríaco, cuando movía su flequillo en los conciertos de Glutamato Ye-Yé.

Podría dar más ejemplos de pop sin bozal, irreverente y faltón, con la sátira y la parodia como armas para reírse de todo. Pero los tiempos han cambiado, y mucho. En la España de progreso, el nivel de la libertad creativa lo marca Rozalén, ahijada del siempre turbio José Bono. Con esto queda todo dicho.  

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