CASTELLÓ. El pleno del Consell de este viernes ha dotado con la especial protección que confiere la declaración de Bien de Interés Cultural a la Real Fábrica de l'Alcora, tal y como ya había avanzado Castellón Plaza. La factoría, que recogió el testigo de las alfarerías existentes en el arrabal del Convento de los Franciscanos, fue la pionera del sector azulejero de la localidad y donde se generó la mejor loza de Europa del Siglo XVIII, según los especialistas del ramo.
La noticia llega después de diez meses de tramitación del expediente, que en julio del año pasado comenzó a tramitar la Conselleria de Educación, Investigación, Cultura y Deporte. Con la declaración, la Real Fábrica de Loza y Porcelana del Conde de Aranda de Alcora, su denominación original, pasa a tener la consideración de sitio histórico.
Desde su gestación, en 1727, y hasta su clausura definitiva, en 1989, pero sobre todo en el Siglo XVIII, la fábrica alcorina suministró productos cerámicos de alta calidad principalmente para consumo nacional. Pero la calidad de sus obras le hizo alcanzar una gran proyección internacional, con piezas que se conservan en museos y colecciones privadas de todo el mundo, como el Museo Nacional de Cerámica de Valencia, el Museo Arqueológico Nacional, el Musée National de Céramique de París, el Victoria and Albert Museum de Londres o el Metropolitan Museum de Nueva York.
La política proteccionista implantada por el entonces rey de España, Felipe V, impulsó el negocio, que fundó un poderoso ilustrado de la época, Don Buenaventura Pedro de Alcántara Abarca de Bolea y Ximénez de Urrea, noveno Conde de Aranda.
La novedosa estructura productiva; la utilización de las mejores materias primas de la época, que sus gestores buscaron incluso en el extranjero; la continuada formación de sus operarios y técnicos; y, sobre todo, su voluminoso archivo de dibujos y grabados, que fueron utilizados por los artistas cerámicos como fuente de inspiración, fueron la clave de su éxito. Y, gracias a los innovadores canales de distribución de la loza, que además de en la propia fábrica se vendía de forma ambulante a través de arrieros y en factorías y almacenes en las principales ciudades, sus piezas pudieron llegar a buena parte del mundo.
La fábrica pasó por diferentes etapas hasta que cerró en 1989. El edificio se encuentra en un estado muy deteriorado y actualmente se conserva aproximadamente el 40% del edificio fundacional, la nave con una zona de dos plantas, donde destacan tres hornos de tipo intermitente, con tiro vertical directo, que carecen de chimenea y que funcionaban según los ciclos de carga, cocción y descarga.
La declaración como Bien de Interés Cultural del Consell certificada en el pleno de este viernes protegerá a la fábrica a partir de ahora y la hará susceptible de recibir subvenciones para su conservación.