La noche del cinco de enero, dejaré la ventana abierta, y bajo el árbol pondré una gavilla de hierbas del parque Ribalta, tres polvorones, tres pequeñas copas de coñac y algún carajillo de Castelló por si aprieta el frio. Y pediré los mismos deseos de siempre.
CASTELLÓ. La niebla acompaña los primeros amaneceres y atardeceres. Niebla que embellece los paisajes urbanos. Una concentración de gotas de agua que se desplaza en silencio, que desciende y asciende, que envuelve los pasos invisibles. Las calles castellonenses quedan cubiertas por esta materia porosa que va cayendo sobre la ciudad en los primeros días del año. En las montañas, en la comarca de Els Ports, este fenómeno es un bello espectáculo del otoño y del invierno. La niebla se convierte en un impresionante océano blanco que cubre los pueblos. Morella ofrece esta magnitud paisajística. El castillo emerge espléndido, como una isla rodeada por nubes bajas, como si la realidad quisiera escapar de la niebla de los días.
Hoy comienza la primera semana del año, un nuevo ciclo incierto en el que vamos a depositar la esperanza precisa para no detenernos. No hay más noticias que los primeros nacimientos del 2022, un pequeño terremoto en Huelva, la llegada de inmigrantes a las costas mediterráneas, los buenos augurios y discursos extraños de quienes gobiernan… pero también la cruda realidad de las cifras de contagios, las más elevadas de esta pandemia. Una transmisión que empieza a preocupar, a pesar de ser casos más leves y con menor índice de hospitalización. El coronavirus y sus variantes sigue amenazando a una ciudadanía tremendamente cansada.
La ‘otra realidad’ que despidió el año y ha dado la bienvenida a 2022 son los asesinatos de mujeres y de sus hijas e hijos. La violencia machista que no cesa y, entre fiestas, ha seguido matando a mujeres. Pero no se escucha el eco doliente y rabioso de una sociedad enfadada, de un país que debería, de una vez por todas, exigir y actuar con contundencia por la erradicación de este terrorismo machista, de unos gobiernos que deberían priorizar en sus agendas los feminicidios. Durante el pasado año han perdido la vida demasiadas mujeres, han sido asesinados demasiadas niñas y niños. Según las cifras oficiales, han sido asesinadas 43 mujeres y 7 niños. Según los datos de feminicidio.net, portal que incluye la violencia machista y vicaria fuera del ámbito doméstico, estas cifras espeluznantes indican 78 feminicidios y asesinatos.
Hay muchas historias que duelen con el paso de los días. Muchas noticias tristes que erizan la piel, que lanzan dardos a los corazones, que aumentan la injusticia social, que dibujan ignominias insoportables, que se burlan de los derechos fundamentales. Unos hechos que no se combaten ni responden, como si este virus nos hubiera replegado y aislado frente a esta realidad, y como si este virus fuera la excusa perfecta. El desgaste emocional de la ciudadanía nos está convirtiendo en seres solitarios, cargando con el lastre de dos años de pandemia, con el dolor de tantas víctimas, con la tristeza de alejarnos de los abrazos que tanto necesitamos.
Arranca un nuevo año y volvemos a desear que termine esta pesadilla y que ganemos esta batalla. Hace un año nos planteábamos los mismos deseos, con la misma fuerza y con la misma esperanza. La cuestión es que ya no somos las mismas y los mismos que éramos antes de aquel 14 de marzo de 2020.
Paralelamente, el cambio climático sigue revolucionando el termómetro de los días y las noches. Hemos despedido el año con temperaturas tan agradables como anómalas, según han explicado en los medios de comunicación las personas expertas en meteorología. El clima, ese tema tan recurrente para relacionarnos, incide con informaciones gráficas de gente en las playas y en las terrazas de los pueblos de la montaña. Pero, tremendo, alguna emisora castellonense anunciaba ayer que se aproxima un frente frío a partir del miércoles, y lo hacía con un remarque cargado de expectación, como si nos encontráramos en el mes de mayo.
La actualidad se desplaza como la niebla, sigilosa, inquietante, filtrando la realidad. Bancos de partículas estáticas y porosas que nos envuelven y llenan el aire de dudas e incertidumbre.
Recomiendo que vean la película Don't Look Up, dirigida por Adam McKay. Es una, -hay otras muchas-, de las mejores cintas que nos cuenta y denuncia lo que está pasando realmente en este planeta. No mires arriba destapa las cloacas de la manipulación, la fabricación de noticias falsas y su difusión, la perversa complicidad entre las grandes empresas de comunicación, empresas privadas y gobiernos corruptos. En esta película es fácil descubrir los roles supremacistas, mentirosos y manipuladores de periodistas, empresarios, políticos, todas y todos populistas y negacionistas. Y, asimismo, es fácil relacionar a estos personajes de la película con políticas y políticos de la derecha y su extrema derecha estatal, autonómica y local. Además, también es fácil relacionar a otros protagonistas periodistas de No mires arriba con medios de comunicación y periodistas de este país.
Esta semana vienen los reyes magos, en esa noche tan mágica. Dejaremos tres polvorones, tres pequeñas copa de coñac para combatir el frio y una buena gavilla de hierbas para los tres camellos. Un padre, -que un día 3 de enero, a las 03.00h, conoció a su primera hija-, decidió a partir de ese momento, coronar cada madrugada del día seis de enero, como si el ignominioso mundo se detuviera esa noche, solamente esa noche, de cada año. Decidió que esa madrugada, la única del año, la vida se convertía en calor y alegría, y en los sueños de sus pequeños, ajenos a la triste vida de un país oscuro. Después lo hicieron sus hijos y los hijos de sus hijos. Esa noche se renueva la alegría, los sueños y la esperanza y, al mismo tiempo se pretende negar la entrada a nuestras vidas del dolor, de los malos pensamientos, de las mentiras y de las malas personas. El cinco de enero del pasado año no se cumplieron los deseos. Este nuevo año debe ser diferente.