el interior de las cosas / OPINIÓN

El baile de la vida

13/01/2020 - 

Querida amiga, tus recuerdos estremecen. Aquel 12 de enero de 2010 la tierra tembló unos segundos y engulló el país donde cooperabas aquel año. Llegó el fin del mundo a Haití, una tierra castigada eternamente, vapuleada y con uno de los índices de pobreza más alarmantes del planeta. Y tú, estimada Minerva, viviste en primera persona la catástrofe, la dolorosa perdida de centenares de miles de vidas, la destrucción de Haití y su patrimonio natural. Tras un prolongado duelo, aún no superado, la reconstrucción del país no se ha producido, ni la rehabilitación de sus viviendas, infraestructuras, ni la reparación anímica de sus habitantes, sumidos en el dolor y la miseria. Diez años para extender el olvido y mermar la solidaridad. Una de las crisis humanitarias más graves de este siglo que sigue azotando la vida de los haitianos. No llegaron aquellas campañas de ayuda internacional, no se gestionaron como debieran, muchas se perdieron en el sur de la isla, muchas acabaron en los enormes sacos de la corrupción de los gobiernos dominicano y haitiano. Y otras tantas se desviaron para fines e intereses personales de dirigentes como el ex conseller valenciano Rafael Blasco, ya condenado por malversar las ayudas públicas a la cooperación internacional, unas destinadas para la construcción de un hospital en Haití que jamás se construyó, y otras marcadas por la irregularidad y desvío de subvenciones a ONGs. Blasco pertenece a esa clase de políticos miserables que han ensuciado y desprestigiado las Instituciones públicas. 

Diez años desde el trágico terremoto de Haití. Muchas de las ayudas internacionales no llegaron y otras se desviaron a intereses personales como los del ex conseller Rafael Blasco, que pertenece a la clase de políticos miserables que han ensuciado y desprestigiado las Instituciones. 

Recordar nos lleva a volver a sentir todo lo que nos ha conmovido, impresionado, revolucionado. Recordar no es volver a vivir pero remueve las membranas del alma, situándonos en esos necesarios espacios emocionales que recorren nuestras vidas. Y surgen, de nuevo, el dolor, la rabia, el desasosiego, los sueños y la magia, aquellas lágrimas que llovieron, aquellas sonrisas que nos alimentan. Âtman, El Comiat, el último espectáculo de la compañía Ananda Dansa, se estrena el viernes 17 en el Palau de Les Arts de València. Dirigido por la coreógrafa y directora de la compañía, Rosángeles Valls, recientemente galardonada con la Medalla de Oro de las Bellas Artes, el espectáculo habla de la violencia machista, del sufrimiento, de los tránsitos de la vida, de la esperanza y de la felicidad de las mujeres. El arte en movimiento de la danza creada por Valls, la música compuesta por Pep Llopis, la Orquesta de la Comunidad Valenciana, dirigida por Cristóbal Soler, la voz del intérprete de cant d’estil Jonatan Penalba, la interpretación de la actriz Rebeca Valls y el grupo de 17 bailarines integran un gran equipo que vive cohesionado y emocionado los días previos al estreno. 

Âtman, alma en sánscrito, recorre las entrañas del dolor, de la tristeza, de la muerte y también de la vida. Cada paso de baile, nota musical y cada palabra transmiten la intensidad de los sentimientos, la fuerza y el sufrimiento de las personas, la lucha permanente de las mujeres. El Comiat, según explicaba recientemente Rosángeles Valls en una entrevista, es la licencia para marchar, el permiso para partir. Con este espectáculo, la compañía valenciana se despide de los escenarios tras cerca de 40 años de recorrido y experiencia con actuaciones en más de 25 países. Ananda Dansa nos deja esta danza del cuerpo y del alma. La lucha y la esperanza. Cada movimiento engendra belleza y plenitud. Las palabras también se mueven, emocionan, como aquellas que escribiera un día, en medio de cajas de mudanza y soledades, dedicadas a todas las mujeres, a esos cuerpos y esas almas que han ido poblando propios y extraños, a esas cicatrices profundas, dolorosas, al abuso de los sueños, a las niñas y niñas que perdieron una madre, a las madres que perdieron a sus hijos, a todas las mujeres que ya no están, a los asesinos que acabaron con sus vidas. Palabras que bailan y que vuelan en una ceremonia para la esperanza, escuchando cada latido, lágrima, cada gemido y sonrisa. Âtman, el Comiat, es el mejor baile, el más bello y vital, es el baile de la victoria. 

Ya tenemos Gobierno. Un equipo de mujeres y hombres que promete, con experiencia, sabiduría y profesionalidad en muchos casos, ministras y ministros que, esperemos, estén al servicio de una ciudadanía que necesita urgentemente mejorar sus expectativas. 

Por otra parte, acá, añorada Minerva, ya tenemos, por fin, Gobierno de Estado. Un equipo de mujeres y hombres que promete, con experiencia, sabiduría y profesionalidad en muchos casos, representantes de diversos territorios, ministras y ministros que, esperemos, estén al servicio de una ciudadanía que necesita urgentemente mejorar sus expectativas. Deseemos que cumplan sus compromisos para mejorar la vida de las personas, para una mayor calidad de los servicios públicos, para conquistar más derechos y libertades,   más independencia territorial, más cultura, más solidaridad, para alcanzar la igualdad y luchar contundentemente contra la violencia machista. Hay una larga lista de deseos y de promesas que deben convertirse en una realidad próxima. Llevamos años taciturnos, preocupantes, intranquilos. Es el momento de avanzar en la esperanza ciudadana. Los tiempos, no obstante, no apuntan fáciles. La ultraderecha y sus partidos socios han desplegado toda su furia, desafiando la democracia, acosando y atemorizando a la sociedad. Pero, no pasarán. 

Âtman, El Comiat, el último espectáculo de la compañía Ananda Dansa, se estrena el viernes 17 en el Palau de Les Arts de València, y habla de la violencia machista, el sufrimiento, los tránsitos de la vida, la esperanza y la felicidad de las mujeres.

No conseguirán enfrentarnos ni ponernos a bailar como en la película They Shoot Horses, Don't They? de Sydney Pollack, basada en la novela ¿Acaso no matan a los caballos? de Horace McCoy. Aquí la película se proyectó con el título Danzad, danzad, malditos, y se instala en los tiempos de la Gran Depresión, cuando se organizaban concursos para parejas que bailaban de forma continuada, día y noche, con pausas mínimas. Ganaba la pareja que resistía más tiempo, recibiendo un premio en metálico. Los participantes se muestran desesperados, son personas con escasos recursos, vulnerables. Bailan para sobrevivir en la oscuridad de unos EEUU en caída libre. Aquí no queremos este baile, en este país mediterráneo ya no caben más desigualdades ni desesperanzas. Necesitamos el baile de la vida y del futuro.

Mientras te escribo, querida Minerva, el pequeño Biel ha comenzado su viaje. Clara, su  valiente madre, y Miqui, su padre, viven los primeros momentos de su nacimiento. Va a ser un niño hermoso y afortunado, va a vivir rodeado de amor, de sueños, de ilusiones. Va a traernos nuevos instantes de ternura, de sosiego, de felicidad. 

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