CASTELLÓ. El entrenador del CD Castellón, Óscar Cano, muy dado al análisis, le debe seguir dando vueltas a lo ocurrido el pasado sábado en Zaragoza. El déjà vu, asemejándose el final al desenlace del partido contra el Barcelona B, evidencia que el equipo tiene un problema.
Más allá de perder un encuentro controlado con el tiempo prácticamente cumplido, se repitió un patrón que invita, cuanto menos, a la reflexión: los desajustes defensivos. Ante el filial azulgrana el despiste en un córner que propició el empate de Araujo en el minuto 83 supuso una losa demasiado pesada, que se pagó después con el penalti cometido por Marc Castell en el 88 (2-1). Frente al Ebro, y también con un marcador favorable (en este caso de 1-1), el desbarajuste llegó en un momento crucial del envite (minuto 89) y que colapsó cualquier capacidad de reacción.
Las dos derrotas consecutivas, sin ser preocupantes, denotan cierta vulnerabilidad lejos de Castalia. Y, precisamente hasta la visita a la Ciudad Condal, la mejora cualidad del Castellón estaba en su efectividad y contundencia a domicilio. Los números acreditaban su condición de visitante incómodo y peligroso. Por el contrario, arropado por la afición encontraba mayores dificultades para encarrilar los partidos.
Sin embargo, desde medir su potencial con el Barcelona B algo parece haber cambiado en el conjunto albinegro, y eso es algo en lo que deberá trabajar Cano para evitar que los demás rivales de la categoría empiecen a considerar al orellut como un adversario al que se le puede meter mano cuando el árbitro mira su reloj.
La semana que comienza se avecina intensa. El duelo de Copa del Rey frente a Las Palmas y el partido ante el Cornellà del domingo pondrán a prueba la fortaleza mental del Castellón.