el interior de las cosas / OPINIÓN

El machismo que asesina

18/09/2023 - 

CASTELLÓ.La tarde del viernes, en Castelló, se convirtió en un infierno de sirenas, ese ruido estridente que provocan ambulancias, policía local y nacional, bomberos. La calle Zaragoza se paralizó, la vida quedó paralizada. Las vecinas y vecinos que buscamos información nos quedamos sin aliento. Un machista asesino apuñaló a su pareja, con ensañamiento, hasta matarla y, después, se ahorcó. Este viernes era la tercera mujer asesinada en este país. Tres mujeres sin vida en tan solo veinticuatro horas. Y, ayer, otra mujer, en Murcia, apareció sin vida en un pozo, tras ser aniquilada por su maltratador-

Cerca de cincuenta mujeres asesinadas en los meses de este año. Más de cuarenta familias rotas, de sociedades destrozadas, decenas de huérfanos, niñas y niños que, además, en muchos casos, han sufrido el horror de ser testigos del asesinato de sus madres, de sufrir la violencia mortal del padre.

Esta semana pasada, el actual gobierno autonómico, el de la derecha y su ultraderecha, decidieron retirar el concepto de ‘violencia machista’ de las lonas institucionales que presiden los minutos de silencio tras la muerte de las mujeres en este territorio. Obviamente, los medios palmeros de la derecha y su poder mediático empresarial, han calificado el tema de anécdota, de “obsesión” de una izquierda cuyo feminismo es de pancarta. Así se manifestó en último Pleno municipal la actual alcaldesa de Castelló, que tanto ha presumido y se ha rasgado las vestiduras como una “gran defensora de las mujeres”. Es inadmisible.

No es una anécdota. El machismo ambiental y estructural que sufrimos las mujeres es el origen de tanto maltrato y asesinatos. La visibilidad de este vicioso aire que respiramos es imprescindible para combatir esta lacra. Y hay que definirlo. Es machismo.

Hace décadas trabajé como coordinadora de Comunicación de la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género, presidida por Cristina del Valle. Una organización integrada, mayoritariamente, por mujeres artistas víctimas de los malos tratos, artistas maltratadas que decidieron organizarse tras la presencia en medios de comunicación de Ana Orantes, la primera mujer que denunció ante las cámaras de televisión que era víctima de las torturas de su marido. Unos días después, Ana murió, fue quemada viva por su maltratador.

Su hija Raquel sigue participando activamente en esta lucha constante de visibilizar el terror, de definir el terrorismo machista. Era la primera vez en la que se señalaba a los asesinos y a la muerte de las mujeres, que siempre había pasado, que siempre eran consecuencia de una caída mortal en la bañera, un colapso nervioso, un desequilibrio emocional que llevaba al suicidio… Y no era verdad. Esta sociedad escondía la violencia silenciosa que sufrían las mujeres. Nunca nos atrevimos a nombrar el porqué de estas tragedias. 

A principios de los años de este siglo aprendí y compartí el dolor de demasiadas mujeres agredidas, en tiempos en los que no se podía hablar ni clasificar este horror. Como siempre había pasado. Como viví en los años ochenta, en Castelló, el caso de una mujer joven maltratada física y psicológicamente por su pareja. Fue imposible denunciar las agresiones ante la Guardia Civil y la Policía Nacional. Insoportable tanta impotencia. 

En aquellos tiempos en Madrid, en esos primeros años de este siglo, acompañamos a mujeres maltratadas, deprimidas, deshechas, al borde del suicidio, a los servicios de Urgencias de hospitales madrileños. Seguía siendo imposible denunciar. Desde la Plataforma de Mujeres Artistas contra la Violencia de Género, se acompañaba a estas mujeres anónimas a los servicios sanitarios. Cuando una persona famosa iba de la mano se lograba cierta atención hospitalaria. Pero no se podía denunciar. Aquello fue tremendo.

Y decidimos ser ponentes en aquella futura Ley contra la Violencia de Género, un marco legal que nos posicionó como el mejor país para proteger a las mujeres. Fue un gran paso adelante. Pero, hoy, es terrible que estemos viviendo tanto retroceso y la maldad política de una derecha y su ultraderecha decididas a erradicar la definición de violencia machista y violencia de género. Significa mucho esta decisión. Demasiado.

Las feministas llevamos demasiados años denunciando esta maldita realidad. Hemos logrado la visibilidad de este terrorismo perpetrado por hombres machistas. Hemos logrado definir la violencia contra las mujeres como violencia de genero, que se sufre por ser mujeres. Ana Orantes abrió las puertas a la visibilización de un horror que siempre ha acabado con la vida de mas mujeres. Ella perdió la vida, pero miles de feministas decidimos no dejarla sola. Por Ana, y por centenares de mujeres que han ido perdiendo su vidas por los siglos de los siglos, muchos colectivos feministas venimos defendiendo la importancia de definir tanta ignominia. 

Hace unos días, mi amiga y concejala socialista castellonense Mónica Barabás, escribía un artículo denunciando los mismos intereses y sentimientos del PP y de Voz. Y tenía razón. Son lo mismo. El Ayuntamiento de Castelló, como Les Corts Valencianes, como la GVA, como otros gobiernos municipales, han eliminado el término machista de sus pancartas y de sus relatos gubernamentales. Se trata de blanquear una violencia que cada día crece más en un contexto político carente de valores, en el mundo de representantes institucionales que están convirtiendo en banalidad una violencia que está asesinando a las mujeres. 

De hecho, el mismo jueves en el que habían sido asesinadas dos mujeres en Orihuela y Gran Canaria, un día antes del asesinato de Castelló, el Consell cesaba al recién nombrado subsecretario de Justicia por haber estado sentenciado y condenado por agredir fisicamente, y amenazar, a su exesposa en presencia de su hijo menor de edad.

Cada vez es más importante definir y nombrar el origen de esta violencia, de este terrorismo. Llevo demasiados años aprendiendo y trabajando en un ámbito sociopolítico que ha necesitado tiempo para entender y definir el machismo estructural que seguimos sufriendo.

Llevo demasiados años compartiendo con mujeres maltratadas, siendo una de ellas. Porque todas las mujeres, sobre todo, las de mi generación, hemos ido creciendo en entornos machistas, personales y profesionales. Mujeres dañadas psicológicamente, humilladas, engañadas, ignoradas. Mujeres que han intentado evolucionar en un mundo de hombres machitos, esos mismos hombres de mi generación que, hoy, se están dando una sobredosis de chapa y pintura en feminismo. Esos hombres a los que nunca les ha importado la felicidad de las mujeres.


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